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Leales y vasallos.
Españoles, mestizos
e indígenas realistas
de Huamanga
en la Independencia
David Quichua
Recibido: 07-jul-20
Aprobado: 20-oct-20
doi: 10.46476/ra.v1i2.4710.46476/ra.v1i2.47
Resumen
El presente artículo estudia los sectores sociales que conformaron el bando
realista en Huamanga, sus actividades económicas, razones de su identicación
con la administración borbónica y las consecuencias económicas que sufrieron
en la Independencia. Mediante la revisión de documentos regionales, nacionales e
internacionales proponemos que el bando realista en Huamanga estaba conformado
por españoles, mestizos e indígenas de diferentes condiciones ecomicas y
responsabilidades administrativas. Dichos sectores sociales se identicaron y
defendieron la bandera realista por conservar sus benecios económicos, políticos
y privilegios que les brindaba la administración virreinal.
Palabras clave: realista, español, indígena, Huamanga, Independencia.
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Abstract
is paper studies the social sectors that comprised the royalist side in Huamanga,
their economic activities, the reasons for which they identied with the Bourbon
administration, and the economic consequences they suered aer independence.
By reviewing regional, national, and international documents, we propose that
the royalist side in Huamanga consisted of Spaniards, mestizos, and indigenous
people with varying economic conditions and administrative responsibilities.
ese social sectors identied with and defended the royalist ag to preserve the
economic and political benets and privileges oered to them by the Viceroyalty’s
administration.
Keywords: royalist, Spaniard, indigenous, Huamanga, independence.
Resumo
Este artigo estuda os setores sociais que compunham o lado monarquista em
Huamanga, suas atividades econômicas, as razões de sua identicação com o governo
Bourbon e as consequências econômicas sofridas durante a Independência. Ao
revisar os documentos regionais, nacionais e internacionais, propomos que o lado
monarquista em Huamanga consistia em espanhóis, mestiços e povos indígenas
de diferentes condições econômicas e responsabilidades administrativas. Esses
setores sociais identicaram e defenderam a bandeira monarquista por preservar
seus benefícios e privilégios econômicos e políticos que a administração do vice-
reinado lhes oferecia.
Palavras-chave: realístico, espanhol, indígena, Huamanga, Independência.
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Introducción
Diversas investigaciones sostienen que, durante el proceso de la Independencia, los
habitantes de la intendencia de Huamanga tuvieron una participación dividida. Las
poblaciones del sur se comprometieron con los ideales de la Independencia (Igue,
2012, pp. 207-228); mientras las poblaciones del norte —Huanta y parte de Anco–
mantuvieron su identicación con la administración borbónica. Esta explicación
dicotómica es inadecuada. La participación de los españoles, criollos, mestizos
e indígenas fue compleja: unos apoyaron a la corona, otros levantaron armas a
favor de la Independencia, un pequeño sector no tuvo una clara identicación con
los grupos en conicto y también otros tuvieron una participación ambivalente.
Cada sector defendió sus proyectos, ideas, acciones y participó de acuerdo con sus
intereses.
En el presente artículo analizaremos el papel de los sectores identicados con
la corona y explicaremos las siguientes cuestiones: ¿Qué sectores sociales de
Huamanga conformaron el bando realista? ¿Cuáles fueron sus actividades
económicas? ¿Por qué defendieron a la corona? ¿Cómo fueron afectados con la
lucha independentista?
Siguiendo la línea dicotómica, las investigaciones de Pozo (1963), Husson (1992),
Bonilla (2001, pp. 149-168) sostienen que las poblaciones del norte de Huamanga
conformaron la línea realista y tras la derrota en la batalla de Ayacucho, los
iquichanos hicieron frente a la instauración de la administración republicana. Por
su parte, Cecilia Méndez, después de una prolongada investigación, trabajo de
campo e innovadora propuesta teórica, analiza la participación de los iquichanos
en la formación de la república peruana (Méndez, 2014). La presencia de los
realistas no se puede reducir especícamente a la parte norte y representarla con
la participación de los iquichanos. Más bien, como indica Nuria Sala (1989),
carecemos de una investigación que explique por qué diferentes sectores se
identicaron y lucharon en el bando realista.
