Entre la evocación, las obras
y el descontento:
la conmemoración del sesquicentenario
de la batalla de Ayacucho
Nelson E. Pereyra Chávez
Universidad Nacional de San Cristóbal de Huamanga
ORCID: https://orcid.org/0000-0003-0070-131X
doi: 10.46476/ra.v6i1.199
Recibido: 03-11-24
Aprobado: 26-05-25
Resumen
En 1974, el gobierno militar de Juan Velasco Alvarado organizó la conmemoración del sesquicentenario de la batalla de Ayacucho, una celebración que ha recibido escasa atención por parte de la historiografía. Este artículo analiza las características de dicha conmemoración y las reacciones que generó en la sociedad ayacuchana. A partir de tres niveles de análisis -el proyecto conmemorativo oficial, las respuestas de la población local y la postura de una organización reacia al sesquicentenario- se argumenta que el régimen impulsó una conmemoración impuesta desde arriba, centrada en la realización de obras públicas. Esta iniciativa, sin embargo, no logró conectar con las expectativas de una sociedad regional con la que mantenía una relación conflictiva. Además, la conmemoración suscitó una oposición radical en Sendero Luminoso, ya que este grupo condenaba al régimen militar y proclamaba la destrucción del proceso histórico del que la batalla de Ayacucho formaba parte.
Palabras clave: conmemoración, sesquicentenario, batalla de Ayacucho, gobierno militar, sociedad regional.
Between evocation, projects and discontent: the commemoration of the sesquicentennial of the battle of Ayacucho
Abstract
In 1974, the military government of Juan Velasco Alvarado organized the commemoration of the Sesquicentennial of the battle of Ayacucho, a celebration that has received little attention from historiography. This article analyzes the characteristics of this commemoration and the reactions it generated in the Ayacucho society. It works three levels of analysis that account for the official commemorative project, the responses of the local population and the position of an organization reluctant to the Sesquicentennial. This paper argues that the military regime promoted a commemoration from above focused on public works, which failed to connect with the expectations of a regional society with which it maintained a conflictive relationship. Moreover, the commemoration aroused radical opposition from Sendero Luminoso (The Shining Path organization), which condemned the military regime and proclaimed the destruction of the historical process of which the battle of Ayacucho was a part
Keywords: commemoration, sesquicentennial, battle of Ayacucho, military government, regional society.
Entre evocação, obras e descontentamento: a comemoração do sesquicentenário da batalha de Ayacucho
Resumo
Em 1974, o governo militar de Juan Velasco Alvarado organizou a comemoração do Sesquicentenário da Batalha de Ayacucho, uma celebração que recebeu pouca atenção da historiografia. Este artigo analisa as características dessa comemoração e as reações que ela gerou na sociedade de Ayacucho. Com base em três níveis de análise que levam em conta o projeto comemorativo oficial, as reações da população local e a posição de uma organização que se opõe ao Sesquicentenário, argumenta que o regime militar promoveu uma comemoração de cima para baixo, centrada em obras públicas, que não conseguiu se conectar com as expectativas de uma sociedade regional com a qual mantinha uma relação conflituosa. Além disso, a comemoração despertou a oposição radical do Sendero Luminoso, que condenou o regime militar e proclamou a destruição do processo histórico do qual a Batalha de Ayacucho fazia parte.
Palavras-chave: comemoração, sesquicentenário, batalha de Ayacucho, governo militar, sociedade regional.
Introducción
En el 2024 el país evocó los 200 años de la batalla de Ayacucho. La conmemoración formó parte del ciclo celebratorio por el bicentenario de la independencia nacional gestionado desde el Estado, mediante el Proyecto Especial Bicentenario. Esta organización estableció una agenda centrada en la diversidad cultural del Perú para reconocer un nuevo tipo de identidad ligada a elementos culturales como la gastronomía, los sitios prehispánicos o la música cumbia para así alcanzar un país más justo y equitativo.
Las intenciones del Proyecto Especial Bicentenario coincidieron con una estructura discursiva que resalta un Perú exitoso con el crecimiento económico, así como emprendedor y competitivo en el mundo global. En contraposición, aparece un discurso crítico que pone énfasis en las desigualdades sociales, en la falta de representación política y en las inequidades del neoliberalismo. En medio de la crisis política, ambos discursos confrontados resultaron en posiciones extremas fundamentadas con referencias históricas. Mientras que el discurso crítico desestimó la independencia en favor de la evocación prehispánica y la condena por los 300 años de dominación colonial, el otro reivindicó el aporte hispano en la construcción del Perú como nación mestiza (Vergara, 2022; Coronel y Lossio, 2023).
En la coyuntura conmemorativa, ambas narrativas fueron complementadas por una tercera elaborada en el interior del país, la cual asociaba el bicentenario con la construcción de infraestructura como símbolo de una modernización aún pendiente. Tal relación proviene de un recuerdo nostálgico del gobierno militar de Juan Velasco Alvarado (1968-1975), quien celebró el Sesquicentenario de la Independencia Nacional con obras públicas que han quedado en el recuerdo de la población.
Incluso, para algunos autores, el sesquicentenario adquiere peculiaridad por su proyecto conmemorativo de corte académico con un discurso de base histórica que buscaba legitimar las reformas emprendidas por el régimen militar (Aguirre, 2018; Rojas, 2021). López Soria llega a señalar que dicha conmemoración se insertó en un proyecto de refundación de la República, con la inclusión de los «sectores tradicionalmente marginados y sus pertenencias lingüísticas, culturales, etc.» (2021). Pero, ¿las poblaciones del interior del país se integraron a dicho proyecto o elaboraron sus propias estructuras discursivas alternas o contrapuestas a la de los militares?
En el presente artículo se pretende responder esta pregunta a partir del análisis de la conmemoración del sesquicentenario de la batalla de Ayacucho. Se parte de la premisa general de que la celebración de 1974 fue distinta a la de 1971 no solo por los cambios de la coyuntura internacional, sino por las mutaciones del mismo régimen militar; por lo tanto, generó diferentes respuestas especialmente en una sociedad regional como la ayacuchana, que en 1974 fue el núcleo de la celebración por los 150 años de la última batalla por la independencia hispanoamericana. Para el análisis, se recurre a tres escalas: la escala macro, orientada a analizar la organización de la conmemoración; la escala intermedia, para la respuesta de la población ayacuchana a la conmemoración oficial; y la escala micro, a fin de estudiar a una organización que niega el sesquicentenario y fue muy crítica al gobierno militar.
