Diversos y desiguales: doscientos años de escuela pública en el Perú.
Reseña de: Mariana Eguren; Carolina de Belaunde y Natalia González,
Diversos y desiguales. Doscientos años de escuela pública en el Perú, 1.ª ed. digital.
Lima: Ministerio de Cultura-Proyecto Especial Bicentenario de la Independencia del Perú,
Biblioteca Bicentenario, Colección Nudos de la República, 8, 2022. 180 pp.
Marcos Garfias
Instituto de Estudios Peruanos
doi: 10.46476/ra.v5i1.193
Las autoras de Diversos y desiguales han volcado en este libro muchos de los hallazgos de sus investigaciones sobre la escuela pública. En distintos momentos, por ejemplo, se ocuparon de estudiar los materiales educativos, el currículo nacional, las evaluaciones y también las prácticas pedagógicas de los maestros. Así, el libro reúne los aportes más importantes de sus incursiones en la educación básica y, además, proponen una mirada de síntesis sobre la escuela en el Perú durante los dos siglos de trayectoria republicana.
El nudo que ata y organiza los capítulos del libro, en alusión a la denominación de la colección, se encuentra en las posibilidades que ha tenido la escuela pública y el sistema educativo peruano a lo largo de estos doscientos años para cumplir con uno de los roles cruciales que se le encargó: la lucha contra la desigualdad y, en ese camino, el reconocimiento de la diversidad. Un encargo que está envuelto en una serie de apuestas teóricas y de política pública, que han definido la historia de la educación en el Perú y la de otros países del mundo.
El libro inicia con un balance del Estado y la educación pública, desde la fundación republicana hasta la década de 1980, cuando se comienza a dar marcha atrás en las reformas educativas promovidas durante el gobierno revolucionario de las Fuerzas Armadas (1968 - 1980). Las autoras nos muestran, entre otras cosas, que a lo largo de este siglo y medio aproximadamente, se edificó en distintos contextos una sólida voluntad entre diversos actores estatales y otros actores de la sociedad, por extender el servicio de educación básica al conjunto de la población; una voluntad que fue desafiada permanentemente por la insuficiencia de recursos humanos y materiales.
Desde la perspectiva de las autoras, a lo largo de la república, la educación básica pública en el Perú se edificó mediante una serie de avances lentos y acumulativos. Por ejemplo, se trabajó para contar con la cantidad suficiente de docentes, así como con la infraestructura necesaria para albergar a los estudiantes. Este avance gradual, marcado por épocas de mayor entusiasmo, apoyo político y presupuestario, permitió ya bien entrado el siglo XX la universalización del acceso a la educación primaria y un sustancial avance en el acceso a la educación secundaria.
No obstante, la calidad del servicio fue uno de los costos que se tuvo que pagar. La creciente demanda de la sociedad por acceder a la educación básica llevó a flexibilizar los criterios de la formación y reclutamiento de los docentes en las escuelas públicas; un proceso que fue acompañado con el deterioro de los salarios del magisterio, la creciente politización del gremio y la pérdida del prestigio social del oficio docente. A esto se sumó la insuficiencia de materiales educativos para el universo de escolares, la precariedad y el deterioro de la infraestructura educativa, así como los altos niveles de pobreza de un sector importante de familias que enviaban a sus hijos a las escuelas públicas. Un conjunto de factores que sumados se convirtieron en los componentes de una receta perfecta del fracaso de la calidad del sistema, que marcó durante décadas esta historia.
Al mismo tiempo, la expansión de la educación básica en las escuelas públicas también arrinconó la diversidad que ha caracterizado a la sociedad peruana. Los proyectos educativos durante gran parte del periodo republicano tuvieron como objetivo homogeneizar a la población bajo los parámetros de la cultura urbana y occidental. Este proceso comenzó a virar en las décadas de 1940 y 1950 cuando un conjunto de académicos y políticos indigenistas comenzaron a incorporarse al núcleo de decisiones de la política educativa. Pero será con el gobierno revolucionario de las Fuerzas Armadas en la etapa presidida por Juan Velasco Alvarado, que esta agenda tomó mayor impulso, al edificarse un proyecto educativo que tuvo como uno de sus ejes el reconocimiento y la inclusión de la cultura indígena. Un proyecto que, aunque no sostuvo su dinamismo inicial y fue desmantelo en parte, dejó una impronta entre educadores, académicos y políticos de finales del siglo XX.
En los siguientes capítulos, las autoras recogen esa impronta en los proyectos educativos implementados en las últimas tres décadas y nos muestran las coordenadas por donde esta se ha ido posicionando. Bajo esa perspectiva, nos dan cuenta de las estrategias, no siempre fallidas, para edificar servicios educativos que no estén reñidos con la equidad, tanto en el acceso como en la calidad del servicio en cada uno de sus niveles. Estas políticas contribuyeron a materializar la ampliación de la cobertura hasta su universalización y, además, abrieron la posibilidad de incluir a sectores de la población que no accedían al sistema regular, a través de la dotación de servicios para tipos de poblaciones en particular aquellas más vulnerables de ser excluidas del sistema educativo. Para estos sectores se implementó, por ejemplo, la educación intercultural bilingüe o la educación básica especial, además de la educación básica alternativa.
En esa línea, el libro además se ocupa de los contenidos ofrecidos por la escuela pública: «Qué se enseña y qué se aprende en ella». Aquí el aporte sustancial se concentra en el análisis de la trayectoria del currículo, como el instrumento fundamental que orienta la selección de los contenidos que los docentes deben administrar en las escuelas y las estrategias pedagógicas que se deben aplicar en el proceso educativo. Desde luego, la definición del currículo es el resultado de opciones que no restringen únicamente al campo educativo, porque están permeados por la agenda y la disputa política e ideológica, como ha sido evidente en la última década respecto, por ejemplo, al enfoque de género.
Lo mismo sucede con otros aspectos que también son abordados: la importancia que han cobrado los materiales educativos, la formación de los maestros y sus prácticas de enseñanza, en particular la formación inicial y el acompañamiento en el servicio, como elementos que impactan sustancialmente en la calidad de la educación básica pública. En esa misma línea, el libro procura otorgarles importancia y visibilidad a las acciones de medición de los aprendizajes que, entre otras cosas, ofrecen datos duros sobre los avances, retrocesos o el estancamiento de los logros de la educación peruana, al ser comparadas con otros países de la región y del mundo.
En suma, en esta sección, el libro nos muestra una serie de acciones que, de un lado, dan cuenta de nuevas y sofisticadas estrategias y herramientas que se adoptan desde el centro del sistema: el Ministerio de Educación y, por otro, la intención de que este creciente y complejo dominio tecnocrático de la política educativa, no solo pueda resistir los embates de las disputas ideológicas en torno a la educación, sino además puedan alinear en el proceso la equidad y la calidad en el servicio de la educación básica pública. A la luz de los sucesos de años recientes, esta es una disputa en la cual han ganado terreno las posturas más conservadoras, pero esa es una historia todavía en curso.