1
Mediante la revisión de los documentos en el Archivo Regional de Ayacucho
(ARAY), Archivo Arzobispal de Ayacucho (AAA), Archivo General de la Nación
(AGN), Archivo General de Indias (AGI) y Archivo General de Simancas (AGS)
proponemos que los sectores realistas no solo se ubicaron en el norte, sino también
en el centro y el sur de la intendencia de Huamanga. Estos fueron conformados
1. La expresión realista es controversial y tuvo una composición heterogénea (Sala, 2014, pp. 213-286).
Muchas familias, sectores sociales y personalidades eran realistas absolutistas, liberales o se identi-
caron con ambas tendencias. Los realistas absolutistas defendieron a los reyes; los realistas liberales,
conformados por las autoridades políticas y administrativas, aprobaron y pusieron en marcha la
Constitución de 1812, defendieron la autonomía local manteniéndose en sus cargos hasta 1824, e
incluso otros retomaron sus cargos tras la Independencia (Sala, 2012, pp. 423-450).
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por españoles, criollos, mestizos e indígenas que venían asumiendo los cargos
administrativos, militares y eclesiásticos, así como por familias prósperas,
dedicadas a la actividad comercial, hacendaria y minera, como también por grupos
medianamente acomodados y pobres. Dichos sectores sociales se identicaron y
defendieron la bandera realista para conservar sus benecios económicos, políticos
y privilegios que les brindaba la administración virreinal.
En adelante, determinamos los sectores que conformaron el bando realista, sus
actividades económicas y las razones de su identicación con la corona. Y en la
última parte, abordaremos los gastos y consecuencias económicas que sufrieron
durante la guerra independentista.
Sectores realistas
La intendencia de Huamanga, ubicada en la vertiente occidental de los Andes sur
centrales del virreinato peruano, según el censo de 1791, integraba 135 pueblos,
59 distritos y 7 partidos denominados: Anco, Andahuaylas, Cangallo, Huamanga,
Huanta, Lucanas y Parinacochas, donde se concentraban 75.284 indígenas, 29.621
mestizos, 5.378 españoles, 943 pardos, 30 esclavos y 303 habitantes de grupos no
denidos, sumando un total de 111.559 habitantes (Rivera, 1977, p. 4). De los cuales,
los sectores sociales que se identicaron y conformaron la línea realista fueron un
grupo signicativo de españoles, mestizos y algunos poblados indígenas.
2
El mayor número de los españoles se hallaban asentados en Andahuaylas,
Parinacochas, Lucanas, Huanta y Huamanga. Los mestizos en Huanta, Parinacochas,
Huamanga y Andahuaylas. Por su parte, los indígenas con una población total de
75.284 habitantes, aglutinaba el sector demográco más signicativo y estaban
establecidos en Huamanga, Huanta, Lucanas y Cangallo, principalmente.
3
Hacia 1812, durante el proceso de la guerra independentista, la intendencia
de Huamanga continuó conservando administrativamente los siete partidos
o subdelegaciones (Imagen 1) con una población de 5.378 españoles, 78.954
indígenas, 29.621 mestizos y 957 pardos y esclavos (Eguiguren, 1912[2013], p. 46).
Desde mediados del siglo XVIII, los diferentes sectores vivían en estrechos vínculos
sociales y esto se percibía al interior de los pueblos, las haciendas, los centros mineros,
las festividades religiosas y las actividades comerciales. Los libros de bautizos del
pueblo de San Antonio de Umaro y San Cristóbal de Vischongo (Vilcas Huamán),
que datan de 1786 y 1802, evidencian que los Chuchón, una familia de curacas,
2. Otro sector de españoles, criollos, mestizos e indígenas se identicaron con los ideales de la
Independencia y participaron decididamente hasta salir victoriosos en la batalla de Ayacucho.
3. En el año 1791, Huamanga concentraba 20.373 indígenas; Huanta, 16.981; Lucanas, 12.700 y
Cangallo, 10.011 indígenas (Rivera, 1977, p. 4).