De Comisión Nacional a Comisión Mixta: el sesquicentenario y el gobierno militar
Durante el gobierno militar de Velasco Alvarado, el Perú conmemoró el sesquicentenario de la independencia nacional y de las batallas de Junín y Ayacucho. Debido al terremoto y alud del 31 de mayo de 1970, que sepultó la ciudad de Yungay y ocasionó 30.000 víctimas, el régimen organizó un programa conmemorativo austero, con el que vinculó la independencia de 1821-1824 a su proyecto de reformas que buscaban modificar la estructura del país.1 Además, destacó a Túpac Amaru II como la principal figura de la emancipación, relegando a los precursores y próceres criollos y a los Libertadores San Martín y Bolívar a un segundo plano.
El 16 de septiembre de 1969, mediante el Decreto Ley N.° 17815, el gobierno militar creó la Comisión Nacional del Sesquicentenario, presidida por el general Juan Mendoza Rodríguez y conformada por militares y académicos.2 La comisión impulsó diversas iniciativas: la construcción de monumentos, la organización del IV Congreso Internacional de Historia de América, la realización de concursos y actos conmemorativos y la publicación de documentos en la Colección Documental de la Independencia del Perú.
Esta colección respaldó la tesis de la historiografía nacionalista, la cual indica que la independencia fue resultado de una conciencia nacional previa, que unió a criollos, mestizos e indígenas en la lucha contra los realistas, aunque también evidenció la jerarquía social de fines de la colonia (Loayza, 2016, p. 45; Méndez, 2014, p. 42). Tal proposición opacaba el discurso del régimen militar de la independencia como proceso inconcluso, pero también coincidía con su creencia de una identidad peruana que explicaba la emancipación y los esfuerzos por una «segunda liberación» a partir de 1968 (Aguirre, 2018, p. 64).
Como efecto no previsto, dicha tesis motivó una interpretación marxista, formulada por Heraclio Bonilla y Karen Spalding (1981), mediante la cual se cuestionaba la conciencia y unidad nacional por la emancipación y atribuía la independencia a factores económicos globales —como la crisis del Imperio español y el posicionamiento económico de Inglaterra— y a la intervención de los ejércitos de San Martín y Bolívar. Esta interpretación fue rechazada por la Comisión Nacional y el gobierno militar, que reaccionó con actitudes represivas, al punto de amenazar a Bonilla con retirarle la nacionalidad peruana.
Con el trabajo de la Comisión Nacional, el régimen militar conmemoró en julio de 1971 el sesquicentenario de la independencia nacional con ceremonias cívico-militares y desfiles que en el interior del país se confundieron con la tradicional fiesta de Santiago y culminaron con corridas de toros. En Lima, el 27 de julio se inauguró el monumento a los precursores y próceres de la independencia en el distrito de Jesús María; el 28 se ofició una misa Te Deum en la catedral, así como un homenaje al Libertador San Martín y el mensaje del presidente Velasco en Palacio de Gobierno; y el 29 de julio se desarrolló el desfile militar en la Av. Brasil (El Comercio, 1971, p. 1).
Aunque la evocación del sesquicentenario de la independencia culminó en 1971, el gobierno militar prolongó su interés conmemorativo hasta 1974, año del sesquicentenario de las batallas de Junín y Ayacucho. Mediante el Decreto Ley N.° 18921 amplió las funciones de la Comisión Nacional hasta el 9 de diciembre de 1974. El general Mendoza Rodríguez, para demostrar su capacidad de gestión, inició de inmediato la planificación. En diciembre de 1971 visitó Ayacucho junto con otros miembros del grupo y presentó al primer ministro, Ernesto Montagne Sánchez, un programa centrado nuevamente en la evocación histórica, que incluía la publicación de los volúmenes restantes de la Colección Documental, la construcción de monumentos y conferencias sobre las batallas. No obstante, también propuso la participación de delegaciones de países bolivarianos en la ceremonia central del 9 de diciembre de 1974 (Comisión Nacional del Sesquicentenario de la Independencia del Perú, 1971a, p. 3).
En ese sentido, la Comisión Nacional esbozó un plan de obras para el desarrollo de Ayacucho al que denominó «Plan Ayacucho». Esta propuesta contemplaba la mejora de los servicios de agua potable, alcantarillado, energía eléctrica, educación, salud y vivienda; la restauración de monumentos históricos y espacios públicos; el desarrollo de la agricultura y la minería; la construcción de la carretera a Castrovirreina y Pisco y de vías de penetración a la Amazonía; así como la colonización del valle del río Apurímac. (Comisión Nacional del Sesquicentenario de la Independencia del Perú, 1971b, pp. 11-16).
El régimen militar, a través de sus diferentes ministerios, se comprometió a ejecutar las obras señaladas en el «Plan Ayacucho». Asignó un presupuesto de 700 millones de soles oro para la refacción del palacio municipal de Huamanga; el acondicionamiento de la Prefectura y el Hotel de Turistas en Ayacucho; la construcción del mercado, del estadio, de la Oficina Regional de Difusión del Centro, de la retransmisora de Radio Nacional, de plantas eléctricas en Ayacucho, Huanta, Puquio y Chaviña, de 60 centros educativos, del aeropuerto, carreteras y del edificio de la Oficina de Correos y Telégrafos. Asimismo, presupuestó la ampliación de la planta de tratamiento de aguas residuales, la mejora de los servicios de agua potable y desagüe y la construcción de viviendas en Ayacucho. Además, otorgó asignaciones especiales a los ministerios de Guerra, Salud y Agricultura y a SINAMOS para obras de bien social (Expreso, 1973, p. 3). A la banca estatal de fomento se le encargó la restauración de casonas coloniales para instalar en ellas sus oficinas y a la Comisión Nacional, la construcción de un monumento en la pampa de Ayacucho, lugar donde sucedió la batalla del 9 de diciembre de 1824 (Comisión Nacional del Sesquicentenario de la Independencia del Perú, 1972a, pp. 77-79).
