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Migración, racismo y
humor. Estereotipos
sobre el migrante andino
en las historietas del
Perú oligárquico
1
Luis Rodríguez
doi: 10.46476/ra.v1i2.3210.46476/ra.v1i2.32
Resumen1
La tesis estudia cómo se reprodujeron y fortalecieron los estereotipos sobre el
migrante andino en un contexto de masiva migración durante los años cincuenta en
Lima. Para ello, proponemos a la historieta como un artefacto cultural que permite
conocer los discursos racistas de la época. En ese sentido, hemos estudiado a la
historieta durante sus primeros diez años de publicación que coincidieron con el
Perú oligárquico, hemos resaltado —desde el concepto de la etnicidad— aquellas
viñetas que maniestan un estereotipo que tiene como base la deformación
intencional de la cultura. Así, la caricatura Serrucho transmitió la percepción racista
limeña y los estereotipos que le imponían al migrante andino, estos deformaban
sus características culturales como las costumbres, gustos, hábitos, conducta y
moral, lo que generó la creación de una imagen inamovible e inalterable de lo que
se supone era un migrante.
1. Tesis para optar por el título de Magíster en Historia (Rodríguez, 2019)
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Introducción
El Perú tiene un alto índice de prácticas racistas. La impunidad con la cual actúan
los operadores de justicia ante las denuncias por discriminación es preocupante, y
el Estado peruano poco puede hacer para combatir una práctica que se asume como
un hecho cotidiano sin sanción, como sentenciaba Flores Galindo (2015). Así, el
racismo está presente históricamente no solo en la obra de intelectuales o en los
discursos y proyectos políticos, sino que puede encontrarse en el entramado de la
vida misma. En los años cincuenta, las bromas callejeras, los refranes, las caricaturas
e historietas de diarios articulaban y condicionaban una visión estereotipada y
racista sobre el migrante andino. En un país cuya tasa de alfabetismo fue precaria,
es importante tomar en cuenta cómo los discursos racistas se manifestaron y
enunciaron a través de artefactos culturales no escritos, aparentemente inofensivos,
pero ecaces a la hora de transmitir estereotipos sobre los grupos sociales debido
a su popularidad, humor y consumo. Ahí radica la importancia de una historieta
como Serrucho, la cual se difundió con un inusitado éxito durante los gobiernos de
Manuel Odría y Manuel Prado Ugarteche.
Problema y metodología
El problema de la investigación de la tesis consistió en entender cómo la historieta
Serrucho fue un espacio humorístico y visual que articuló, reprodujo y fortaleció
los discursos oligárquicos sobre raza y los estereotipos sobre el migrante andino
que circulaban en Lima. En efecto, en la época se asumía que el hombre andino
poseía rasgos identicables de su personalidad y cultura; en esencia, eran por
naturaleza desaseados, violentos, viciosos, lascivos y delictivos. Estas nociones
estaban presentes en una gran variedad de fuentes escritas como narrativa literaria,
ensayos históricos u obras criminológicas; sin embargo, fueron popularizados
masivamente a través de las historietas de la prensa.
Metodológicamente, esta tesis analizó la tira cómica Serrucho entre 1952 y
1962. Se estudiaron todas las viñetas publicadas en ese lapso y se destacaron
aquellas que de forma maniesta evidenciaban la transmisión de un estereotipo,
entendiendo esta categoría a partir de la etnicidad, es decir, una valoración
negativa de la cultura, hábitos y moral antes que del aspecto físico. Asimismo,
seguimos las recomendaciones de Gantús (2010) para estudiar una historieta, ya
que la entendemos como un lenguaje visual, donde cada viñeta es un universo
de referencias simbólicas que pueden rastrearse en otro tipo de fuentes. Una vez
identicados los distintos estereotipos que se reproducían en la historieta, los
hemos clasicados de dos tipos; aquellos que describían deformemente la cultura
del migrante andino, y aquellos que describían su supuesta conducta censurable.