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Imagen 1. Mapa de la Intendencia de Huamanga levantada por orden del Gobernador Intendente
don Demetrio O´Higgins (1803-1804 [1808]). Archivo General de Indias.
eran padrinos y testigos en los bautizos de los hijos de los españoles, mestizos y los
indígenas. Asimismo, tenían por padrinos de bautizos de sus hijos a personalidades
de los diferentes sectores. En un pequeño pueblo, los españoles, mestizos e indígenas
tenían numerosos ahijados, compadres y comadres.
4
Las haciendas cocaleras de
Huanta y Anco eran usufructuadas y administradas tanto por españoles, como por
4. AAA, Libro de bautizos de Umaro y Vischongo, 1786-1802.
40
mestizos, indígenas, militares y eclesiásticos.
5
Las labores mineras en Lucanas, Vilcas
Huamán o Castrovirreyna, permitían la participación y trabajo mancomunado de
diversos sectores sociales. En la esta de la Señora de Asunta, del pueblo de Talavera
(Andahuaylas), los cargos de novenantes, alféreces y capitanes, no tenían distinciones;
eran asumidos por españoles, indígenas y zambos, económicamente prósperos
e incluso pobres. Los días centrales de la esta y la despedida, amenizada con
música, cantos y bebidas, eran momentos de confusión y cohabitación homogénea,
donde poco o nada importaba las diferencias económicas y sociales. Igualmente,
la comercialización de las mercancías, tejidos y la organización de las ferias con la
participación de los arrieros, viajeros y las poblaciones de Parinacochas, Lucanas,
Andahuaylas y Huamanga, durante las décadas nales del siglo XVIII y comienzos
del siglo XIX, eran espacios de integración de los diferentes sectores sociales (Urrutia,
2014, pp. 89-112).
Los estrechos vínculos sociales y culturales desmienten la estraticación jerárquica
entre la república de españoles e indígenas. Si existía una jerarquía, era más
normativa y una letra muerta en la vida cotidiana. Dichas convivencias permitieron
a los españoles, mestizos e indígenas consolidar sus actividades económicas,
asumir cargos administrativos y militares más privilegiados e inuyentes.
Sus actividades económicas
Los españoles, mestizos, criollos e indígenas realistas, además de disponer lucros
económicos de los cargos administrativos, eclesiásticos y militares que asumían,
disfrutaban de mayores ingresos procedentes de sus actividades comerciales, la vida
hacendaria y la extracción minera. Por su parte, los indígenas de privilegio, exentos
de las mitas mineras, vivían dedicados a las actividades comerciales y agropecuarias.
Si bien las reformas borbónicas, al implantar el comercio libre, perjudicaron la
actividad mercantil de los gremios y la producción local de las intendencias (Galdo,
1992), también repotenciaron otros sectores comerciales. Por ejemplo, los tocuyos
y bayetas, producidos en los chorrillos o en las casas de los tejedores de los barrios
de Huamanga, tuvieron un notable repunte (Urrutia, 2014, pp. 102). De la misma
manera, la importación de diversos productos europeos fue generando la bonanza
económica de ciertas familias. En la Villa de Huancavelica, una zona periférica al
centro de las últimas batallas que sellaron la Independencia del Perú, se ha registrado
la mayor presencia de tiendas abarrotadas de licores, ceras y diversos productos de
abastos, procedentes de Europa.
6
En la ciudad de Huamanga, Raymundo Gómez y
Vicente Egurrola eran los comerciantes más exitosos y, en sus tiendas, ofrecían las
5. ARAY, Intendencia, Leg. 40, Cuaderno 39, 1800, fs. 1-90.
6. AGN. Ministerio de Hacienda. Sección de contribuciones: libro de matrícula de castas de la provin-
cia de Huancavelica, 1830, fs. 162-162v.
41
telas más nas e inasequibles importadas de Europa: pañoletas de seda, varas de
algodón, pañuelos estampados de colores, manguillas blancas de gaza, polares de
pecho, medias de gaza blanca y varas de casimir negro, productos bienquistos por
el pujante y creciente grupo de poder huamanguino.