Las obras empezaron a ejecutarse en el segundo semestre de 1972, con incentivos legales y tributarios para créditos de vivienda y para la gestión cultural en Ayacucho y con la licitación para ejecutar el proyecto de monumento del escultor catalán Aurelio Bernardino Arias en la pampa de Ayacucho, con un presupuesto base de 5’670,140 soles oro (Comisión Nacional del Sesquicentenario de la Independencia del Perú, 1972b, p. 63).
En 1973, el gobierno de Venezuela se sumó al proyecto conmemorativo a partir de la «Declaración de Lima» suscrita por el presidente venezolano Rafael Caldera Rodríguez —cuyo régimen buscaba estrechar lazos con los demas gobiernos de América del Sur respetando la pluralidad de sistemas políticos— y su homólogo peruano Juan Velasco Alvarado. La declaración dispuso la creación de una Comisión Mixta Peruano-Venezolana para la conmemoración del sesquicentenario de las batallas de Junín y Ayacucho y la construcción de un monumento en pampa de Ayacucho, además de otros puntos (Comisión Nacional del Sesquicentenario de la Independencia del Perú, 1973a, p. 122).
La Comisión Mixta fue creada el 24 de octubre de 1973. El gobierno venezolano designó como integrantes a sus ministros de Relaciones Interiores, Relaciones Exteriores, Defensa y al embajador de Venezuela en el Perú. En nuestro país, el nuevo grupo de trabajo generó preocupación en la Comisión Nacional del Sesquicentenario de la Independencia Nacional debido a una posible duplicación de funciones; sus integrantes sugirieron que la Comisión Mixta solo asesore a la cancillería peruana en la commemoración y mejore el monumento (Comisión Nacional del Sesquicentenario de la Independencia del Perú, 1973b, pp. 125-126). Velasco Alvarado finalmente cumplió con la «Declaración de Lima» y confirmó la creación de la Comisión Mixta. Además, reestructuró la Comisión Nacional, la cual se convirtió en entre coordinador con el nuevo grupo (Comisión Nacional del Sesquicentenario de la Independencia del Perú, 1973c, pp. 8-9).3 Dispuso que un delegado del Concejo Provincial de Lima, otro del Concejo Provincial de Huamanga y dos representantes de la Sociedad Bolivariana del Perú se integren a ella. El exparlamentario ayacuchano Benigno Sierralta Gutiérrez fue designado como delegado de Huamanga (Comisión Nacional del Sesquicentenario de la Independencia del Perú, 1973d, pp. 60-61).
Para dirigir la Comisión Mixta fue llamado el general Edgardo Mercado Jarrín, un experto en geopolítica cercano a Velasco Alvarado, quien se desempeñaba como presidente del Consejo de Ministros, ministro de Guerra y comandante general del Ejército. Bajo su presidencia, la comisición fue integrada por el canciller peruano, general Miguel Ángel de la Flor Valle; su homólogo venezolano, Nectario Andrade Labarca; el ministro del Interior, general Pedro Richter Prada; el embajador del Perú en Venezuela, Luis Barrios Llona; el representante del ministro de Relaciones Exteriores venezolano, Néstor Coll Blasini; el representante del ministro de Defensa venezolano, Homero Leal Torres; el representante de la Comisión Nacional de Venezuela del Sesquicentenario de la Batalla de Ayacucho, Héctor Parra Márquez; y el director de Ceremonial y Archivo Histórico del Ministerio de Relaciones Interiores de Venezuela, Marcos Paris del Gallego. El general Mendoza Rodríguez fue designado como un miembro más de este nuevo grupo de trabajo (Comisión Nacional del Sesquicentenario de la Independencia del Perú, 1973c, p. 16).
La Comisión Mixta inició sus sesiones de trabajo en Lima el 31 de enero de 1974 y se organizó en una Secretaría Ejecutiva y cuatro subcomites: Área Monumental, Relaciones Públicas, Asuntos Administrativos y Celebraciones en Ayacucho. Además, asumió la dirección de las obras que el gobierno militar estaba ejecutando en Ayacucho, Huanta y Quinua. En la segunda sesión realizada en Caracas 15 días después, el canciller venezolano, Andrade Labarca, ofreció diversas construcciones: monumentos al Libertador Bolívar en Ayacucho, Lima, Junín y Cusco; un centro artesanal, un mercado y una oficina de Correos y Telégrafo en Quinua; un complejo deportivo en Ayacucho; centros culturales con bibliotecas públicas en Ayacucho y Junín; y un complejo educacional en Lima, con un presupuesto de 80 millones de soles oro. Asimismo, anunció la intención de publicar juntamente con el Perú un libro y producir un documental histórico (Comisión Nacional del Sesquicentenario de la Independencia del Perú, 1974a, pp. 37-38).
En mayo de 1974, la Comisión Mixta fue ampliada con la inclusión de los representantes de Bolivia, Colombia, Ecuador, Panamá, Argentina y Chile y pasó a denominarse Comisión Mixta de los Sesquicentenarios de Junín, Ayacucho y Convocatoria al Congreso de Panamá. Recogiendo la propuesta de Velasco Alvarado, acordó un encuentro de presidentes en Lima para la firma de la «Declaración de Ayacucho» (La Prensa, 1974, p. 3).
Con un programa centrado en obras públicas y con la publicación de un único libro, el gobierno militar y la Comisión Mixta conmemoraron el Sesquicentenario de la Batalla de Ayacucho. Las obras ejecutadas en verdad costaron casi 1.000 millones de soles oro —muy por encima de los 700 millones calculados inicialmente— y fueron inauguradas entre el 30 de noviembre y 1 de diciembre de 1974 por una comisión especial que viajó de Lima a Ayacucho, Huanta y Quinua para tal fin. Esta comisión estuvo presidida por la esposa del presidente de la República, Consuelo González de Velasco, e integrada por los ministros del Interior, general Pedro Richter Prada; de Energía y Minas, general Jorge Fernández Maldonado; de Educación, general Alfredo Carpio Becerra; de Transportes y Comunicaciones, general Raúl Meneses Arata; y el jefe de SINAMOS, general Rudecindo Zavaleta Rivera (El Dominical de El Comercio, 1974, p. 2).
