Rebeldes y contrarrevolucionarios:
el proceso independentista
en Parinacochas, 1814-1824
Luis Abraham Puga Huamani
Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Lima-Perú
https://orcid.org/0009-0006-0121-3368
doi: 10.46476/ra.v6i1.195
Recibido: 28-11-24
Aprobado: 11-07-25
Resumen
Este artículo explora el proceso independentista en la provincia de Parinacochas, un territorio poco explorado por la historiografía regional de Ayacucho del que esta provincia forma parte. Cuestiona la tendencia simplista a catalogar las acciones de sus actores sociales como unánimemente patriotas y muestra incluso que se dio una suerte de «contrarrevolución» por parte de algunos sectores indígenas. Exploramos dos momentos históricos. Primero, el surgimiento de acciones rebeldes en años anteriores a la etapa final de la independencia, tomando en cuenta factores como la coyuntura liberal, los ecos de la rebelión del Cuzco de 1814, y motivaciones internas de los actores sociales que más tarde fueron considerados héroes locales. Segundo, las vicisitudes y acciones que surgieron durante la etapa final de la guerra independentista (1820-1824).
Palabras clave: Parinacochas, independencia, guerra, revolución, contrarrevolución, rebeldes.
Rebels and Counterrevolutionaries: The Independence Process in Parinacochas, 1814–1824
Summary
This article explores the independence process in the province of Parinacochas, a territory little explored by the regional historiography of Ayacucho, of which this province is part. It questions the tendency to categorize the actions of its social actors as unanimously patriotic and shows instead that some of its indigenous sectors even generated a “counterrevolution” of sorts. We explore two historical moments: First, the emergence of rebel actions in the years preceding the final stage of independence; we consider factors such as the liberal context, the echoes of the 1814 Cuzco rebellion, and the internal motivations of the social actors who were later hailed as local heroes. Second, the vicissitudes and actions that arose during the final stage of the wars of independence (1820-1824).
Keywords: Parinacochas, independence, war, revolution, counterrevolution, rebels.
Rebeldes e Contrarrevolucionários: O Processo de Independência em Parinacochas, 1814–1824
Resumo
Este artigo explora o processo independente na província de Parinacochas, um território pouco explorado pela historiografia regional de Ayacucho daquela província que faz parte. Questiona a visão simplista de catalogar as ações de seus atores sociais como unanimemente patriotas e mostra um processo onde foi gerado até uma “contrarrevolução” por parte de alguns setores indígenas. Exploramos dois momentos históricos. Primeiro, o surgimento de ações rebeldes nos anos anteriores tomando em conta fatores como a coyuntura liberal, os ecos da rebelião de 1814, e as motivações internas dos atores sociais que mais tarde foram considerados heróis locais. Em segundo lugar, as vicissitudes e ações que ocorreram durante a guerra independentista (1820-1824).
Palavras-chave: Parinacochas, independência, guerra, revolução, contrarrevolução, rebeldes.
Introducción
El 31 de marzo de 2024 en la plaza de toros de Acho de Lima, con motivo del concurso de carnavales Vencedores de Ayacucho, el elenco de Parinacochas escenificó unos actos terroristas, esta vez no de lo sucedido en los años 80, sino los perpetrados hace aproximadamente doscientos años por el general español José Carratalá. La escenificación enfatizó en los saqueos e incendios de distintos pueblos y la huida despavorida de los habitantes de Parinacochas a causa de las correrías del general realista Carratalá.1¿Por qué, doscientos años después, los parinacochanos aún lo conmemoran?, ¿por qué Carratalá se ensañó con estos pueblos? ¿quiénes fueron estos actores sociales que despertaron la ira de Carratalá?, ¿cómo respondieron los habitantes ante esta violencia? y ¿cuáles son las historias que, ante la selectividad de la memoria y sus usos conmemorativos, han quedado silenciadas? Todas estas interrogantes nos ayudan a pensar de un modo más complejo el proceso independentista en un escenario local como Parinacochas y a su vez entender cómo acontecimientos continentales delinearon las motivaciones y acciones de sus actores sociales.
Esta investigación está guiada por dos preguntas principales: ¿cuáles fueron las motivaciones de ciertos sectores y personajes de Parinacochas para defender la causa patriota y de otros para plegarse al bando realista? y ¿cómo estos sectores respondieron ante el inminente arribo de la guerra?
La historiografía regional que explica el proceso de la independencia en Huamanga es ya amplia. En los últimos años destaca el trabajo de Cecilia Méndez (2014), quien analiza el desenvolvimiento de los campesinos realistas de Huanta durante y después de la guerra independentista. José Luis Igue (2008), en cambio, analiza el desarrollo de las guerrillas patriotas de los morochucos en Cangallo tratando de encontrar las causas de sus acciones en las promesas de la abolición de los tributos indígenas. Max Aguirre (2020) complementa la investigación de Igue con respecto a los morochucos y, a la vez, analiza el accionar de los indígenas de San Pedro de Hualla. Por su parte, David Quichua (2019) examina el origen y proceso de la lucha de la Independencia en toda la región de Huamanga y propone —retomando una tesis clásica— que las reformas borbónicas fueron la principal causa del germen independentista que dio fruto en acciones rebeldes desde fines del siglo XVIII. A su vez Nelson Pereyra tiene una vasta producción al respecto, pero resalto sus trabajos publicados en 2021 donde examina las respuestas patriotas a la luz del liberalismo y la guerra, que habrían actuado como dos caras de una misma moneda e impulsado actos de rebeldía.
En estas investigaciones, sobre todo en el trabajo de Quichua (2019) y Aguirre (2020), se menciona algunas acciones emprendidas en Parinacochas antes de la guerra independentista; pero aún no se ha realizado un estudio minucioso de las condiciones sociales que dieron lugar a las acciones de los actores sociales de este partido del sur de Huamanga. Tampoco se ha hecho un análisis específico de las razones de estas respuestas y sus consecuencias durante los años de 1820 a 1824; por el contrario, los trabajos de historia regional se han enfocado en la polarización social y étnica entre los indígenas de Huanta y los morochucos de Cangallo. Pese a los últimos esfuerzos por resquebrajar dicha dicotomía, esta aún permanece en el imaginario colectivo y en las efemérides regionales. Por ejemplo, en la producción local parinacochana, Agripina Canales (2022) y Jacinto Huayta (2019) dejan entrever que las poblaciones de Parinacochas y parte de Lucanas, constituidas en un todo llamado «sur de Huamanga», actuaron prácticamente de forma unánime a favor de los patriotas.
Sin embargo, nuestra hipótesis es que en Parinacochas la guerra independentista fue mucho más compleja. Algunos actores —indígenas, mestizos y españoles— apoyaron a los realistas y otros a los patriotas. Incluso, es muy probable que buena parte de la población tuviera respuestas ambiguas en medio de la guerra. A la luz de nuestras fuentes, es evidente que estos sectores procedieron en defensa de sus propios intereses buscando los beneficios vislumbrados, o en contra de los prejuicios que la guerra trajo consigo; de modo que, la combinación de variables internas y externas movilizó a la gente en ambas direcciones.
Esta propuesta es el resultado de la consulta de diversos archivos: el Archivo Arzobispal de Ayacucho, el Archivo Regional de Ayacucho, el Archivo General de la Nación y la Colección documental de la independencia del Perú, así como de archivos poco consultados por la historiografía regional como los de la Biblioteca Nacional del Perú, el Archivo del Museo de Antropología, Arqueología e Historia del Perú y el Archivo Subregional de Parinacochas. El análisis incorpora también el estudio de la memoria local y su materialidad, todo lo cual me ha permitido aportar nuevas ideas al debate.
Economía y sociedad en Parinacochas
Para fines de la etapa virreinal, Parinacochas junto con Huamanga, Cangallo, Andahuaylas, Huanta, Anco y Lucanas conformaban la Intendencia de Huamanga (ver mapa). Al estar ubicado al extremo sur de la intendencia, en una zona fronteriza con la intendencia de Arequipa, Parinacochas fue el partido más alejado de la ciudad cabecera de Huamanga. En 1794, Hipólito Unanue informó que en este partido habitaban 16 011 almas, entre las cuales se cuentan 1 057 españoles, 8 475 indios y 6 451 mestizos repartidos en las 14 doctrinas y 16 pueblos anexos2. Para 1826, al culminar el proceso independentista, según Quichua (2020) la población en total ascendía a 23 942, es decir, habría habido un incremento poblacional, a diferencia de otros partidos vecinos.