7
Por otro lado, los borbones también revitalizaron la actividad minera (Povea, 2014,
pp. 36-37). A nales del siglo XVIII y los primeros años del siglo siguiente, los mineros
de Huamanga fueron localizando nuevos centros de extracción. En 1805, tras el
hallazgo de una nueva veta en las alturas de Castrovirreyna, don Juan Manuel de
Orejuela, esperanzado por su pronta recuperación económica expresaba: con la nueva
veta «revivirá de alguna manera la antigua opulencia de la casa de los Orejuelas».
8
En el asiento minero de Guaychos y Macho Cruz, ubicado en Lucanas, obtuvieron
plata. En Cangallo explotaron la mina de oro llamado Paccha. De los socavones el
cerro Coyllor y Chicmorara (Tambo) extrajeron plata. Asimismo, extraían salitre en
la jurisdicción de Huancarama (Andahuaylas). Y hacia los primeros años del siglo
XIX, continuaron explotando la mina de Castrovirreyna (Quichua, 2019, pp. 44).
Del mismo modo, los españoles, mestizos y algunos indígenas aanzaron su poder
mediante el control y la producción de las haciendas, ubicadas en los partidos de
Andahuaylas, Huanta y Huamanga. En Andahuaylas, las haciendas de Chontaca,
Chamana, Catahuacho, Tocsama, Llati, Cormillay, Pomachaca, Cashuacahua, Colpa,
Pacchani, Pincos, Carhuayaco, Mosobamba, Chacalla, Socos, Pichus y Sarahuarcay
poseían los mejores cañaverales, de las cuales ser obtenía azúcar, chancacas y bebidas
que se distribuían en las ciudades y los asientos mineros. Igualmente, la ceja de la
selva de Huanta y Anco concentraba los mejores predios cocaleros. Hacia 1800, la
quebrada de Buena Lerma, las montañas de Tamboconga, Sanamarca, Pucamarca y
la quebrada de Acón, se habían constituido en las zonas de mayor concentración de
los hacendados españoles, mestizos, curas y algunos indígenas que usufructuaban
las tierras y se dedicaban a la producción de la coca (Cuadro 1). Los 700 hacendados
en la ceja de selva de Huanta y Anco (O´Higgins, 1804, pp. 682), y 92 hacendados
en el valle de Buena Lerma no disponían del título de propiedad. Para obtener el
reconocimiento y posesión de las tierras, presentaron documentos al intendente don
Demetrio O´Higgins. Don Pascual Cordero, posesionado en la hacienda real San
Juan de Dios, pedía: «con el debido respeto parezco y digo que se sirva usted darme
posesión de ella en nombre de su magestad respecto a obtenerla sin documento
alguno que me resguarde y asegure el dominio a la nca en consecuencia pondré
en andas reales aquella cantidad que resulte pensionado por los peritos tasadores».
9
El indígena Leonardo Loayza, que disponía de un «cocalito de dos collos de fondo»,
7. ARAY. Juzgado de Primera Instancia, Leg. 01, 1825, fs. 2-2v.
8. ARAY. Intendencia, Leg. 31, 1805, f. 5.
9. ARAY, Intendencia, Leg. 40, Cuaderno 39, 1800, fs. 1-90.
42
llamado Rosario, tasada en 2 pesos y 7 reales, también solicitaba «posesión de ella
en nombre de su magestad» y «el dominio de las ncas». Sin embargo, cuando
el intendente determinó la suma de 50 pesos por fanegada, todos rechazaron y
decidieron desconocer la autoridad del intendente, y prerieron hacer predominar
su autonoa y entablar un acuerdo con el mismo rey.
Cuadro 1: Haciendas y predios cocales en usufructo, Huanta 1800.