En Ayacucho, la comitiva inauguró el terminal aéreo, el programa habitacional del Ministerio de Vivienda, la planta de energía eléctrica, el restaurante Las Agallas de Oro, la comandancia de la Guardia Civil, el local de Correos, el local de Entel Perú y el servicio de teléfonos, microondas y televisión, así como el Palacio Municipal remodelado, el Hotel de Turistas ampliado y el local de la Gran Unidad Escolar San Ramón. En Huanta, la comitiva entregó la planta de energía eléctrica y la infraestructura de las unidades escolares María Auxiliadora y González Vigil, y en Quinua, la carretera Ayacucho-Quinua, el local municipal remodelado, los servicios públicos de luz y agua, la plaza de armas del pueblo restaurada y el local de la posta médica.
Por su lado, el gobierno de Venezuela ejecutó algunas de las obras prometidas al contar con fabulosos ingresos por la exportación de petróleo. En visita oficial el 10 de diciembre, el jefe de Estado venezolano, Carlos Andrés Pérez, entregó a la población ayacuchana el coliseo deportivo Ciudad de Caracas, el estadio Ciudad de Cumaná, el centro cultural Simón Bolívar y un monumento al Libertador, y al pueblo de Quinua, el centro artesanal Antonio José de Sucre.
Asimismo, la Comisión Mixta cumplió con la publicación del libro Ayacucho: la libertad de América, un texto bilingüe en papel couché con bellas ilustraciones que narra en una primera parte la historia, arte, artesanía, geografía, flora, fauna y fiestas tradicionales de la ciudad de Ayacucho, para luego historizar la campaña final y la batalla de Ayacucho.4 Los textos del libro estuvieron a cargo del historiador y escritor Luis Enrique Tord, mientras que las fotografía fueron tomadas y cedidas a la edición por el fotógrafo Tulio Cusmán Cárdenas.5
La banca de fomento restauró algunas casonas coloniales y las convirtió en sedes de sus respectivas agencias. Así, el Banco de Vivienda se hizo cargo de la restauración y acondicionamiento de la Casa Chacón; el Banco Industrial, de la Casa Vivanco; el Banco Popular, de la Casa Jaúregui, el Banco de la Nación, de la casa Olano y el Banco Central Hipotecario, de la Casa Ivazeta. El Banco de Fomento Agropecuario construyó una nueva sede en la plaza mayor de Ayacucho y la banca privada, a través del Banco de Crédito, adquirió la propiedad de la Casa Velarde Álvarez y se comprometió a su restauración.
El 9 de diciembre de 1974, en la ceremonia cívico-militar por el sesquicentenario de la batalla de Ayacucho, el canciller De la Flor Valle y el general Mendoza Rodríguez inauguraron el monumento en la pampa, el museo de sitio y la restauración de la casa de la capitulación en Quinua. Sin embargo, quedaron pendientes las obras más demandadas por la población: la carretera a Pisco y las vías de penetración a la Amazonía.
Por su parte, la Comisión Nacional del Sesquicentenario de la Independencia Nacional, opacada por la Comisión Mixta, dejó de existir luego del 9 de diciembre de 1974. En sus tres últimos años de funcionamiento continuó con la publicación de la Colección Documental de la Independencia del Perú y de otras obras, mandó a construir varios monumentos conmemorativos y organizó dos concursos: uno para historiadores, escritores y profesores sobre las ideas de Bolívar en la integración de los pueblos hispanoamericanos (que fue ganado por el político peruano Andrés Townsend Ezcurra y la historiadora Cecilia Bákula Budge) y otro para estudiantes de Educación Secundaria sobre la campaña libertadora de Junín y Ayacucho (que fue merecido por el joven Hugo Pereyra Plasencia).
El contexto conmemorativo: entre la crisis y la unidad
A diferencia de la conmemoración de 1971, que sucedió cuando el gobierno militar ejecutaba sus reformas, organizaba la movilización social a través del SINAMOS y tenían respaldo de la prensa, intelectuales y opinión pública, la organización y celebración del sesquicentenario de la batalla de Ayacucho coincidió con el inicio de la crisis del régimen.
Entre 1973 y 1975, la inflación de precios provocada por la crisis internacional del petróleo, las limitaciones del modelo industrialista del régimen, las recientes estatizaciones de las empresas pesqueras, la nacionalización de Cerro de Pasco Corporation y de los medios de comunicación, así como los problemas en las cooperativas agrarias, generaron insatisfacción en diversos sectores de la sociedad. Esto dio lugar a la formación de varios frentes de oposición al gobierno, impulsados por la población urbana, los empresarios y trabajadores de las empresas expropiadas, los campesinos, la clase media limeña y la prensa nacional e internacional (Zapata, 2018; Rojas, 2021).
Otro frente de oposición apareció en el seno del mismo gobierno militar, representado por una facción de militares con orientación liberal, descontentos con las medidas estatistas y defensores de la propiedad privada y la libertad de expresión. El rostro visible de esta facción fue el almirante Luis Vargas Caballero, quien contó con el respaldo del ministro de vivienda, contraalmirante Ramón Arróspide Mejía, y del alto mando de la Armada Peruana (Zapata, 2018, pp. 26-27).
Antonio Zapata refiere que en 1973 aparecieron también dos facciones en el seno del gobierno militar: la primera, conocida como La Misión, formada en torno al ministro de Pesquería, Javier Tantaleán Vanini —quien adquirió protagonismo luego de la estatización de las empresas pesqueras— y la segunda, amorfa e institucionalista, formada por militares que estaban interesados en rescatar a sus compañeros de armas del desgaste de la política, como los generales Francisco Morales Bermúdez y Edgardo Mercado Jarrín, ambos claves en el relevo de Velasco en agosto de 1975 (2018, pp. 28-30).
