97
representa), que ha sido vericado, por ejemplo, en el caso de los colores (Burucúa,
Siracusano y Jáuregui, 2000; Siracusano, 2005). A partir del análisis de todas sus
fuentes, el estudio concluye con tres consideraciones; en primer lugar, que «el culto
a la Tierra tenía una relevancia fundamental dentro del conjunto de prácticas y
rituales de culto autóctonos (...)»; en segundo lugar, «el imaginario colectivo andino
tenía de la Pachamama una precisa concepción simbólico-icónica, primariamente
identicable con la tierra en sí (...)» y, nalmente, que «existía todo un acervo de
invocaciones y dedicaciones dirigidas especícamente a la Pachamama (...)» (di
Salvia, 2013, p.107), por lo tanto se puede suponer que esta divinidad gozaba de
importancia capital en el panteón Inka, y en el ciclo ritual que ordenaba el mismo.
La experiencia religiosa andina, que es considerada un axioma en la construcción
de su cosmovisión, constituye el nodo central de la vida y sus ciclos anuales en el
altiplano. A decir de Narciso Valencia, por ejemplo, «el aymara expresa lo sagrado
por medio de mitos, conceptos, acciones rituales y símbolos que ha ideado y
organizado desde hace miles de años, y los expresa de manera personal, familiar
y comunitaria» (Valencia, 1999, p. 33). Este bagaje conceptual y ritual, presente
también en grupos quechuas, se halla ensamblado a una de sus principales
deidades: la Madre Tierra;
11
sin embargo, la característica deíca de esta sitúa sus
actuaciones tanto en el ámbito del orden como en el del caos y conicto, obligando
al ser humano a buscar protección en seres/espíritus tutelares que intercedan por el
restablecimiento del equilibrio. Entre ellos podemos mencionar a los Achachilas, de
los cuales algunos son Apu o Abuelo (encarnados en las montañas), y los Uywiris.
12
Aunque son pocas las investigaciones al respecto, algunos autores (cf. Schobinger,
1999; Sánchez, 2006; Gil y Fernández, 2008; Cruz, 2009; Ceruti y Reinhard, 2010;
Reinhard, 2012; Cruz, Crubézy y Gérard, 2013) proponen que todos los nevados
que constituyen la cadena montañosa Andina son Apus con distintos grados de
importancia, por lo que, considerando la región del departamento de La Paz,
tendríamos los siguientes (de menor a mayor en m s. n. m.): Mururata (5.871),
Chaupi Orco (6.044), Chachacomani (6.074), Huayna Potosí (6.088), Chearoco
(6.127), Illampu (6.368), Ancohuma (6.427) e Illimani (6.438).
A los conceptos de Achachila y Uywiri les acompaña, invariablemente, el concepto
de Wak’a. Vale la pena recordar que, en el mundo andino sur-central, «una huaca
es una fuerza sobrenatural que se encarna en cualquier objeto o lugar sagrado.
Cada cerro, río, roca y cada manifestación singular de la naturaleza u objetos
11. Actualmente llamada Pachamama.
12. Los Achachilas velan por la vida de los pobladores de una región (Apu o Jach’a Achachila), comunidad
o sector (Jisc’a Achachila), mientras que los Uywiris protegen los bienes, los productos y el hogar. Los
atributos de ambos provienen de la propia Pachamama (quien es su causa y fundamento). (Valencia,
1998; Steele y Allen, 2004).