Los del primer tipo presentan el entorno y la cultura del migrante como su
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hábitat, origen, vestimenta, música, alimentos; los segundos imponían sobre el
migrante una personalidad cuestionable como la lascivia, la violencia familiar, el
alcoholismo, el desaseo, la fealdad, la indigencia, la incapacidad intelectual y la
criminalidad. Posteriormente, hemos recurrido a otras fuentes para rastrear los
orígenes de estos estereotipos tales como literatura, tratados cientícos, ensayos
políticos, prensa, otras caricaturas, etc. Sin embargo, la investigación no se limita al
análisis del discurso de la historieta, sino que toma en cuenta los procesos sociales,
políticos y culturales de la época para entender por qué apareció la historieta, por
qué estaba provista de estereotipos y por qué fue tan popular.
En la investigación usamos las propuestas teóricas de De la Cadena (2001),
Stallaert (2003), Appelbaum (2003) y Elías (1998). En efecto, nos enfocamos en un
determinado tipo de discriminación, aquel que operaba sobre criterios culturales y
no por el color de la piel, que en la época era un asunto ambiguo para el caso de los
migrantes andinos. Como propone Cosamalón (2017), el color de la piel antes que
denir a un grupo étnico es una puerta de entrada a otros signicados de carácter
cultural. De la Cadena llamó a este proceso «racialización de la cultura» en tanto
se entendía que una comunidad étnica no estaba ligada solo a rasgos biológicos,
sino también a un lenguaje, una cultura e incluso al espíritu de las personas. De tal
forma que en el Perú de los cincuenta, las consideraciones despreciativas sobre el
indígena buscaban estereotipar ante todo sus manifestaciones culturales (alimentos,
música, vestimenta) y al mismo tiempo se le imponía una personalidad y conducta
reprobable. Según Stallaert, los elementos culturales de las comunidades étnicas
—en ciertos contextos políticos— se convertían en «marcadores culturales» que
servían para diferenciar a los grupos sociales y establecer una simbólica frontera
con el otro, de tal manera que se recurría a estos distintivos para diferenciarse
y discriminar. Estas consideraciones explican con precisión los procesos sociales
que se vivió en Lima a mediados del siglo XX, una época de crecimiento urbano,
migración masiva y ruptura de las jerárquicas estructuras sociales.
Discusión y hallazgos
Lima siempre tuvo ciclos dinámicos de movimiento, pero durante las décadas del
40 y 50 las migraciones se incrementaron exponencialmente. Existe una amplia
literatura cuantitativa y cualitativa que brinda evidencias de este crecimiento
demográco, así como las causas estructurales del hecho. Nuestro interés es tomar
atención en cómo esas migraciones no solo alteraron el diseño urbano de Lima
sino también motivaron los discursos de políticos e intelectuales que entendieron
el proceso a través de categorías discriminatorias. Los diarios de la época
mencionaban «la avalancha serrana»; los políticos proponían leyes para impedir el
ingreso de esos migrantes; los intelectuales decían que Lima se «provincializaba»,
y los caricaturistas reejaron con humor esa experiencia migratoria a través de
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historietas que entendían al migrante en términos estereotipados. La migración
cuestionó la capacidad del Estado para solucionar problemas sociales como la
vivienda, el transporte y trabajo, por ello, las respuestas que se generaron fueron
la informalidad, el subempleo y las barriadas, que en el discurso periodístico de la
época eran llamadas «cinturones de miseria» o «cánceres sociales»; estos espacios,
que eran el refugio de los migrantes, estaban desprovistos de servicios sociales y
saneamiento, por ello fueron considerados lugares hacinados, sucios y malolientes,
lo que fortalecía los prejuicios impuestos a sus pobladores.