Hacendado Hacienda cocal Lugar
Pascual Cordero San Juan de Dios Quebrada Buena Lerma
Antonio Cordero Calvario Buena Lerma
Casimiro Carreño San Lorenzo Buena Lerma
Mariano Orcasitas Cocharcas Buena Lerma
Bernardo Figueroa La Trinidad Buena Lerma
Atanasio Molina San Vicente de Sanamarca Buena Lerma
Josef Mariano Calderón San Miguel de Buenavista Buena Lerma
Antonio Molina Sta. Gertrudis Buena Lerma
Nicolás Riva San Agustín de Chuspipata Buena Lerma
Simón Palomino San Antonio Buena Lerma
Bernardo Figueroa Concepción de Guaratanca Montañas de Tamboconga
Juan Gualberto Bendezú San Juan de Dios de Sanamarca Buena Lerma
Martín de Rivera Santa Isabel Buena Lerma
Norberto Espino Concepción de Singual Buena Lerma
Mariano Luján La Concepción de Pintobamba Buena Lerma
Nicolás Anaya Belimpata (Belén pata) Buena Lerma
Lic. Miguel Calderón Tierra eriazas Buena Lerma
Gregorio, Pedro y Antonio Arana Hacienda Buena Lerma
Manuel Cordero San Lorenzo de Sisipata Buena Lerma
Manuel Pradera San Mateo de Buen Retiro Buena Lerma
Juan Figueroa Pintobamba Buena Lerma
Andrés Martel San Miguel Buena Lerma
Bernardina Molina y Gabriel
Palomino
Trinidad Buena Lerma
Esteban de Alarcón Sacramento Buena Lerma
Rosa Gonzáles San Miguel Buena Lerma
Bernarda Molina San Juan de Sanamarca Buena Lerma
Josef Meneses Pilcopata Buena Lerma
Anselmo Anaya Dominio Buena Lerma
Martín de Rivera Sto. Domingo de Sanamarca Buena Lerma
Manuel Cordero Sta. Cruz de Buenavista Buena Lerma
Buenaventura Pacheco Alférez Quebrada de Pucamarca
Pascual Palomino Sta. María Tamboconga
Presbítero Tadeo Cordero La Merced Buena Lerma
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Hacendado Hacienda cocal Lugar
Coronel Martín Armendaris Parayso Tamboconga
Joaquín Ozaeta Buena Muerte Tamboconga
María Josefa Pacheco San Vicente Pucamarca
Mariano Luján Natividad Buena Lerma
Buenaventura Pacheco San Vicente Pucamarca
Ascencio Loyo Cedropata Buena Lerma
Pedro Villalta Nuestra Sra. del Rosario Buena Lerma
Pedro Barbaza San Pedro de Buenavista Pucamarca
Mariano Mendoza San Antonio Buena Lerma
Josef Bendezú San Antonio Buena Lerma
Josef Palomino Santo Toribio Buena Lerma
Andrés Lobatón Chacapata Buena Lerma
Esteban Romaní San Sebastián Buena Lerma
Juan Martel San Lorenzo Buena Lerma
Alejo Anaya Sta. Runa Buena Lerma
Josef M. Calderón Aypillo Buena Lerma
Pablo Pacheco Sta. María Buena Lerma
Rafael Oré Buena Lerma Buena Lerma
Buenaventura Villanueva San Pedro Buena Lerma
Presbítero Manuel Arana San Bartolomé Buena Lerma
Luis Lagos - Buena Lerma
Francisco M. Bellido San Josef Buena Lerma
Juan Pariona San Juan Bautista Sanamarca
Bernardo Pariona San Bernardo Buena Lerma
Ascencio Ruíz Sta. María Pucamarca
Ascencio Ruíz San Cristóbal Pucamarca
Petrona Pacheco San Vicente Pucamarca
Buenaventura Bellido Rodeo Pampa Buena Lerma
Norberto Bendezú Espinco Buena Lerma
Nicolás Riva San Andrés de Chaguachari Buena Lerma
Atanasio Molina Pintobamba Buena Lerma
Esteban Alarcón San Mateo Buena Lerma
Josef Meneses Sta. Teresa Buena Lerma
Manuel Pacheco Ascensión Pucamarca
Juana Garavito San Isidro Buena Lerma
Basilio Ruiz San Cristóbal Pucamarca
Tadeo Meneses Guaynapata Buena Lerma
Raymundo Meneses Sta. Bárbara Buena Lerma
Justo Prado Singualito Sanamarca
Ignacio Gamboa Ramos pampa Buena Lerma
44
Hacendado Hacienda cocal Lugar
Marcos Gamboa San Gerónimo Buena Lerma
Pascual Molina Jesús María Buena Lerma
Mariano Miranda Paraguai Sanamarca
Mariano Tapia San Nicolás Buena Lerma
Clemente Gamboa Nogal pampa Buena Lerma
Tomás Gamboa San Miguel Buena Lerma
Ygnacio Martel Apulima Buena Lerma
Domingo Zamora Paraiso Buena Lerma
Nicolás Castro Dolores Buena Lerma
Ambrosio Tito San Ambrosio Buena Lerma
Mariano Bravo San Nicolás Buena Lerma
Andrés Farfán San Antonio Puca marca
María Barrial La Ladera Pucamarca
Antonio Palomino Nuestra Sra. del Rosario Buena Lerma
Romualdo Ortega Chaguachari Buena Lerma
Capitan Cayetano Ganna
y Diego Cuadros
San Rafael Buena Lerma
Justo Prado Buenavista Sanamarca
Fuente. Elaboración propia sobre la base de ARAY, Intendencia, Leg. 40, Cuaderno 39, 1800, fs. 1-90.