Según Cosme Bueno (1751), Parinacochas se caracterizó por ser «una serranía en la que se experimenta un intenso frío a excepción de algunas quebradas en que por lo benigno del temperamento» (p. 77). Debido a esta condición natural, hubo abundancia de ganados camélidos de los cuales se aprovechaba la lana para tejer ropas que llamaban chullpas, cumbes y llicllas. Asimismo, en Parinacochas se desarrolló una intensa actividad comercial pues «muchos de sus habitantes, tanto indios como mestizos, tienen el ejercicio de arrieros. Llevan de la provincia de Camaná al Cusco y otras partes vino, aguardiente, ají, aceitunas, pescado seco y camarones, en cambio de cecina, sebo, papas, chuño, y ropas» (Bueno, 1751, p. 78).
Figura 1. Mapa de la intendencia de Huamanga mandado a hacer por Demetrio O´Higgins
(1803-1804 [1808]). Recuperado de Archivo General de las Indias.
El Intendente O’Higgins, al visitar este partido en 1802, encontró que las minas de plata estuvieron en una situación precaria debido a la decadencia «de la ley de los metales, y los ningunos fondos de los vecinos para trabajarlas, quejándose lo mismo que aquellos mineros por el perjuicio que sufren con la contribución del Tribunal de Minería» (p. 631). Además, para estos años, según Carlos Contreras (2020), los indígenas parinacochanos estaban obligados a realizar mita minera en los lejanos yacimientos de Santa Bárbara, Huancavelica. De otra parte, el propio O’Higgins informaba que, a pesar de tener un clima propicio para la agricultura, había escasez de agua que impedía producir frutos en algunas partes del partido (O´Higgins, 1802, p. 632).
Así, en los años previos a la independencia, Parinacochas no pasaba una buena situación económica por problemas tanto mineros como agrícolas. A esta situación, se sumaron las intensas lluvias que según Quichua (2020) afectaron drásticamente al desarrollo agrícola y demográfico. El propio intendente O´Higgins (1802) advirtió sobre lluvias fuertes e intensas nevadas nunca vistas llegando al extremo que tanto «guanacos y las vicuñas (...), entrasen en las poblaciones á buscar pasto y abrigo, por estar los campos y cerros cubiertos de nieve» (p. 673).
Más adelante, en la coyuntura de la rebelión cuzqueña de 1814, liderada por el cacique Mateo Pumacahua y los hermanos Angulo, sumada a esta mala situación económica, hay evidencia de algunas pugnas locales que muestran la animadversión de los indígenas hacia sus autoridades y miembros de la iglesia. Por ejemplo, hubo conflictos entre indígenas de las parcialidades Urinsaya y Lurinsaya de Pausa, y el cacique gobernador don Manuel Quispehuamán, a quien acusaban de «abusivo, apropiación ilícita, de terrenos y de hacer trabajar gratuitamente para su propio beneficio».3 En otro caso, en 1810, tanto el curaca como los indios tributarios de Pausa denunciaron una total hostilidad, abusos, agravios y robo de pertenencias de la iglesia por parte del cura Francisco Amaz.4
En la mayoría de los casos, los más afectados resultaron ser los indígenas que se catalogaban a sí mismos como «miserables infelices sin tener a quién pedir justicia».5 Llama la atención que estos abusos se cometieran, en palabras de los alcaldes indígenas de Pausa, debido a «la distancia que ay [sic] en esta ciudad de toda nuestra apelación». Por ello, es altamente probable que la amplia separación entre la administración de Huamanga y estos territorios periféricos haya creado un espacio propicio para arbitrariedades de muchos funcionarios.
Otro caso de disputa local se dio en las minas de plata de «Sanquini», en la doctrina de Pacapauza, entre Don Cristóbal de Cárdenas y el cura de Guayllate, jurisdicción de Aymaraes, Dn. Juan Carlos Garcia de Avila. Este último habría actuado prepotentemente, pues con algunos soldados invadió la mina en altas horas de la noche, despojó a sus conductores y la desmanteló, dando «origen a que muchos indios no hayan sido reconocidos sus salarios por servicios prestados [...], y lo peor, fueron perjudicados en sus ganados. También dio origen a reclamos y profundos resentimientos, originados entre españoles en agravio de los naturales» (CPMPP, 1951, p. 207).
Estos casos muestran una serie de atropellos cometidos por los gobernadores, caciques y recaudadores, subalternos de los subdelegados Don Rafael de la Sota, José Francisco Pedriel y Don Francisco Aranzo y Arroyo, entre 1800 y 1816, contra los indígenas tributarios. El subdelegado era la autoridad encargada de cobrar el tributo indígena de los caciques. Es conocido que el conjunto de las disposiciones borbónicas referidas al recaudo fiscal también implicaba ser más estrictos en el cobro de dudas, por lo que «los morosos, muchos de ellos pobres, eran conducidos a las cárceles y con la obligación de reconocer las molestias de sus conductores».6
Asimismo, dichos casos hacen evidente un creciente antagonismo de indios contra caciques y de curas contra subdelegados. Precisamente, uno de esos curas que presentó discrepancias con la administración borbónica fue Melchor Cáceres Mendoza, cura de Coracora, quien se convirtió en uno de los personajes más polémicos e interesantes de analizar por su contacto con las noticias independistas y las proclamas del ejército libertador, que data de la rebelión cuzqueña de 1814.
El nacimiento de acciones rebeldes y posiciones contrarias
En la provincia de Parinacochas, tanto en el sesquicentenario como en el bicentenario de la independencia peruana, en vista de su no inclusión en las efemérides regionales, se ha narrado con énfasis «patriótico» el accionar de tres héroes principales. El primero y quizá el más difundido en la provincia es José María Castañeda. En honor a él, en palabras de Casalino (2008), se ha formado una «comunidad de culto» al punto incluso de denominar Coronel Castañeda a uno de los ocho distritos de dicha provincia, además de haberle rendido homenaje a través del establecimiento de monumentos públicos en distintos distritos (Ver anexos 2 y 3). De Castañeda se cuenta que a la edad de quince años se enroló en las guerrillas rebeldes provenientes de Cuzco al mando del autoproclamado «capitán de la patria» Pedro de Aramburú (natural de Rivacayco). Luego en la coyuntura de 1821 a 1824 lideró guerrillas patriotas llegando a terminar con la vida de José Romano, alias «Pucatoro», otrora «rebelde traidor» de los insurgentes cuzqueños.7
La otra historia muy difundida en el ámbito local es la del cura patriota Melchor Cáceres Mendoza quien, antes de 1814, propalaba una prédica insurgente hacia sus feligreses y fue artífice de transmisión de ideas separatistas; llegando a ser reconocido por José de San Martín como capellán de honor del ejército patriota.8 Por último, Mariano Velapatiño, posiblemente criollo coracoreño, estuvo al mando de las guerrillas patriotas coordinadas con el general Guillermo Miller y otros comandantes más.
Al rastrear la trayectoria de estos tres personajes, considerados héroes locales, encontramos momentos clave en sus vidas que nos ayudan a entender sus motivaciones posteriores. Sobre José María Castañeda, Sindulfo Ibarguen (2016) asegura que nació en 1789 y sus padres fueron Pedro Castañeda y Francisca Zegarra. Al parecer, su familia gozaba de una buena condición económica, puesto que eran dueños de la hacienda Mayautis en Pacapausa y además se desempeñaban como arrieros.9 Este oficio le permitió a la familia Castañeda tener una alta movilidad que, muy probablemente los hizo más proclives a recibir y transmitir la propaganda insurgente ya que era muy común que sus negocios estuvieran dirigidos hacia la costa donde era factible el intercambio de estas noticias.
Proponemos como hipótesis que la familia Castañeda desarrolló una considerable posición económica que le permitió establecer una amplia red de contactos con funcionarios virreinales, como el subdelegado de Parinacochas, Manuel Landisabal, con quien confluyeron por intereses económicos. Sabemos ello porque el cura de Pacapausa, Atanasio Salcedo, mantuvo hostilidades con esta familia desde 1797, llegando incluso a denunciar por robo de sus propiedades a Rudecindo Castañeda y como cómplice de este a su padre José Castañeda. En las distintas denuncias y ataques contra los Castañeda, el cura Salcedo junto con otros testigos aseveró que el subdelegado Landisabal intercedía en los procesos judiciales a favor de los Castañeda, ya que Salcedo se encargó de sacar a la luz las «corruptelas» en las que estos personajes estaban involucrados con el fin de sacar provecho de los indígenas y mantener su caudal económico.