Para enfrentar esta múltiple oposición, Velasco endureció su postura y reveló su cariz autoritario. Tras neutralizar a la «derecha militar» con el pase al retiro del almirante Vargas Caballero, consolidó el poder del grupo gobernante. Para ello colocó en la presidencia de la Comisión Mixta al general Mercado Jarrín, quien integraba una facción en el seno del gobierno, como vimos antes. Además, afianzó su discurso antiimperialista y de búsqueda de la emancipación definitiva, resaltando la continuidad entre la independencia de 1821-1824 y las reformas del régimen militar (Aguirre, 2018, p. 50).
La obra que mejor representó tal enunciado de continuidad fue el monumento de la pampa de Ayacucho, inaugurado el 9 de diciembre de 1974: una pirámide cuadrangular de 44 metros de alto, con lados escalonados y ligeramente inclinados de arriba hacia abajo, que descansa sobre una plataforma de granito negro (Leonardini, 2016, p. 278). La altura del obelisco simboliza el tiempo transcurrido entre la sublevación de Túpac Amaru II —el personaje icónico del gobierno militar— y la batalla de Ayacucho. Los escalones de los cuatro lados representan las sublevaciones e ideas de los peruanos en busca de su emancipación, desde 1780 hasta 1824. En la cara frontal del monumento se ubican las seis estatuas de los generales que dirigieron el ejército libertador en la batalla —Córdova, La Mar, Sucre, Gamarra, Lara y Miller— y encima, un medallón con la figura del Libertador Bolívar.
Asimismo, para esta segunda coyuntura conmemorativa el gobierno militar y la Comisión Mixta centraron la narrativa en el rol protagónico de los peruanos en la independencia bajo el liderazgo de los militares —como para contrarrestar la hipótesis de la «independencia concedida»— y en la participación de los soldados hispanoamericanos en las campañas de Junín y Ayacucho. En la ceremonia cívico-militar del 9 de diciembre de 1974 en la pampa de Ayacucho, el canciller De la Flor Valle mencionó:
Ayacucho fue la meta de una larga trayectoria de sacrificio heróico; la consagración de un esfuerzo colectivo de visión y de solidariadad internacional en la que participaron todos los pueblos tan dignamente representados aquí, lado a lado con el pueblo del Perú liquidando en forma definitiva el dominio colonial español. En Ayacucho confluyen los caminos recorridos por los insurgentes en Tinta, en Huánuco, en Cuzco, en La Paz y en el Callao; allí ratifican su gloria las hazañas de San Lorenzo, Carabobo y Boyacá; de Chacabuco y de Maipú; de Riobampa, de Pichincha y de Junín; y las acciones legendarias de las escuadras libertadoras en aguas del Pacífico (Comisión Nacional del Sesquicentenario de la Independencia del Perú, 1974b, pp. 12-13).
Tal enunciado de unidad hispanoamericana para derrotar al colonialismo apareció también en la reunión para la firma de la «Declaración de Ayacucho», que aquel 9 de diciembre en la tarde sostuvo Velasco con sus homólogos de Venezuela, Carlos Andrés Pérez, de Bolivia, general Hugo Banzer Suárez, de Panamá, general Omar Torrijos Herrera, y con los representantes de Colombia, Argentina, Ecuador y Chile. La declaración, un documento que revela el interés de los gobernantes de conseguir la unidad hispanoamericana para el desarrollo y la justicia social, conjuga el discurso de continuidad histórica del gobierno militar con el enunciado de la unidad hispanoamericana en contra del colonialismo y la dependencia:
Ayacucho es la culminación de un vasto proceso histórico de toma de conciencia soberana y representa el valor y voluntad de sacrificio de nuestros pueblos. El triunfo fue posible gracias a la acción mancomunada de todos aquellos que desde los distintos rincones de América concibieron y concretaron, tras largo y sostenido esfuerzo, el ideal de la emancipación (Ministerio del Interior, 1974, p. 38).
No obstante, esta demanda tampoco fue gratuita; sucedió en medio del entendimiento con Estados Unidos y de transformación del sistema político sudamericano. Las conversaciones entre el gobierno militar y el representante del presidente, Richard Nixon James Greene, solucionaron la controversia sobre la International Petroleum Company y flexibilizaron los empréstitos para el país. (Zapata, 2018, p. 190). Por otro lado, el nuevo gobierno de Ernesto Geisel en Brasil y las dictaduras de Hugo Banzer Suárez en Bolivia y de Augusto Pinochet Ugarte en Chile —de tendencia anticomunista y con el apoyo de Estados Unidos— modificaban la frágil correlación entre gobiernos nacionalistas y regímenes pronorteamericanos y aislaban al Perú en un continente dominado por Estados Unidos. Velasco y los militares que los acompañaban temían una alianza entre Bolivia y Chile en desmedro de nuestro país (Béjar, 2021, pp. 200-201).
Para enfrentar tal correlación adversa, el gobierno militar tendió puentes con los regímenes de Rafael Caldera Rodríguez y Carlos Andrés Pérez, con quienes tenían varias coincidencias: políticas estatistas, intervención en las ganancias petroleras, relaciones diplomáticas con países comunistas como la Unión Soviética, China o Rumanía. Además, el gobierno de Pérez coincidió con el auge petrolero en medio de la crisis generada por la decisión de la Organización de Países Exportadores de Petróleo de no exportar el crudo a los países que habían apoyado a Israel en la guerra de Yom Kipur. Así, el régimen venezolano pudo regalar a Ayacucho un coliseo, un estadio, un centro cultural y un monumento a Bolívar. Para Velasco le fue sencillo relacionarse con Venezuela en una coyuntura conmemorativa; para los venezolanos la ocasión fue propicia para asegurar su ingreso al Pacto Andino, el acuerdo de integración regional y cooperación económica y social que Colombia, Bolivia, Chile y Perú firmaron en 1969.
No obstante, dos frentes adicionales de oposición al gobierno militar se formaron en Ayacucho, acaso la principal beneficiaria de las obras públicas construidas por el régimen y su aliado estratégico, el gobierno venezolano.