En el Cercado de Huamanga, hacia 1823, los hacendados prorealistas controlaban
y usufructuaban aproximadamente 72 propiedades, entre haciendas, huertas y
molinos dedicados a la producción de trigo, alfalfares, frutas y productos de pan
llevar (Cuadro 2). Las numerosas haciendas, a pesar de la lucha independentista
aún, conservaban su alto valor de tasación. La hacienda de Totora de doña Josefa
de la Riva Cosío se hallaba tasada en 16.000 pesos; por la cual pagaba 240 pesos
de contribución anual. La hacienda Quicapata y Chilcaccasa, con las 50 cabezas
de ganado vacuno, tenía un valor de 10.500 pesos; y don Pedro Martínez, como
propietario, contribuía anualmente con la suma de 157 pesos y 4 reales. Asimismo,
el molino Canónigo del coronel José Palomino y la hacienda Chaca de Vicente
Melchor, se valorizaba en 10.000 pesos anuales; por la cual contribuían con 150
pesos al año. Mientras, la hacienda Totorilla de Rafael Muñoz y Teresa Alcibia eran
las menos costosas, que fueron valoradas en 300 pesos; y contribuían anualmente
con un monto de 4 pesos y 4 reales. Por otro lado, las huertas eran las menos
costosas. La huerta de Alejo Atanay estaba valorizada en 300 pesos y la huerta de
don Francisco Méndez en 200 pesos, y por ello contribuía con 3 pesos al año.
10
10. ARAY, Intendencia, Leg. 40, 1823, fs. 1-10.
45
Cuadro 2: Haciendas, molinos y chacras de la ciudad de Huamanga, 1823
Haciendas, molinos y
predios
Hacendados Valor en pesos Contribución en pesos
y reales
Molino Loreto y tierras
accesorios
Mariano Tueros 6.600 99
Molino Canónigo,
alfalfares y tierras de
yanamilla
Cnel. José palomino 10.000 150
Guamanguara Manuel García 7.400 111
Santiago, alfalfares y
otras tierras
Josefa Palomino 1.200 180
Sta. Elena Sras. Infanzón 6.000 90
Chaca Vicente Ruiz 10.000 150
Don Melchor Sras. Mendieta 3.000 45
Cucho Molino Diego Balmaceda 3.000 45
Huerta de Huatatas Ana Hernández 1.500 22.4
Yanama Pedro José Palomino 2.500 37.4
Quicapata, Chilcacasa
(más un hato), Paucho
(con 50 vacunos)
Pedro Martínez 10.500 157.4
Ñawinpuquio Casimiro Cervantes 1.500 22.4
Huerta Ñawinpuquio José de Oré 600 9
Huatata Pedro Campos 800 12
Riveras de Huatata N. Zamora 1.000 15
Tierras de Llanopampa Pedro Castro 1.100 16.4
Chacra Hospital Tomás García 400 6
Allpaorcona y Llunchi Gerónimo García 1.000 15
Cabrapata Pedro Caminada 3.000 45
Chocan y huerta Aya-
manchi
Justo Flores 3.000 45
Huayanpuquio Juana Eysaguirre 2.000 30
Tierras de Pampa de
Arco
Sras. Ochoa 1.000 15
Tierras de Pampa de
Arco
rquez de Feria 2.600 39
La Totora, Las Totori-
llas y otras tierras
Josefa de la Riva Cosío 16.000 240