Salcedo decía literalmente que «estando abolida la perfudijial [sic] corruptela introducida por la tiranía de los corregidores [...] sigue cobrando de mas en especie, llegaron incluso a quitar las vacas a los indios por lo cual sus dueños lloran».10 Ante estas increpaciones, los Castañeda se defendieron vehementemente acusando al cura de mentiroso y de ineficaz con sus feligreses. No sabemos con certeza quién tenían la razón, pero sí está documentado que en 1807 Atanasio Salcedo fue obligado a abandonar la doctrina de Pacapausa pues esta vez le querellaban cuatro pueblos del curato alegando «sufrir a este párroco por las hostilidades daños y perjuicios que padecen de él, y de toda su familia», y que de no «quitárselos a dicho párroco se hallan en la durísima necesidad de expatriarse a otras provincias con perjuicio de la Real Hacienda».11
En 1805 y 1807, los hermanos José y Rudecindo Castañeda reaparecen denunciados por atacar a pedradas al cobrador de alcabalas de Pacapausa, Jerónimo Rojas. Quichua (2019) sugiere que este ataque al cobrador de alcabalas representa un rechazo directo a las autoridades que encarnaban las reformas borbónicas. Posiblemente esto sea cierto pues los borbones obligaron a los comerciantes al pago de la alcabala que antes era de 4 % y ahora se cobraba el 6 %.
Nuestra hipótesis es que en realidad los Castañeda, notables arrieros y comerciantes, con estas acciones defendían su poderío económico y estatus familiar, lo cual explica por qué vieron como una amenaza a las figuras del cobrador de alcabalas Jerónimo Rojas y al cura Salcedo. El primero les imponía nuevas tasas de tributación y el segundo los denunciaba por «repartir ropa y listonería a los indios de forma involuntaria, [obligando] a servicios personales a los indios en su doctrina y por ello muchos faltaban a misa».12 Más allá de las pugnas personales, lo que se deja entrever son luchas de intereses económicos. En este trastoque de intereses económicos y clientelares, identificamos un primigenio descontento de los Castañeda contra la administración colonial borbónica que será la mecha que despierte el accionar de uno de sus hijos, José María Castañeda, en las coyunturas rebeldes de 1814 y de 1821 en adelante.
Una fugaz coyuntura liberal
Para 1812 y 1813, se materializó la abolición del tributo indígena. No sabemos cómo respondió cada una de las doctrinas de Parinacochas a esta medida, pero hay evidencia de que no todos respondieron a favor, pues lo percibían como un atentado a sus propios intereses, como la defensa de sus tierras. Por ejemplo, en la doctrina de Corculla los indígenas continuaron pagando la tributación justamente porque a cambio querían la protección de:
todas las tierras que antes nos han usurpado los que se llamaban gobernadores o curacas y a sombra de ellas en perjuicio común se iban apropiando de todas las del pueblo solo porque sacaban amparos de los Juez del partido sin nuestra voluntad, y consentimiento, se vuelvan a reunir, y recojan los contribuyentes pobres, viudas, y huérfanos.13
El cura de Corculla, Carlos Medina, queriendo mostrar su fidelidad operó como defensor de esta tributación argumentando su importancia como un acto de gracias a Dios. Los indígenas argumentaron esto señalando que «nos a echo [sic] ver que el tributo estinguido [sic], no es un derecho de fuerza imboluntaria [sic] que se le impone al vasallo, sino, que según la escritura es de derecho Divino».14Al término de la comunicación el cura exaltó sus hechos diciendo que «reportándome esto, la gloria he logrado mis afanes como fiel vasallo del Monarca en la serie de treinta años que e servido estos beneficios».15 No podemos negar que Medina haya influido bastante en estas negociaciones pues es él quien reclama los créditos de estos pedidos para seguir pagando los tributos.
Otro impacto de la constitución gaditana se reflejó en el cese de mitas que hacían los indígenas de Parinacochas a la mina Santa Bárbara de Huancavelica. Aunque hay pruebas de que incluso con esta disposición abolicionista de Cádiz, algunos aún estaban obligados a pagar mitas faltriqueras, las cuales consistían en pagar un monto a cambio de cumplir turnos de trabajo.16 Otro indicio del impacto de esta constitución se visualiza en la figura de Mariano Velapatiño, a quien mencionamos líneas atrás, pues en 1815 aparece en los documentos como regidor del ayuntamiento constitucional administrando justicia en la doctrina de Oyolo.17 Este personaje, que más tarde tomó las armas bajo el mando de los comandantes de San Martín, parece haber tenido una posición liberal desde la primera coyuntura liberal. Posiblemente, sus acciones fueron motivadas por la decepción de la vuelta del absolutismo en 1814. Es más, se sabe que, tras la rebelión de 1814, Mariano Velapatiño fue acusado de «insurrecto» por el subdelegado parinacochano Francisco Lemos. En su defensa, Velapatiño negó los hechos y más bien sostuvo que dicho subdelegado le robó los documentos en el que se acredita «la fidelidad que guarde al Rey Nuestro Señor en la pasada insurrección».18 No sabemos cuál fue el verdadero rol de Velapatiño en este contexto, pero es interesante notar cómo en un contexto de cambios tan álgidos e incluso de situaciones de rebeldía —que veremos a continuación— posiblemente sus ánimos fueron convenciéndose por el bando patriota.
Repercusiones de la rebelión de 1814 en Parinacochas
La situación social en Parinacochas se complicó más cuando un brazo de la rebelión de 1814 desatada en el Cuzco llegó hasta Huamanga. Manuel Hurtado de Mendoza, quien lideró estos ejércitos, en su trayecto de Andahuaylas a Huamanga reclutó indígenas provenientes de Cangallo, Lucanas y Parinacochas. A este respecto, cuando el intendente de Huamanga, Narciso Bazagoitia, se dirigió al virrey Abascal en 1815 informó que en los partidos del sur «no faltan grupos de tres mil, cuatro mil, y más indios que acompañados de soldados armados, y mandados por el Santafesino Mendoza, incomodan e impiden el comercio y entrada de los vestimentos [bastimentos] necesarios a esta ciudad».19 ¿Cuál fue la causa para que los indígenas apoyaran a los hombres del rebelde Hurtado de Mendoza?
José Luis Igue (2008) sugiere que las guerrillas de Cangallo apoyaron a los insurgentes principalmente debido al incremento del abigeato y bandolerismo; y que luego estas guerrillas confluyeron con los rebeldes provenientes de Andahuaylas. Para el caso del partido de Lucanas es factible que esta rebeldía fuese propalada por las guerrillas de Cangallo debido a la cercanía geográfica. El mismo historiador (2008) cita el testimonio del subdelegado de Lucanas, José de Yrigoyen, quien lamentó el robo de tributos de parte de los morochucos, pues tenía la «desgracia de colindar con el Partido de Cangallo, el cual siempre ha sido de gente altanera, y adicta a la insubordinación» (p.65).
Por otro lado, en Parinacochas los indígenas y algunos mestizos tenían sus propios motivos para ser proclives a las promesas insurgentes, pues la zozobra, el rumor y la propaganda transcurrieron fluidamente por esos lares. Por ejemplo, el subdelegado de dicho partido, Francisco Velarde, comunicó al virrey de sucesos «lamentables» y «lastimosos» en que se hallaba sumergido su partido «por los infames influjos de los insurgentes cuzqueños quienes aprovechando de la ignorancia desgraciables [sic] que para lo común reina en estos pueblos, lograron reducirlos y atraherlos [sic] perfectamente a su siniestro partido».20 En realidad, no estaban necesariamente «reducidos», ni eran «ignorantes», sino que más bien parecían conocer la situación.
La gravedad del asunto para la administración virreinal no terminó con la revolución de 1814 en Huamanga; al año siguiente, muchos indígenas de este partido, cuando el subdelegado Velarde quiso reducirlos «con los medios mas suaves y persuasivos a que satisfagan el tercio de tributo de Navidad del año pasado de 1814» se mostraron «mui resistentes y no convienen en la satisfacción del tercio vencido».21 Es decir, la propaganda y los ánimos insurgentes fueron hechos suyos por los indígenas al punto que se negaron a pagar los tributos que Velarde les exigía.