Ayacucho y el sesquicentenario
Para los ayacuchanos, el sesquicentenario de la batalla de Ayacucho representaba una oportunidad clave para impulsar sus demandas de modernidad y desarrollo en la región. Por tal razón, desde 1969 las autoridades de la ciudad se reunieron «para decidir sobre la conmemoración y sobre cómo hacer para que se convirtiera en el inicio del despegue definitivo de Huamanga y de Ayacucho» (Benites, 2010, p. 46). Para tal fin, formaron una Comisión Departamental Pro-Sesquicentenario de la Batalla de Ayacucho, cuya presidencia fue asumida por el prefecto del departamento. Sin embargo, la tensa relación con el gobierno militar y el cariz autoritario del régimen condicionaron una conmemoración organizada desde Lima y Caracas, en la que la población local y sus autoridades quedaron relegadas.
La tensión apareció con el Decreto Supremo N.° 006-69-EP, promulgado por el gobierno militar en 1969, mediante el cual se dispuso el cobro de 100 soles de oro a todos aquellos alumnos que desaprobaran una o más asignaturas en el año lectivo. La norma ocasionó la movilización de los alumnos de Ayacucho y Huanta, quienes salieron a protestar con el apoyo de los estudiantes de la Universidad Nacional San Cristóbal de Huamanga y de los campesinos, respectivamente. En ambas ciudades la movilización fue fuertemente reprimida por efectivos de la Guardia Civil, con un saldo trágico de muertos y heridos (Degregori, 1990).
El movimiento por la gratuidad de la enseñanza creó una deuda social del régimen militar con la población ayacuchana. Para saldarla y cumplir con el anhelo de desarrollo de Ayacucho, la mayoría de obras del «Plan Ayacucho» se ejecutó en las dos ciudades donde estalló el movimiento y donde la represión fue más intensa. Al inaugurar el palacio municipal remodelado, la esposa del presidente Velasco dijo que la revolución ponía sus ojos en Ayacucho «como hija predilecta para revivirla como punto de unión entre la sierra y la costa con los paisajes de nuestra intrincada selva» (La Crónica, 1974, p. 18). El expropiado diario La Prensa cerró su nota informativa del 9 de diciembre de 1974 elogiando «el esfuerzo realizado por el Gobierno Revolucionario en favor de Ayacucho, cuyos pobladores se sienten verdaderamente agradecidos y reconocidos» (1974, p. 12).
Sin embargo, los jubilosos ayacuchanos mostrados por la estatizada prensa de la época eran, en verdad, pobladores movilizados por el SINAMOS el organismo que concientizaba y movilizaba a las organizaciones sociales a favor del régimen militar. Los ayacuchanos no habían olvidado la represión de 1969 y anualmente conmemoraba a sus muertos. Para conjurar esta evocación popular, el gobierno militar también dispuso que a partir de 1975 se celebre un supuesto aniversario de la creación política de Huanta cada 21 de junio, día que inició el movimiento por la gratuidad de la enseñanza en esta ciudad.
Además, los ayacuchanos tenían sus propios pedidos de obras de infraestructura para la modernización de la región (Gamarra, 2023, p. 379). Entre estas estaban la construcción de la carretera Ayacucho-Pisco-Lima a través de la variante de Huaytará, la construcción de la vía Ayacucho-Puquio-Coracora, la construcción de un terminal terrestre, el proyecto de irrigación con las aguas del río Cachi y la implementación de las carreras de medicina, odontología, farmacia e ingeniería civil en la Universidad de Huamanga. La Comisión Nacional incluyó en el «Plan Ayacucho» la carretera a Pisco, pero el gobierno militar planificó la construcción de la vía por Castrovirreina y no por Huaytará. La decisión ocasionó el reclamo de la población. Un periódico local mencionó lo siguiente:
Impacto, acogiendo el clamor popular, no puede callar su voz y pensamiento por el atropello que se quiere cometer con los habitantes de este departamento que siendo cuna de la libertad americana siguen esperando impacientemente la terminación de esta obra denominada Vía de Los Libertadores que a no dudarlo servirá para el desarrollo de los pueblos por donde atraviesa (Impacto, 1970, p. 1).
Para diciembre de 1974, la carretera permanecía inconclusa. Durante los diez años siguientes, las iniciativas locales fueron ignoradas, mientras que el gobierno militar ejecutó e inauguró sus propias obras, planificadas desde Lima.
El Concejo Provincial de Huamanga, sin niguna autonomía, puesto que había sido nombrado por el régimen militar, se sujetó a la conmemoración organizada en Lima y Caracas. La alcaldesa Rosa Escarcena de Ishikawa y sus regidores se esmeraron en recibir a los ministros y funcionarios que llegaban de Lima para supervisar las obras; luego, ordenaron el arreglo y pintado de las fachadas de las casas de la plaza mayor y centro histórico de Ayacucho, asimismo, evitaron el alza de los artículos de primera necesidad a fin de prevenir cualquier tipo de protesta en la primera semana de diciembre. Finalmente, organizaron un programa que iniciaba con la recepción de las altas autoridades del Estado llegadas para la inaugaración de las obras. Así, el 30 de noviembre la inauguración del Palacio Municipal remodelado culminó con una sesión solemne en la que se declaró como «huéspedes ilustres a los señores ministros que vienen en comisión oficial». El 1 de diciembre se realizó una audición radial y televisiva. El 7 de diciembre, en la mañana, se realizó el desfile cívico patriótico y en la tarde, la caravana de ayacuchanos retornantes a su tierra por el sesquicentenario fue recibida en la plaza mayor de la ciudad. El 8, la población fue convocada para una verbena popular y el 9 de diciembre se celebró la sesión solemne (Municipalidad Provincial de Huamanga, 1974, ff. 214-215).
En verdad, este programa de hechura local fue bastante sencillo en comparación con las grandes obras y la ceremonia organizada por el gobierno militar y la Comisión Mixta en Ayacucho y Quinua. Para las autoridades ayacuchanas —dependientes del gobierno militar— era importante «agradecer y reconocer» al régimen por su contribución al desarrollo de la región. En cambio, en la conmemoración oficial organizada desde Lima y Caracas la región era un simple telón de fondo o un «componente paisajístico» (Gamarra, 2023, p. 380).