Huatata Josefa Olano 500 7.4
La Totorilla Luciano Cueto 1.000 15
Huerta Huatata Pedro Tello 1.000 15
Totorilla Ignacio Montoya 1 000 15
Totorilla Jacoba Hernández 400 6
Totorilla Parroquia de
La Magdalena
1.300 19.4
Totorilla Rafael Muñoz 300 4.4
Totorilla Andrés canales 600 9
Totorilla Teresa Alcibia 300 4.4
Glorieta Francisco López 3.000 45
46
Haciendas, molinos y
predios
Hacendados Valor en pesos Contribución en pesos
y reales
Tartaria Pedro José Palomino 2.000 30
Tartaria Brianda Cabrera 1.100 16.4
Tartaria Coronel José palomino 2.500 37.4
Caballitos María Josefa Palomino 3.000 45
Molinillo Francisco Hernández 1.500 22.4
Chorrillo (arruinado) Francisca Bustamante 1.200 18
Molinillo Isidora García 1.000 15
molinillo Fermín Robles 1.000 15
Molinillo Alejo Pérez 2.200 33
San Pedro Carmen Benítez 2.500 37.4
Buen Retiro Marcela Palomino 1.000 15
Huerta Alejo Antay 300 4.4
Huerta Francisco Méndez 200 3
Chupas Marques de Feria 7.000 105
Ynyalla Fam. Calderón 4.000 60
Chupas Juan Aragonés 1.500 22.4
Chupas Domingo Joyo 3.000 45
Chupas Domingo joyo 1.500 22.4
Hahua Pucyo Ignacio Oré 400 6
Pallca y Huaracco Santiago Carrasco 1.000 15
Palca Marcos Romero 500 7.4
Ñahuin Pucyo Diego Trillo 800 12
UChuy José Barrientos 2.000 30
Uchuy Gerónimo Yaranga 800 12
Un pedaso de tierra Josefa San Juan 800 12
Abril Los peraltas 500 7.4
Tantaria Monasterio
de carmelitas
1.000 15
Casa Orco Josefa Rosa 2.600 39
Motoy y Hato
Ataguisuar
Jacinto Infanzón 7.000 105
Orcohuasi Francisco López 2.000 30
Pucara Joaquín León 3.000 45
Umaro José Ochoa 600 9
Hatun Lucana Fam. Álvaro 1.000 15
Tancayllo y Gueroba Gregorio Flores 4.500 67.4
Ychubamba Fernando Tello 600 9
Yanapiruro Bernardino E.
de Cevallos
400 6
Total 205.100 pesos 3.076 pesos 4 reales
Fuente. Elaboración propia sobre la base de ARAY, Intendencia, Leg. 40, 1823, fs. 1-10.
47
Otro de los sectores sobresalientes fue la ganadería, dedicada a la crianza de
vacunos, caballares y ovinos. En 1810, tras la muerte del coronel don Francisco
García Bedriñana, el inventario de la hacienda Cañaveral de Ninabamba registró
la existencia de 7 estancias o hatos situados en el partido de Anco, con un número
total de 1.489 vacunos y 31 caballares que se hallaban bajo el cuidado de indígenas
pastores y mayordomos (Cuadro 3).
11
Cuadro 3: Hatos y ganados del coronel Francisco García
Hatos Tipos de ganado No. de ganados
Llullucha
Vacas madres
Toros padres
Torillos de señal
Vaquillas de señal
Orejones y orejonas
54
14
2
5
11
Pallca
Vacas madres
Toros padres
Torillos de señal
Vaquillas de señal
Orejones y orejonas
117
65
4
5
22
Pascia (Paqcha)