¿Quiénes actuaron en Parinacochas como caja de resonancia de las acciones y discursos rebeldes? Todo indica que el principal promotor de ideas insurgentes fue el cura de Parinacochas Melchor Cáceres, quien mantuvo amistad y comunicación fluida con Juan de Alarcón, uno de los líderes rebeldes de Huamanga y colaborador de los morochucos. Según Luis Eguiguren (1935), desde el Cuzco se envió al teniente Juan Carlos Flórez hacia Parinacochas para promover la revolución. Esta misma versión permanece en la memoria local (Ver anexo 1), en la cual el teniente Flórez en Parinacochas, según el CPMPP (1951), reunió hombres para reforzar las tropas de los rebeldes que se dirigían hacia Huamanga. Los líderes de este rearme y revuelta en Parinacochas fueron Pedro de Aramburú, autoproclamado «capitán de la patria», Melchor Cáceres, cura de Coracora, y Felipe Mendoza, cura de Pullo.
Melchor Cáceres, desde esta época mantuvo comunicación directa no solo con Juan Santos Alarcón, sino con personajes como Juan Boza, quien obedecía las órdenes de los rebeldes cuzqueños para habilitar «las minas de la Patria (Santa Cruz y Nuevo Potosí) en Parinacochas» (Eguiguren, 1914, p. 124). Es más, creemos al igual que Aguirre (2020) que para esta época, seguramente muy influidos por la coyuntura liberal de 1812, se formó una red de comunicación entre curas mestizos de la región. Aguirre (2020) asegura que existió comunicación fluida entre Melchor Cáceres y los curas Joseph Mariano Espinoza, cura de Huambalpa y Felipe Velasco Oré, cura de Cangallo, quienes comunicaban a sus feligreses sobre la abolición de tributo decretada en las cortes de Cádiz. Posiblemente, Cáceres también estaba en contacto con sus otros colegas más cercanos como José Mendoza, cura de Lucanas, Carlos Medina, cura de Corculla, y Felipe Mendoza, cura de Pullo; todos sindicados como «rebeldes» durante esta coyuntura de 1814 o más tarde a partir de 1820. Aún queda por estudiar el nivel de comunicación entre estos personajes, pero está claro que intercambiaron ideas importantes en el proceso independentista.22 El nivel de insurgencia de sus misivas se expresa en las siguientes palabras que Melchor Cáceres dirigió en 1823 al presbítero de Coracora Juan La Tapia, amigo suyo, pero a quien denunciaba como usurpador de su cargo al ausentarse Cáceres de Coracora para acudir al llamado de San Martín en Ica:
Mui [sic] señor mío: ya la rueda de la fortuna dio su vuelta y el antiguo despotismo ha sucumbido con las glorias de los tiranos y para que el cura de Coracora resivio [sic] y se puso en estado de recobrar sus antiguos años y no por este crea Vuestra Señoría sea vengativo con los que los que procuraron mi ruina y mis atrasos. Fui patriota y con esto digo mis virtudes y exijo mas de vosotros que inmediatamente me ha usurpado, sin que tenga título de excusa, pues tuvo el atrevimiento de esperar mi salida para presionar de mi beneficio despojando a Berrospi sin consultar siquiera de este hecho al Obispo [...], las quejas imponderables de mi feligresía de sus hostilidad y realismo y vicios han llegado a noticia del Sr. protector de este general y llego el tiempo de que Vuestra se vindique si acaso son deposiciones falsas y es cuanto puede decirle su reconocido amigo y capellán.23
La memoria local en Parinacochas sugiere que, junto a Melchor Cáceres, otro personaje que participó en la rebelión de 1814 fue José María Castañeda, uno de los hijos de la poderosa familia Castañeda que mencionamos al inicio. Posiblemente esto sea cierto, ya que como sugerimos antes, esta familia tenía razones para renegar de la administración virreinal, ya que sus reformas perjudicaban sus intereses. Nuestra hipótesis se fortalece más si tomamos en cuenta que para 1821 el coronel español José de Carratalá emprendió sus correrías por Parinacochas y los lugares con que se ensañó fueron las inmediaciones de Pacapausa y Rivacayco, justamente cerca de donde esta familia tenía sus propiedades y ejercía su rango de acción como rebeldes.
La guerra independentista se asoma a Parinacochas
José de San Martín, tras desembarcar en las costas peruanas, en septiembre de 1820, envió parte de su ejército hacia la sierra central, al mando de Juan Antonio Álvarez de Arenales, quien atravesó el territorio de Cangallo hasta llegar a Huamanga. En el trayecto encontró, según relatan las investigaciones de Igue (2008) y Pereyra (2021), muestras favorables a la causa libertadora por parte de los indígenas. Sin embargo, pese a que los rumores y proclamas independentistas llegaron antes que Álvarez de Arenales y generaron desplazamientos militares, la destrucción de la guerra llegó a Parinacochas con las campañas represivas de José de Carratalá.
Carratalá recibió la orden de «pacificar» los pueblos del sur de Huamanga con el objetivo de restablecer el tránsito entre esta región y el Cuzco. La ubicación geográfica de estos dos partidos —Lucanas y Parinacochas— fue vital porque eran dos caminos de tránsito hacia al Cuzco, donde el virrey La Serna ubicó su cuartel general. La orden de «pacificación» suponía que en estos territorios existía caos e intranquilidad. En efecto, el general Juan Ramírez comunicó a sus superiores que cuando Álvarez de Arenales atravesó estos territorios «y a pesar de que no fueron completos los sucesos que se prometía alcanzó sin embargo a revolucionar los partidos de San Juan de Lucanas y Cangallo» (Paz Soldán, 1868, pp. 135-136). El ánimo rebelde también se expresó en algunos pueblos de Parinacochas, prueba de ello son las amenazas y escarmientos sufridos por parte de Carratalá en los últimos meses de 1821.
Carratalá avanza sobre Parinacochas
En agosto de 1821, Carratalá se dirigió desde Huamanga hacia el sur, por lo que hoy se conoce como el valle de Sondondo. Estableció un cuartel general en Soras, avanzó sobre Cabana, Andamarca y luego San Juan de Lucanas. En todos estos lugares incendió y saqueó a sus poblaciones, pues encontró muestras de haber sido «seducidos» por quienes él llamaba «faccionarios de la soñada independencia».24
Ya para ese entonces, el ejército patriota había penetrado tanto en Lucanas como en Parinacochas estableciendo cuarteles generales en San Juan de Lucanas y Lampa, este último, doctrina de Parinacochas. Desde esos lugares, el capitán Francisco La Tapia y Melchor Espinoza, enviados por Guillermo Miller a sostener las guerrillas, informaron que en dicho territorio se habían formado «pequeñas partidas de guerrillas patriotas». Dos de los líderes locales fueron Alejo Pérez y un «indio llamado Velasco».25 Días antes, Alejo Pérez desde Lampa manifestó a Miller que tenía en su mando una fuerza efectiva de ٨٠ hombres, entre ellos ٥٠ armados con «fuciles [sic], tercerolas y caravinas [sic] y la mayor parte de gente aguerrida»26.
En Coracora, doctrina de Parinacochas, un claro líder de las guerrillas patriotas fue Mariano Velapatiño, denominado como «gobernador de Parinacochas». Este personaje logró que en un inicio su partido se haya «unido estrechamente y han formado una fuerza en masa la qual [sic] [...] se dirigen sobre Lucanas».27 La versión de la parte realista no dista mucho de esta percepción de «patriotismo» naciente, pues José Carratalá antes de incendiar los pueblos de Lucanas y Parinacochas había amenazado a sus habitantes desde Soras diciendo que «Algunos olvidados de su deber y su dicha han dado oído a las infamias de los revoltosos cometiendo con ellos crímenes de alta traición; y yo [...] soy destinado a castigarlos».28
¿«Cobardes enemigos de su suelo»?