Sendero Luminoso en el sesquicentenario
Un último frente de oposición al régimen militar apareció en la Universidad Nacional San Cristóbal de Huamanga y en los gremios de la ciudad de Ayacucho, bajo la dirección de Sendero Luminoso.
Tras escindirse de Bandera Roja, Abimael Guzmán y sus seguidores —simpatizantes con el comunismo chino— ampliaron su influencia en la Universidad de Huamanga y en gremios como el Frente de Defensa del Pueblo de Ayacucho (FDPA), la Federación de Estudiantes Revolucionarios (FER) y la Federación de Estudiantes de la UNSCH (FUSCH). En 1973, por ejemplo, los senderistas controlaban el ciclo básico de la universidad, donde conseguían simpatizantes.
Sin embargo, el control de la universidad les fue disputado por el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) y otras organizaciones estudiantiles vinculadas a carreras como ingeniería de minas, agronomía o química, donde la influencia de los senderistas era limitada. Estas agrupaciones conformaron la Federación Única de Estudiantes (FUE), logrando arrebatarles el control de la residencia estudiantil, del Consejo Ejecutivo de la universidad, del sindicato de docentes y de la FUSCH entre 1973 y 1974. Esto redujo la presencia senderista a la Facultad de Educación y a los planteles de aplicación Guamán Poma de Ayala. Ante esta situación, Sendero Luminoso endureció su ideología e inició un proceso de concientización de sus cuadros. En 1976 ganó nuevamente las elecciones para la FUSCH, pero poco después abandonó la universidad para establecer «escuelas populares» en la zona rural de Ayacucho e iniciar la «lucha armada» (Degregori, 1990; Granados, 2019).
El sesquicentenario coincidió con los conflictos entre Sendero Luminoso y los grupos de oposición y su desarrollo como un «partido de cuadros» (Manrique, 2002, p. 353). Por tal razón, la organización asoció la presencia de los militares al avance de sus contrincantes en la confrontación política por la universidad. Así, consideró que la FUE era una creación del SINAMOS. De esta forma, pretendía silenciar intencionalmente las obras que el gobierno militar ejecutaba en Ayacucho y consideró que este buscaba el enfrentamiento con la universidad para materializar su «intervención fascista».
Con esta finalidad, ha venido utilizando la fiebre izquierdista de un sector de los “antifascistas” quienes, analfabetos en la comprensión de la situación política actal y del movimiento universitario a nivel nacional y llevados por su aventurismo pequeño-burgues, se muestran incluso “dispuestos” a hacer de “inmediato” la guerra popular, echar abajo [sic] de “inmediato” el fascismo, “táctica” que nada tiene que ver con los intereses de las grandes mayorías, pero que sí favorece a los planes del fascismo (comunicado extraído de Granados, 2019, p. 322).
Para un grupo inflexible como Sendero Luminoso, los intereses de las «grandes mayorías» todavía no coincidían con «la guerra popular», pues, en su interpretación, la teleología histórica aún no generaba las condiciones y contradicciones necesarias para el inicio de la «lucha armada». Por lo tanto, el sesquicentenario, con el discurso de la «segunda independencia» y de unidad hispanoamericana, era solo un momento de profundización del capitalismo promovido por la burguesía desde el Estado (el «capitalismo burocrático»), con existencia de una estructura social «semifeudal» y «semicolonial». Uno de los pocos manifiestos del FER sobre la conmemoración menciona lo siguiente.
La vieja política fascista del engaño político y represión abierta para el pueblo, antesala de grandes acciones revolucionarias de las masas, se hace presente en los preparativos del Sesquicentenario de la Batalla de Ayacucho. El pueblo es consciente de que una fiesta de los explotadores como es la cita de los grandes de la contrarrevolución Latinoamericana mal llamada “reunión de presidentes” se hace a costa de la aguda situación de las masas populares que se debaten en el hambre, la miseria, la desocupación y la conculcación de sus derechos y libertades; al igual que esconden los más arteros propósitos reaccionarios como el de “proclamar la segunda independencia de América por la vía Ni capitalista Ni comunista”, que no es otra cosa que ratificarse en la vía de la profundización del capitalismo burocrático, esencialmente anticomunista. (Federación de Estudiantes Revolucionarios, 1974, p. 4).
La cita, además, condensa una interpretación teleológica de la historia. Para Sendero Luminoso, el proceso histórico comenzaba con un orden agrario que generaba excedentes, diferenciación social y propiedad; por ello, este se transformaba en un orden estatal en el que una clase social explotaba a otra. Con la conquista española, dicho orden sucumbía ante otro «superior» vinculado al desarrollo del capitalismo en Occidente, lo que dio lugar a la «dominación colonial», a la «feudalización» de la sociedad con la profundización de la lucha de clases.
En el siglo XIX, la dependencia económica a Inglaterra en el contexto de la revolución industrial transformó el orden «feudal» en uno «semifeudal», con la persistencia de la lucha de clases. Al iniciarse el siglo XX, la hegemonia de los Estados Unidos, el fenómeno imperialista y la industrialización del país habrían ocasionado el ascenso de la «burguesía compradora» al poder, generando una primera etapa de «capitalismo burocrático» sin modificar el viejo «orden semifeudal». La llegada al poder de los militares en 1968 marcó un segundo momento de ese «capitalismo burocrático», pues gobernaban en nombre de la «burguesía burocrática» con la intención de profundizar dicho modelo y reorganizar («corporatizar») la sociedad peruana (Arce, 1989, pp. 146-147).
No obstante, este proceso también dio lugar a la aparición de la «clase proletaria», predestinada a transformar el orden, y del Partido Comunista «fundado» por Mariátegui (del que Sendero Luminoso reclamaba continuidad), representado como un faro, encargado de organizar y guiar al proletariado y al campesinado en la gran transformación que habría de ocurrir en el momento adecuado (Arce, 1989, pp. 147-148).