Así, en este contexto de transformación urbana y social apareció la historieta
Serrucho (1952) de David Málaga en el diario Última hora. Solo semanas antes, un
senador había propuesto restringir el ingreso de provincianos a Lima debido a los
males sociales que supuestamente traerían. La discusión que generó propuestas
como estas y la situación misma evidencia que existía un diagnóstico común en la
época el cual indicaba que Lima había cambiado ferozmente debido a la presencia
migrante. Esto era ineludible, y los diarios de la época, lejos de ignorar a los
migrantes, los incluyeron en el mercado de consumidores, difundieron noticias de
sus pueblos y los representaron visualmente; por ello, en 1952 Última hora presen
su proyecto «Tiras cómicas 100 % nacionales» en la cual se pretendía reejar la
variopinta composición social del país. Sin embargo, este reconocimiento se dio a
través de categorías racistas donde se presentaba al migrante de forma humorística
con estereotipos propios de la época.
La historieta estaba provista de estos prejuicios no solo por el racismo cotidiano
que circulaba en el ambiente limeño, sino también debido a la naturaleza del
diario. Última hora pertenecía al grupo de La Prensa que era propiedad del
oligarca Pedro Beltrán, quien tuvo una activa participación como aliado y opositor
de los gobiernos de Odría y Prado. Última hora inicialmente omitió cualquier
comentario político sobre el régimen, y se enfocaba más en el entretenimiento.
La publicación de historietas fue parte de esta línea periodística. Aun así, sus
editoriales, artículos, noticias e historietas dialogan con el contexto social y
entienden el fenómeno de la migración desde una posición intelectual vinculada
a la oligarquía, que culturalmente se asumía en la época como limeña y criolla.
Según el discurso hegemónico de la época, debido a las migraciones Lima se estaba
«deslimeñizando».
Holt, Appelbaum, McPherson y Rosemblatt (2003) maniestan que las identidades
no son categorías abstractas, sino que poseen raza, género y clasicaciones sociales,
ya que ello ayuda a identicar quién pertenece a una identidad y quién no. De
ahí que la formación y enunciación de una identidad es un proceso que siempre
señala al otro. La Lima de los 50 experimentó esa situación. Los intelectuales
limeños empezaron a enunciar que la identidad limeña tenía sus orígenes en las
costumbres coloniales, que la comida, música, costumbres y tradiciones «criollas»
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eran su distintivo cultural, y que el carácter de los limeños era el de ser jaraneros,
palomilleros y donjuanescos. Estos discursos pueden rastrearse desde inicios del
siglo XX, pero se intensicaron en un momento cuando la identidad limeña
vio que se cuestionaban las estructuras jerárquicas y culturales de la sociedad.
Así, aparecieron novelas, tradiciones, libros de estampas, películas y música,
como manifestaciones que incidían en el carácter criollo de Lima y omitían la
presencia andina. Esto es a lo que Elías (1998) llamaba la cohesión interna de los
«establecidos» que frente a los «marginados» siempre usaran el armazón cultural
del que disponen para crearse la imagen de gente superior y colocar estigmas y
marcas a quienes no eran sus iguales.
Bajo los anteriores considerandos, los migrantes provincianos no solo no eran
limeños, sino también se los reconocía como invasores, así los llamó Manuel Faura
con su proyecto que les impedía el ingreso a Lima, y así fueron catalogados por
los artículos que Caretas publicó en la época, en donde se recogían las quejas de
limeños por la presencia andina en su esta de Amancaes. Intelectuales, periodistas,
escritores y caricaturistas incidieron en la identidad limeña y contrapusieron
culturalmente a los andinos; así enfrentaron los anticuchos y picarones contra el
mote y las habas; la música criolla contra el huayno; la ropa elegante contra el
chullo y poncho; un buen habla contra los «motes» lingüísticos; las peñas contra
los coliseos; y la actitud vivaz contra la supuesta sumisión y personalidad huraña de
los indígenas. Todas estas referencias fueron gracadas en las viñetas de Serrucho y
motivaron la burla de los miles de sus lectores, ya que la historieta no creó ningún
estereotipo, sino que tomó los que pululaban en el ambiente intelectual para
difundirlas y fortalecerlas. La transmisión de estos prejuicios fue exitosa porque se
presentaron en un medio visual y masivo, como una historieta que permitía que
las caracterizaciones cómicas de los personajes pasaran como naturales, pues el
sentido de deformidad usualmente no era detectado (Barbieri 1993).