El rearme en Lucanas no fue lo suficientemente fuerte para enfrentar a Carratalá, pues este pasó por este territorio sin ninguna resistencia armada. Cuando el jefe español avanzó sobre Parinacochas, el primer poblado con el que se topó fue Coracora, donde no había indicios de saqueo ni de incendios (¿por parte de los patriotas?) como en otras partes ¿Por qué Carratalá no atacó Coracora y sí a otros pueblos del mismo partido?29
Creemos que fue principalmente porque no encontró motivos para hacerlo como sí los halló en Lucanas, Chumpi, Pullo, Upahuacho y Rivacayco (Ver mapa de ataques). Es más, el citado gobernador de Parinacochas, Mariano Velapatiño, que semanas antes pretendía avanzar sobre Lucanas, fue víctima de una «contrarrevolución» organizada por Valentín Huisa, quien lideraba una importante «masa de indios».30 Velapatiño tuvo que huir con sus hombres hasta el pueblo costeño de Yauca pues le «entorpeció el ruido general de esa indiada tomando por diversos camino fuga, los que tengo duda, existan, o no con el mayor número de armas, que en tiempo hube repartido; y solo existen en mi poder, veinte».31
No tenemos documentación que pruebe una alianza entre Carratalá y el citado Valentín Huisa, pero lo cierto es que las acciones de la «indiada» que lideró hicieron retroceder a los hombres de Velapatiño hasta las orillas de la costa. Estas acciones son una muestra del complejo panorama que significó la conformación de guerrillas en Parinacochas pues no todo el tiempo, ni en todas las doctrinas, los indígenas y otros grupos se mostraron a favor del bando patriota, sino que incluso en determinados momentos como este, se posicionaron a lado de los realistas. Es más, muchos de ellos no acudieron al llamado que hizo Velapatiño para auxiliar al poblado de San Pedro, que tras acordar la reunión de ataque se esperaba que llegaran tres mil indios, pero cuando Velapatiño llegó al punto acordado dijo que «solo me encuentro, con ocho o dies [sic] hombres: donde yo principio a la justa desconfianza de estos cobardes enemigos de su suelo».32
Esta respuesta de «justa desconfianza» de la «indiada» de Coracora puede tener dos posibles explicaciones. La primera tiene que ver con el retroceso en las acciones frente a las amenazas que Carratalá ejerció contra aquellos que «faltan a su deber» y que por tanto eran merecedores del más vil castigo, como efectivamente sucedió con los poblados de Lucanas. Para este general, los insurrectos fueron seducidos por quienes soñaban con la independencia, tanto líderes locales como provenientes desde la costa, «á espensas [sic] de las desgracias de los pueblos, haciendo un juguete de cuantos los escuchan. Es preciso desengañarse de una vez y procurar el exterminio de estos terribles enemigos de la verdadera felicidad del país».33 De esa forma instó a «desengañarse» de aquellos «revoltosos» y apoyar al ejército realista, pues «nuestros ejércitos aprovechando circunstancias y la próxima venida de fuerzas de todas clases de la Península, acabará para siempre con las tropas enemigas».34 Para muchos indígenas y mestizos esa «felicidad» exaltada era una mentira, como intenté probar en el primer apartado, ya que la situación económica estaba a la deriva y además los procesos de liberalismo y la revolución de 1814 ya habían despertado expresiones de rebeldía como la negativa a pagar los tributos.
Por otro lado, el desánimo posterior de la «indiada» de Coracora frente a los patriotas podría entenderse como respuesta a los abusos, saqueos y cupos impuestos por Alejo Pérez y Joseph Eustaquio Acuña a los distintos poblados de Parinacochas y Lucanas. A este respecto, Mariano Velapatiño, meses antes había informado a Pardo y Zela que estos personajes robaron los armamentos y andaban «oprimiendo los pueblos libres con toda clase de contribuciones».35 En la misma línea va el informe del coronel Melchor Mendoza al entonces coronel Guillermo Miller:
Alexo Perez que según entiendo se ha hecho Comandante de una partida de vandidos [sic], que tomando el nombre del Señor General Don José de San Martin ha puesto contribuciones, ha saqueado los pueblos de las dos provincias adictas San Juan de Lucanas, y Parinacochas, y haciendo cuantas iniquidades son consiguientes á la conducta política de un hombre incivil y desnaturalizado; ha puesto en estado de canviarse [sic] por la causa del Rey a los adictos.36
Esta animadversión contra las guerrillas de Velapatiño cobra más sentido si consideramos que entre sus principales aliados, pese a sus desobediencias, se encontraban Alejo Pérez y Eustaquio Acuña. Esta no parece ser la única vez en que la «indiada» se torna en contra del ejército patriota pues Pardo y Zela en octubre de 1821 comunicó a Miller que al «Capitán La Tapia casi lo asesinan en San Juan de Lucanas los mismos indios de donde ha fugado [y], ese partido está en completa anarquía».37
Sea cual fuera los motivos por los que la «indiada» reaccionó en contra de los patriotas, lo cierto es que con estas acciones Carratalá atravesó sin perjuicio alguno hacia los siguientes pueblos. Como ya he mencionado, hay indicios de que los pueblos de Chumpi, Pullo, Upahuacho, Ribacayco, Alpalba y Cascara no tuvieron el mismo destino que Coracora, sino todo lo contrario; fueron saqueados e incendiados según relató el subdelegado de Parinacochas Ignacio Luna, debido a sus «obstinaciones y rebeldías».38 Incluso en la actualidad, la tradición local asocia lugares como las cavernas de Isno y Pachacchuasi en el distrito de Lampa como lugares donde Carratalá habría escondido algunas de las joyas saqueadas. Se cree que en las cavernas de Occo, en Oyolo, aún hay «tapados» desde la época de Carratalá. Lo mismo en Pacapausa hay una cueva llamada Santo Convento donde se habrían escondido todas las imágenes de la iglesia de Pacapausa temiendo el saqueo de dicho coronel.39
Figura 2: Correría de José de Carratalá y «contra revolución de Valentín Huisa» en Parinacochas ١٨٢١:
Elaboración propia a partir del mapa de la provincia de Parinacochas en el CPMPP. (1951),
Tomo I, p. 85.
Rastros de guerrillas patriotas antes de la Batalla de Ayacucho
A partir de 1822, Parinacochas fue testigo de otras incursiones esporádicas tanto de las fuerzas patriotas de Guillermo Miller como las de Gerónimo Valdés, del lado realista. Así, los esfuerzos patriotas locales estuvieron direccionados a participar en el asedio o retroceso de ambos ejércitos en los territorios de Arequipa y Andahuaylas. Uno de los jefes españoles que se aproximó desde Andahuaylas hasta Parinacochas para disuadir a las guerrillas patriotas fue Cayetano Aballe, quien apresó a Felipe Lisbona, con propiedades en Sacsara, acusado de insurgente y enviado como prisionero a la cárcel de Taquile en Puno.40
Por otro lado, aunque en la memoria local se han rescatado preponderantemente las acciones patriotas, es muy probable que existieran otras iniciativas de «contrarrevolución» semejantes a las de Valentin Huisa; en todo caso, no mucha gente estaba realmente convencida de plegarse a los patriotas, lo que deducimos a partir de la información y percepción que el ejército patriota obtuvo de este territorio con respecto al avance de la propaganda independentista. Por ejemplo, en abril de 1823, a Ignacio Delgado, tras haber sido nombrado teniente coronel de milicias y comandante militar del partido de Parinacochas, se le ordenó por parte del Ministerio de la Guerra desterrar “todos los odios y rivalidades que se han sembrado en el partido” pues se ha percibido que:
sus pueblos están divididos, y rivalizados de una manera muy perjudicial a la causa, y los enemigos solo sacan ventaja de su situación. Por consiguiente, tratará de uniformar los sentimientos, reunir los ánimos, reducir los pueblos que se nos han separado, y contener a qualesquiera [sic] díscolos que se atrevan a fomentar discordias.41
Esta disposición, viniendo desde el Ministerio de Guerra y Marina creado por San Martin, es reveladora porque da a entender que los habitantes de Parinacochas estaban enfrentados por las acciones que emprendían unos a favor de la causa patriota y otros a favor de los realistas. Cuando el Ministerio de Guerra y Marina alude a «díscolos» que fomentan la división, seguramente se refería a las acciones de Alejo Pérez, Eustaquio Acuña y Valentin Huisa u otros personajes de quienes no ha quedado mayor registro.