Ese momento no era 1974, sino que llegó a fines de los 70, cuando el gobierno militar de Francisco Morales Bermúdez inició una nueva «reestructuración» del Estado para dar paso a una «democracia burguesa» con el control directo del poder por parte de la «burguesía burocrática». Entonces, Sendero Luminoso creyó en la existencia de condiciones adecuadas para el inicio de la «lucha armada».
Con tal discurso, acontecimientos como la independencia, la batalla de Ayacucho o el mismo sesquicentenario quedaban reducidos a la nada, pues correspondían a ese pasado de «capitalismo burocrático» y «semifeudalidad» que los senderistas pretendían cancelar con el uso de las armas. Con tal posición, cometieron un historicidio (Méndez, 2015), pues a partir de los 80 su consigna fue «demoler» las expresiones tangibles de dicho pasado y «arrasar» el orden existente.
Movidos por esta consigna y a los pocos meses de empezar su «lucha armada», los senderistas destruyeron la tumba de Velasco Alvarado en Lima el 15 de junio de 1980 y dinamitaron el monumento de la pampa de Ayacucho el 8 de diciembre. Con estos atentados, los subversivos buscaron no solo devastar a la población (campesinos, obreros, pueblos jóvenes, mujeres, clase media) que el régimen militar había articulado y movilizado con sus reformas (Mitrovic, 2020), sino también destruir dos símbolos asociados al artífice de tales reformas. En particular, el obelisco de la pampa de Ayacucho representaba, para los senderistas, la expresión de una falsa «segunda emancipación» que debía de ser asolada y no la evocación de un acontecimiento histórico.
Conclusiones
Concluimos que la conmemoración del sesquicentenario de la independencia nacional y de la batalla de Ayacucho no es un hecho histórico plano y único; al contrario, son dos eventos disímiles que tienen distintas orientaciones y responden al desarrollo de la coyuntura. A diferencia de la celebración de 1971 en la que primó la evocación histórica, la publicación de fuentes documentales y la construcción de monumentos, para la de 1974 el régimen militar dispuso, a través de la Comisión Mixta Peruano-Venezolana, la construcción de obras públicas en una sociedad regional como Ayacucho, con la que mantenía cierto conflicto. Esta última conmemoración sucedió en un contexto marcado por la aparición de una fuerte oposición al gobierno militar, por el fortalecimiento del autoritarismo del régimen y por el cambio en la correlación política sudamericana entre gobiernos nacionalistas y regímenes pronorteamericanos. Por ello, en el sesquicentenario de Ayacucho los militares subrayaron la unidad hispanoamericana para consolidar la emancipación de la dominación extranjera.
Asimismo, el análisis de la conmemoración mediante las tres escalas nos permite responder la pregunta con la que empezamos este artículo. Las obras públicas fueron impuestas desde Lima, no sintonizaron con todas las expectativas de la población ayacuchana ni finiquitaron la deuda que el gobierno tenía con Ayacucho por la represión del movimiento por la gratuidad de la enseñanza. Por lo tanto, los pobladores ayacuchanos no se sintieron plenamente identificados con una conmemoración organizada desde arriba. En los siguientes años siguieron honrando a los caídos de 1969 y continuaron demandando las carreteras a Pisco y al valle del río Apurímac, así como nuevas carreras en la Universidad de Huamanga.
Sin embargo, la oposición más radical surgió de un grupo que disputaba el control político de esta institución. Para Sendero Luminoso, el sesquicentenario era algo espurio ya que conmemoraba un fraudulento proceso histórico pendiente de ser destruido. Por lo tanto, toda demanda social circunscrita a dicha fraudulenta teleología resultaba insignificante. Incluso, interpretaciones históricas como la de la «independencia concedida» también parecía banal en la ideología senderista.
Aquel 9 de diciembre de 1974 en la pampa de Ayacucho nadie imaginó que este grupo ideologizado, aparentemente reducido a un rincón de la universidad local, iniciaría seis años después un atroz baño de sangre en los mismos lugares donde el Ejército Unido Libertador derrotó a los españoles 150 años antes.
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1 Velasco llegó al gobierno con un golpe de estado que depuso al presidente Fernando Belaúnde el 3 de octubre de 1968 y abandonó el poder tras el golpe institucional del 29 de agosto de 1975 del general Francisco Morales Bermúdez. Durante su septenio realizó la reforma agraria, la nacionalización de la minería y la pesca, el desarrollo de la industria nacional, la modificación de la administración pública y la reforma de la educación.
2 Juan Mendoza Rodríguez fue un militar con dotes de administrador que, como ministro de Educación durante el gobierno de Manuel A. Odría, ejecutó una preliminar reforma de la educación pública. Además de él, la Comisión Nacional estuvo integrada por los historiadores José Agustín de la Puente Candamo, Ella Dunbar Temple, Alberto Tauro del Pino, Gustavo Pons Muso, Félix Denegri Luna, Guillermo Durand Flórez y Guillermo Lohmann Villena; los escritores Estuardo Núñez Hague, Aurelio Miro Quesada Sosa y Augusto Tamayo Vargas, los oficiales Juan Abad Bermúdez, Felipe de la Barra Ugarte, Julio J. Elías, Manuel A. Remond Cárdenas y Luis Vignes Rodríguez; los señores José Fernández Pinillos y Tomás Catanzaro (en representación del Concejo Provincial de Lima y del Instituto Libertador Ramón Castilla, respectivamente) y el sacerdote jesuita Armando Nieto Vélez
3 Sin embargo, la mayoría de miembros de la Comisión Nacional fueron ratificados en sus cargos. Para 1973 se tiene la presencia de Luis Ulloa Sánchez y María Clara Bonilla de Gaviria como delegados de la Confederación de Instituciones de Profesionales Universitarios Liberales del Perú y de la Biblioteca Nacional, respectivamente.
4 El texto apareció en español e inglés y fue publicado en una primera edición en 1974, con un tiraje de 7.000 ejemplares en castellano y 1.000 en inglés, y en una segunda edición en 1976, con un tiraje de 1.000 ejemplares en castellano.
5 Desconocemos si la Comisión Mixta mandó filmar y producir el documental histórico La última batalla; no hemos hallado datos sobre él en las fuentes consultadas.