El éxito en la difusión y popularización de estos estereotipos fue a causa de
la naturaleza del diario emisor, Última hora. Aquel vespertino llegó a ser la
publicación más leída de los cincuenta, pues tenía un tiraje de 100, 000 ejemplares.
La popularidad del diario se debía a las innovaciones periodísticas que incluyeron
el uso de la replana, los concursos y sorteos, la sección de espectáculos, la
inclusión de noticias regionales y la constante comunicación que mantenía con
sus lectores a partir de encuestas y publicación de cartas. Asimismo, el bajo costo
del diario lo hacía accesible a los grupos populares, quienes a su vez tenían como
motivación leer las tiras cómicas diarias como lo revelaron varias personas a
través de una encuesta en la época. Los mismos libreros y quiosqueros notaban
que el público limeño tenía una ación por leer historietas y tiras cómicas, por
ello no fue extraño que los estereotipos que Serrucho transmitía en la historieta
hayan sido interiorizados por su público lector. Además, como recuerda David
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Málaga, en la época muchas personas enviaban cartas a los caricaturistas, pedían
saludos, daban ideas para incluir en las viñetas y algunos solicitaban autógrafos
para un familiar a cambio de un regalo. La popularidad de Serrucho llevó a su
autor a ser entrevistado por Caretas en 1961, y el mismo personaje fue utilizado
como la imagen del migrante andino en un libro de tipos limeños, editado por
Hugo Villasis en los setenta.
La inuencia de Serrucho en sus lectores fue reconocida incluso por el Gobierno
de las Fuerzas Armadas, ya que en los setenta identicaron cómo esta historieta
transmitía consideraciones prejuiciosas de los migrantes en contraposición a la
imagen del hombre andino que pretendían difundir. Asimismo, la popularidad de
Serrucho alteró las formas de designación de la época, ya que la historieta no solo
reejó la experiencia de la migración, sino que también condicionó la forma en
la cual los migrantes eran denominados. En efecto, en la época se usó el genérico
«serrucho» para llamar a cualquier migrante; los diarios utilizaban el término y
la evidencia demuestra que muchas personas usaban el apelativo para llamar a
los que tenían orígenes provincianos. Serrucho pasó de sustantivo a adjetivo, y
con él todos los estereotipos que transmitía se condensaron en la palabra, de tal
forma, que ya no era necesario mencionar el prejuicio, pues ya estaba incluido en
el término. Así, los diarios de la época mencionaban a los migrantes violentos,
acosadores y alcohólicos solo como «serruchos»; el mismo proceso sufrieron las
palabras con las que era asociado tales como «chontril» o «chontano». Incluso,
los diccionarios de jergas de los cincuenta en adelante incluyeron estos términos
como referencia y sinónimo de indígena. Fue gracias a eso que estas palabras que
usualmente se usaban para ofender o denigrar nunca pasaron por un proceso de
resignicación, pues siguieron connotando estigmas, prejuicios y consideraciones
sociales, incluso hoy día.
En conclusión, Serrucho fue un espacio popular y ecaz que ayudó a difundir
una serie de estereotipos sobre el migrante andino en un contexto de masivas
migraciones que obligaron a la intelectualidad limeña a identicar en las costumbres
y personalidad andinas, los elementos de su exclusión y discriminación, pues no
correspondían con la identidad criolla y limeña. La tira cómica además alteró las
formas en cómo identicar y nombrar un migrante convirtiéndose así no solo en
el reejo de una realidad, sino en un factor que ayudó a construirla.
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Stallaert, C. (2003). «La cuestión conversa y la limpieza de sangre a la luz de las
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