Así los pueblos que han sido captados por los realistas fueron percibidos por el ejército patriota como «pueblos que se les han separado de la causa patriótica», pero las disposiciones apuntan además al estado de conciencia de los beneficios de los revolucionarios. La instrucción reza así:
Ya que los Pueblos de Parinacochas no pueden por ahora ilustrarse en los principios fundamentales de nuestra regeneración, conviene [ad]ministrarles por lo menos unas ideas faborables [sic] del buen estado de nuestros negocios; que es el mayor estímulo. Para ello circulara los impresos que lleba [sic] y se le mandaran sucesivamente.42
Pese a todo, para agosto de 1823 se evidencia un contraataque patriota, luego de los desastres militares de Torata y Moquegua en enero de dicho año. Por ejemplo, se tenía noticias de que Miller junto a sus hombres incursionaron sobre estos partidos llegando el 15 de agosto hasta Pullo, poblado de la jurisdicción de Parinacochas. Según la información de un tal Portocarrero habían llegado hasta allí con noticias de éxitos.43 El propio Miller relata que en su breve tiempo por estos poblados se percató de algunas guerrillas que operaban a favor de la causa patriota. En esta incursión, el general inglés sacó a la luz el nombre de dos líderes que habían comandado estos movimientos locales: José María Castañeda y Alejandro Abarca.44
También en las correspondencias militares el nombre de estos dos guerrilleros aparece en contadas ocasiones. El 29 de agosto de 1823, los realistas interceptaron una carta del caudillo Abarca y, minimizando su accionar, dijeron que la fuerza que movía no era motivo para que algunos alcaldes y subdelegados abandonasen sus puestos.45 Luego, otro documento da cuenta de una serie de instrucciones para escarmentar a los alcaldes por haber hecho caso a lo que mandaba Abarca.46 Es muy probable que junto a Alejandro Abarca, Felipe Lisbona se desempeñase como otro líder guerrillero, pues según Mariano Velapatiño, fue nuevamente apresado por Cayetano Aballe y fusilado en Puquio por actuar en contra de los realistas.47
Por otro lado, desde el lado realista, el 5 de septiembre de 1823 se hace saber que el caudillo José María Castañeda actuaba en conjunto con sus hermanos —posiblemente Rudecindo Castañeda—. Uno de los líderes realistas mencionó desde Aymaraes que «los enemigos de Parinacochas se havian auyentado [sic] por la aproximación de las tropas del Coronel Rodil; y que solo inquietava [sic] el caudillo Castañeda con su hermano y algunos montoneros».48
Asimismo, el 8 de noviembre de 1823, José Antonio de Sucre en su intento por tomar control de la sierra, exigió a Pardo y Zela que se apoye en «las Montoneras de San Juan de Lucanas y Parinacochas que son las que están en mas capacidad de hostilizar al enemigo».49 Pero algo que se repite y que es una muestra también de cómo mucha gente pudo haberse encontrado en medio de dos fuegos son las exigencias, esta vez no de Carratalá sino de Sucre, quien si bien por un lado ordenaba a Francisco Paula de Otero que «[tratase] muy bien á todos los Pueblos sin permitir ningún ultraje a nadie: la tropa que conserve la mejor armonía con los paisanos», por otro indicaba que «exijirá [sic] a los vecinos lo que necesiten las tropas y todas las proviciones [sic] para el Egercito [sic]. [...] A la vez serán castigados severamente los que tengan relaciones o comunicaciones con los enemigos».50
Finalmente, para 1824, cuando ejércitos realistas y patriotas dejaban Parinacochas por las batallas finales de la independencia, los efectos de la guerra eran aún palpables, pues la gente local seguía armada y movilizada. Por ejemplo, Sucre, meses antes de la batalla de Ayacucho, desde el cuartel general de Mamara, dio instrucciones al comandante Astete para que se dirija a Chuquibamba, pero en su trayecto notará que:
en Lucanas y Parinacochas hay muchas armas que nosotros mismos repartimos a esos Pueblos el año pasado. El capitán Castañeda debe tener una fuerte guerrilla que se reunirá a la de Usted, y el Intendente de Parinacochas ha de reunir otra guerrilla para mandarla a Usted de refuerzo a Chuquibamba.51
Propaganda y nuevas expectativas
¿Qué factores motivaron el accionar patriota del gobernador de Parinacochas Mariano Velapatiño y de los guerrilleros Alejandro Abarca y José María Castañeda? Postulo como hipótesis que fueron tres factores principales. Un primer motivo tiene que ver con las posibilidades de una vida mejor vislumbrada a futuro por parte de Velapatiño y Castañeda, y otros tantos personajes anónimos que actuaron bajo sus órdenes, ya que no se encontraban conformes con el sistema que vivían. A este factor se sumó, en segundo lugar, los efectos de la propaganda insurgente con promesas de abolición de tributos para la población indígena que había calado bien para el caso de Cangallo. Velapatiño, posiblemente de posición liberal, y Castañeda, perjudicado por el incremento de impuestos, tenían motivos suficientes para tomar las armas. El tercer factor tiene que ver con las animadversiones generadas por la propia guerra, que llevó a algunos a plegarse a la causa patriota por la violencia desmedida de Carratalá, mientras que otros, quienes sufrieron el rigor del ejército independentista adoptaron la posición contraria. La combinación de todos estos factores generó nuevas expectativas de cambio que fueron aprovechadas por algunos personajes, cuando la guerra por la independencia era inminente. Pero al mismo tiempo, también incentivó una suerte de división de posiciones entre distintos pueblos de Parinacochas que era evidente para meses antes de la batalla de Ayacucho.
El cura de Melchor Cáceres ejemplifica muy bien la inserción de la propaganda de los revolucionarios no solo en el actual Perú, sino en el territorio sudamericano más ampliamente. Este religioso mantuvo una relación cercana con el mestizo Juan de Alarcón, conocido por su fluida comunicación con Manuel Belgrano desde 1812 así como su participación en las guerrillas de Cangallo en 1814 y 1821.52 Juan de Alarcón tejió una red de confianza con distintos actores de la intendencia de Huamanga, entre ellos Melchor Cáceres, quien en 1822 declaró con respecto a Alarcón que fue «el primer patriota que se descubrió en Guamanga. Publicando y difundiendo los establecimientos de la independencia de que le llegaron del Señor General Belgrano desde Chile; y últimamente de Señor Gran Mariscal Don Juan Antonio de Arenales».53 Se deduce de esta declaración que el cura Cáceres y Alarcón no solo mantenían amistad, sino que abrazó tempranamente la opción revolucionaria y propulsó «promesas» primero de Belgrano y luego de Álvarez de Arenales.
Prueba de lo afirmado es su viaje desde su doctrina hasta Lima para ser uno de los firmantes del acta de la Independencia del 15 de Julio de 1821.54 Incluso, San Martín le hizo llegar su agradecimiento y le nombró su capellán de honor por sus «efectivos servicios que ha rendido a la causa de la libertad del Perú [...], y para dar una prueba del aprecio que me merece su patriotismo en nombrarle capellán de honor del gobierno».55
No es ilógico sostener entonces que Melchor Cáceres difundió propaganda revolucionaria hacia sus feligreses, prometiendo un mejor futuro donde los indígenas estarían libres de impuestos y deudas que tanto les agobiaba tras las figuras de los subdelegados de Parinacochas. Así, probablemente sus feligreses confiaron en su figura, ya que en los años anteriores a 1820 defendió a los alcaldes indios de los subdelegados abusivos e incluso habría participado en la propagación de proclamas cuando la revolución cuzqueña de 1814 llegaba a la intendencia de Huamanga.56 Ejerció el rol de un «mediador cultural» donde el uso del quechua en sus sermones incentivó la confianza entre sus feligreses para que la información subversiva se trasladara hasta los indígenas, quienes en muchos casos no sabían leer.57
Es plausible, asimismo, que las expectativas por un futuro más prometedor, en lo personal, también haya pesado en sus decisiones. La carrera religiosa de Melchor Cáceres se inició en la pequeña jurisdicción de Oyolo en 1814, luego, en 1820, pasó a ser vicario de Coracora, una doctrina con mayor prestigio debido a la mayor cantidad de feligreses y, finalmente, a partir de 1821 fue nombrado capellán de honor del protectorado. Una carrera de ascenso poco común, tomando en cuenta que muchos curas no lograban ascender tan rápidamente. Tras la victoria en la batalla de Ayacucho, desde el partido de Huanta, Cáceres expresó su felicidad al enterarse del triunfo patriota:
Jamas he tomado ni tomare con mas jubilo la pluma que en la presente ocasión [sic] para contestar a la apresiable [sic] de Vuestra Señoría Ah! mi General vensimos,[sic] la Patria es victoriosa. Canterac Carratala, Valdés y el Virrey, son prisioneros, ¿y que mayor noticia puedo impartir a Vuestra Señoría? ni necesito más expresión para llenar su corazón de todo júbilo. [...] hemos hecho lo que se ha podido a fin de tener o mantener el Patriotismo en estos Pueblos, pues ya veíamos la indiferencia en que estábamos expuestos.58
Del mismo modo, la defensa de los intereses familiares por los Castañeda tuvo buenos resultados, pues tras la consolidación de la independencia José María Castañeda llegó a ser nombrado intendente de Parinacochas, prefecto de la misma provincia en 1834 y 1844; y para 1854, fue nombrado por Ramón Castilla encargado de la Guardia Nacional de Lucanas y Parinacochas. Lo mismo ocurrió con Mariano Velapatiño, quien en 1827 fue nombrado prefecto coronel y tesorero de Ayacucho; en 1829 fue elegido diputado por Parinacochas y en 1832 obtuvo el cargo de prefecto en dicha provincia.59 El caso de Velapatiño refuerza la hipótesis de Sala i Vila (2011) en el sentido de que quienes ocuparon cargos de gobierno bajo el liberalismo hispano asumieron posiciones relevantes en la temprana república.
Es decir, el haber luchado en las guerras por la independencia les confirió a estos personajes un capital político respetable que finalmente los llevó a asumir cargos en la burocracia de la nueva república. En el caso de José María Castañeda, parece que obtuvo desde el inicio cierto rédito económico y clientelar que le dio el capital político para formar alianzas y financiar guerrillas. Ese margen de acción fue crucial para que en una coyuntura crítica pudieran desplegar su potencialidad de movilidad social.
¿Quiénes cargaron los costes de la guerra?
La guerra independentista en Parinacochas generó costos humanos y materiales inmensos. Basta intuir la cantidad de personas que murieron en los incendios cometidos por Carratalá en los distintos pueblos ya señalados. Estos sucesos quedaron marcados hondamente en la memoria colectiva local, por ello los parinacochanos del presente lo recuerdan cada año enfatizando en los estragos que causó. Es más, hasta el año de 1951 los parinacochanos usaban el apelativo de «Carratalá tiempo»60 para referirse a cualquier autoridad abusiva.61 No sabemos con exactitud cuántas personas murieron, huyeron o fueron reclutadas represivamente para pertenecer a los bandos enfrentados, pero tenemos algunos indicios. Por ejemplo, en 1823, cuando al subdelegado de Parinacochas Ignacio Luna le increparon por qué había hecho una reducida entrega de tributos, este respondió:
1Ro. Que el señor brigadier Don José Carratalá cuando pasó por aquel partido por objeto de pacificarlo, [...], con las tropas que llevaba, reclutó mucha gente de la casta de contribuyentes que por generalidad de voces contrajo poco mas o menos siento y sincuenta [sic] individuos de los pueblos de un trancito [sic], Coracora, Chumpi, Pararca y Pausa de quienes no habrá vuelta la quarta [sic] parte de Guamanga donde fueron constituidos.
2do. Que el incendio de los pueblos de Upahuacho, Ribacayco, Alpalba y Cascara de orden del mismo señor General por sus obstinaciones y rebeldía, y del de muchos que de la del comandante de casadores [sic] Don José María Pereyra, ocasionó, la emigración de esta misma clase y otras gentes a la costa por la comodidad de la inmediación, como que hasta el día los dichos pueblos en la mayor parte, se hallan asefalos [sic].62
Ante la violencia desatada, mucha gente, en vez de alinearse con alguno de los bandos enfrentados, decidió huir de la destrucción de la guerra y ponerse a salvo en las inmediaciones de la costa. Francisco de Amaz, cura de Pausa, doctrina de Parinacochas, aseguró que Carratalá no escatimó en destruir incluso las propias iglesias y saquear sus pertenencias, lo cual generó animadversión en los propios españoles fieles a la corona como lo fue el caso de este párroco. Textualmente Amaz denunció que:
el General Carratalá, que en una otra provincia ha incendiado casa y pueblos enteros, saqueado cuanto su despótica ambición ha podido, sin perdonar aun los templos consagrados al Dios Todos poderosos, llevándose cálices, copones y desnudando los frutales de plata, por haberse retirado todos los habitantes, hasta los párrocos, por temor a sus sacrilegios. 63
Por otro lado, sobre los costes materiales, Flavio Huamani (2024) encontró que en Parinacochas la cobranza de diezmos disminuyó debido a los asaltos a los productos agrícolas llevados a cabo por ejércitos realistas españoles y patriotas. En efecto, el citado subdelegado de Parinacochas Ignacio Luna informó que todo el monto recaudado del diezmo está «[invertido], en los varios objetos, que ha contraído este ministerio de encargo superior, por las necesidades del Batallón de Depósito de Andaguailas y casadores ligeros, cituados [sic] en Coracora, por la aproximación del Caudillejo Miller».64
Estos perjuicios de la guerra afectaron a casi todos los actores, incluso a las familias más acomodadas. Por ejemplo, cuando desde Huamanga el ejército realista pedía a los vecinos más pudientes auxilios económicos, el recaudador de diezmos de Parinacochas Ignacio Montoya anunció que no podía asistir a esta solicitud debido a las muchas pérdidas que sufrió en las «actuales calamidades y demás que las críticas y tristes circunstancias que ofrece el tiempo ya son notorias», denunció incluso haber perdido sus «burros que sin restitución se han recogido de todas las haciendas de esta demarcación para el carguío de ropas y otros distintos para el servicio de las Tropas Nacionales siendo estas unos motibos [sic] que acreditan una común ruina».65 De modo que la guerra entre los bandos enfrentados fue también una guerra por administrar los recursos que sostenían a los ejércitos, en la cual los más afectados terminaron siendo los actores locales. Ellos usaron para sus propios intereses los conocimientos del lugar, apoyaron a quienes les convenía y pelearon contra quienes les perjudicaba. Por ello, se ganaron en ciertos momentos el apelativo de «patriotas ejemplares» y en otros casos de «cobardes enemigos de su suelo».
Entonces ¿quiénes sostuvieron el costo que la guerra generaba? Los indígenas pagaron el diezmo que fue direccionado a sostener el ejército realista y también fueron ellos quienes sufrieron los cupos y saqueos que el ejército patriota cometió. Por ello, es natural percibir que, en algunos momentos, hartos de estas injusticias, respondieron en contra de los realistas o de los patriotas, mientras que los sectores más acomodados, como el caso de la familia de Ignacio Montoya, juraron fidelidad incluso en los momentos más aciagos de la guerra. Esto no quiere decir que la posición económica fuese determinante en la elección por un bando; el caso de los Castañedas lo desmiente, pero definitivamente fue un factor importante que explicaría por qué las guerrillas que se conformaron tanto del lado de los patriotas como de los que generaron la «contrarrevolución» fueron justamente los denominados como «indiada».
Conclusiones
La escenificación realizada en la Plaza de Acho, que muestra a Carratalá incendiando y saqueando pueblos en Parinacochas que trajimos a colación al inicio, es una muestra de que los efectos de la guerra independentista, doscientos años después, no han cesado y permanecen en la mente de las nuevas generaciones. Desde el momento de la perpetración de dichos actos terroristas, esa historia, a fuerza de repetición, ha quedado sedimentada en la memoria colectiva. Y ahora, por motivos del bicentenario, los parinacochanos no han perdido la oportunidad de rememorarlos. Este artículo es un intento también por rememorar y reconstruir esa historia; valiéndonos de documentación, exploramos los silencios de esa memoria colectiva.
Por ello, si bien este artículo no siempre da respuestas contundentes, abre la discusión sobre los roles que ejercieron los habitantes de Parinacochas en el proceso independentistas y muestra que la amplia generalización de presentarlos como puramente «patriotas» impide observar los matices y las razones por las cuales hubo gente que también optó por la posición contraria.
Constatamos que en los años previos a 1821 había ya antecedentes de actos rebeldes espoleados por la fugaz coyuntura liberal y la rebelión de 1814; personificados en los Castañeda, el cura Melchor Cáceres y Mariano Velapatiño. Estos personajes, una vez que la guerra fue inminente (1820-1824), lucharon abiertamente por la posición patriótica; ya sea liderando guerrillas, propagando información insurgente o informando a los mandos mayores sobre la situación material y social. Pero al mismo tiempo, hubo otra gente (indígenas y españoles) que defendieron la causa del rey y por ello fueron catalogados como contrarrevolucionarios o «enemigos de su suelo». Y es que la guerra y sus perjuicios tanto de realistas, como de patriotas fue otro factor para que la población tomase la opción que más le convenía en ese momento.
Sin duda, las acciones que sucedieron en estos años de intensas luchas no merecen una historia simplista, por el contrario, creemos que hay que complejizar las historias que estamos acostumbrados a escuchar para entender las motivaciones de los diversos actores; no tanto como héroes sino como personas de carne y hueso. Esta visión ha guiado este artículo y por ello sugiero que los actores sociales analizados fueron parte de esta historia trágica, ya sea a través de las armas, pagando los diezmos para sostener a los ejércitos, brindando abastecimientos, entre otras funciones, y actuaron conforme a la previsión de nuevas y mejores expectativas o en respuesta a los daños de quienes se llamaban «revolucionarios». Se trata pues de una historia compleja donde en un inicio la propaganda, las amenazas, las ambiciones, los miedos; y luego las armas, el terror, las promesas, las imposiciones —como factores internos y externos— movilizaron a la gente en ambas direcciones.
Complejizar esta historia no es de ningún modo negar que los parinacochanos hayan tenido una activa participación en esta guerra, todo lo contrario; al explorar los silencios y vacíos que no se han contado año tras año se da mayor realce a estos hombres y mujeres que en momentos difíciles tuvieron que asumir un rol protagónico.
Archivos
AAAy Archivo Arzobispal de Ayacucho
ARAy Archivo Regional de Ayacucho
AGN Archivo General de la Nación
AMNAAHP Archivo del Museo Nacional de Antropología, Arqueología e Historia del Perú
BNP Biblioteca Nacional del Perú
CDIP Colección Documental de la Independencia del Perú.
CPMPP Centro Provincial del Magisterio Primario de Parinacochas. (1951). Monografía de Parinacochas. Para Todos.
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Anexos
Anexo 1: Placa en honor a los héroes de la provincia de Parinacochas que participaron en la
independencia, realizada por el Consejo Provincial de Parinacochas por motivo del sesquicentenario
de la Independencia. Fotografía propia.
Anexo 2: Placa en honor al héroe José María Castañeda, ubicada en el obelisco de la plaza
Jorge Chávez en Coracora y elaborada por la Municipalidad Provincial de Parinacochas,
Municipalidad distrital de Pacapausa y la Comisión Pro Busto e Historia en Lima en el 2018.
Fotografía propia.
Anexo 3: Busto del héroe José María Castañeda ubicada en el parque central del distrito
de Pacapausa-Parinacochas-Ayacucho. Este monumento fue gestado por la Asociación Fraternal
Hijos de Pacapausa, la Municipalidad de Pacapausa, comisiones recaudadoras; intelectuales
y artistas como Agripina Canales, Jacinto Huayta, Julio y Walter Humala.
1 Ver la escenificación en la siguiente plataforma: https://www.youtube.com/watch?v=rR8pq9aQ5kQ&ab_channel=KipuPer%C3%BA
2 Las doctrinas eran: Coracora, Chumpi, Pullo, Pauza, Lampa, Pararca, Pacapauza, Colta, Oyolo, Corculla, Charcana, Pampamarca, Huaynacotas, Sayla y Saina.
3 Centro Provincial del Magisterio Primario de Parinacochas (en adelante: CPMPP). (1951), Tomo I, p. 207.
4 ARAy: Intendencia, Pedimientos, 1810, Leg, 48, Cuad, 44, f. 6.
5 Ibid.
6 CCPMPP. (1951), Tomo I, p. 207.
7 Ibid. p. 207
8 CDIP, Tomo XIII, Vol. 2, p.12.
9 AGN, GO_BI 5 /Leg:168/Cuad:667
10 Ibid.
11 Ibid.
12 AGN: GO_BI 5 /Leg. 168, cuad: 667, f.19-19v
13 AGN: BO_BI_2 Leg. 85, cuad: 1291, f. 2.
14 Ibid., f.3
15 Ibid.
16 CDIP, Tomo 4, vol. 1 p. 566
17 Revisar Canales (2022, p. 132)
18 ARAy, Intendencia, leg. 48, cuad: 21, f. suelto.
19 CDIP, Tomo III, Vol. 7, p. 584-585
20 AGN: GO-CO-2, leg, 211 cuad: 3277, f. 1.
21 Ibid.
22 Aguirre (2017) incluso sugiere un número mayor de vasos comunicantes entre quienes se encuentran los presbíteros de la familia Munárriz Medina, José María Valentin, Pedro Mariano y José Mariano, Melchor Cáceres, Felipe Velasco Ore, Ángel Pacheco Gutierrez de Quintanilla, quienes se habrían encargado de comunicar los postulados de la constitución gaditana.
23 AMNAAHP, 002440, f.1. [énfasis añadido]
24 Tomado de Paz Soldán, M. (1868) p. 155.
25 CDIP. Tomo V, vol. 1, p. 368. Aunque luego se informará que cometían actos «contrarrevolucionarios».
26 Ibid., p. 357
27 Ibid., p. 476
28 Tomado de Paz Soldán, M. (1868), p. 155.
29 En la tradición local, la Virgen de las Nieves, patrona de Coracora, habría intercedido en los sueños de Carratalá haciéndoles amenazas para que no toque nada de su iglesia. (CCPMPP, 1951, pp. 217-218)
30 CDIP, Tomo V. Vol. 1, p. 478
31 Ibid.
32 CDIP, Tomo V. Vol. 1, p. 478, [cursivas añadidas]
33 Ibid.
34 Ibid.
35 CDIP, Tomo V, Vol. 1, p. 424.
36 CDIP, Tomo V, Vol. 1, p. 368. [cursivas añadidas]
37 CDIP. Tomo V, Vol. 1, p. 392.
38 BNP. D 10441, f.12
39 CPMPP. (1951), Tomo I, p. 592
40 Ibid. pp. 222-223
41 CDIP: Tomo V, vol 4. p.279.
42 Ibid, p. 279. [cursivas añadidas]
43 CDIP: Tomo V, vol., 5. p.139
44 Miller (1829) menciona de ellos: «Los bizarros y perseverantes jefes de montoneros Castañeda y Abarca con su gente fueron muy útiles al coronel Miller, a cuyas órdenes se pusieron voluntariamente. Ambos murieron después, lidiando contra los opresores de su país». (p. 45).
45 CDIP: Tomo V, vol. 5. p.165.
46 CDIP: Tomo V, vol. 5. p. 167.
47 CPMPP. (1951), Tomo I, p. 235.
48 CDIP: Tomo V, vol. 5. p.175 [cursivas añadidas]
49 CDIP: Tomo V, vol. 5. p.230.
50 CDIP: Tomo V, vol. 6. pp. 41-42.
51 CDIP: Tomo V, vol. 6. p. 81, [cursivas añadidas]
52 Un estudio más completo acerca de este personaje revisar Gustavo Vergara (1955).
53 Tomado de Vergara (1955, p. 104).
54 CDIP, Tomo XIII, Vol. 2, p.12.
55 Tomado de Vergara (1955), p. 104.
56 Véase CPMPP. (1951), Tomo I, p. 208.
57 Velásquez (2017) propone que los sectores populares también adquirieron un vocabulario político propio de la modernidad, en los espacios rurales destacaron personajes quienes retrasmitían la información convirtiéndose así en mediadores culturales.
58 CDIP: Tomo V, vol. 6. p. 126, [cursivas añadidas]
59 Véase CPMPP. (1951), Tomo I, p. 416.
60 Por experiencia personal, doy fe de que la palabra “Carratalá” hasta hoy se usa por los quechuahablantes parinacochanos -como el caso de mi abuela- para designar a las personas como travieso, inquieto, terrible, maldito. De modo que en dicha palabra ha quedado resignificado el trauma social vivida a causa de José Carratalá.
61 CPMPP. (1951), Tomo I, p. 218.
62 BNP, D 10441, f.12
63 Citado por Virgilio Roel (1988, p. 302)
64 ARAy. Intendencia, Diezmos (1811-1820) expediente 28, leg. 40, f. 1.
65 ARAy; Intendencia, Diezmos 1800-1824, expediente 72, f. 12.