Vacas madres
Toros padres
Torillos de señal
Vaquillas de señal
Orejones y orejonas
Yeguas
Caballos
Potros
116
50
5
4
10
24
6
1
Rayama
Vacas madres
Toros padres
Torillos de señal
Vaquillas de señal
Orejones y orejonas
107
45
6
10
6
Rumipata
Vacas madres
Toros padres
Torillos de señal
Vaquillas de señal
Orejones y orejonas
128
66
7
6
7
11. ARAY. Intendencia, Leg. 42, Cuaderno 15, 1810, fs. 1-4.
48
Hatos Tipos de ganado No. de ganados
Cuchicancha
Vacas madres
Toros padres
Torillos de señal
Vaquillas de señal
Orejones y orejonas
57
27
2
3
8
Maraycancha
Vacas madres
Toros padres
Torillos de señal
Vaquillas de señal
Orejones y orejonas
302
106
35
31
46
7 hatos
Vacunos
Caballares
1.489
31
Fuente. Elaboración propia sobre la base de ARAY. Intendencia, Leg. 42, Cuaderno 15, 1810, fs.
1-4.
Los indígenas, identicados con la administración virreinal, también conformaban
un sector próspero. El intendente don Demetrio O´Higgins, en su recorriendo por
las punas del partido de Lucanas (1802) describe:
…en la pampa de Quilcata (actualmente entre Puquio y Cabana), en un
temperamento muy rígido por ser toda puna, reside una india nombrada Inés
Capcha Huamaní, de edad al parecer de 90 años, afamada de rica, como que
posee más de 20,000 cabezas de ganado ovejuno, un número de cabezas de
caballar y vacuno, y 20, 000 carneros de la tierra (llamas y alpacas).
12
La preponderancia de la ganadería indígena también sobresalió en la meseta de
Parinacochas, en las extensas planicies de Qaracha (Huancasancos) y las alturas de
las doctrinas de Soras y Vilcas Huamán.
En la ciudad de Huamanga, antes de la incursión de la rebelión de los hermanos
Angulo en 1814, el indígena Julio Santos Casani había fundado una iglesia.
Santiago Castro era un indígena comerciante que pagaba un gravamen de 50
pesos al Convento de Santo Domingo. En las quebradas de Lerma, Tamboconga
y Acón, muchos indígenas poseían tierras cocaleras, dirigían su distribución y
comercialización (Quichua, 2017, pp. 152).
Por otro lado, los indígenas de nobleza, conformados por los caciques y
alcaldes, vivían de sus sueldos, actividades comerciales, ganaderas y agrícolas.
El indio principal y alcalde de campo del pueblo de Totos, don Dámaso Sucso,
como también, el regidor e indio principal de Chuschi, don Diego Huamán, en
12. Monografía de la provincia de Parinacochas, T. I, 1950, p. 201.
49
1810 disponían de tierras y estancias de ganados.
13
Igualmente, los indígenas
privilegiados conformados por «los indios chasquis y puentes» vivían en las
doctrinas de Cayara, Huando (Huancasancos), Paras, Chacamarca, Ocros,
Chumbes y Vischongo. Como chasquis, tenían la obligación de transportar los
correos en el tramo Huamanga-Vilcas Huamán y al ser indios puentes renovaban
anualmente el puente de Uranmarca. De esa manera, no participaban en las mitas
y se dedicaban a las actividades agrícolas, ganaderas, artesanales, entre otros.
Los hacendados, mineros, comerciantes y ganaderos de los diferentes sectores
sociales, defendieron al gobierno español para no perder sus ingresos y conaban
en la seguridad y protección que les podría brindar. Asimismo, los indígenas
privilegiados se identicaron con la administración borbónica con el afán de hacer
prevalecer sus exenciones.
Las razones de su realismo
La identicación con la administración virreinal tuvo múltiples razones y cada
sector social —españoles, mestizos e indígenas— tuvo sus propias motivaciones.
Los hacendados de la intendencia de Huamanga y Andahuaylas defendieron a
la administración virreinal porque las reformas borbónicas, desde mediados
del siglo XVIII, promovieron la producción hacendaria y experimentaron un
crecimiento económico. Las 72 haciendas ubicadas en la ciudad de Huamanga y
sus alrededores sumaban un valor de 205.100 pesos aproximadamente, un monto
altamente signicativo para la época. Los propietarios se beneciaban con la
comercialización de las cosechas y la renta de sus tierras. El Marqués de Feria y
Valdelirios, en 1801 rentó la hacienda Chincheros, Llocclla y Venscha por un lapso
de un lustro a don José Lagos a un precio de 2.000 pesos anuales.
14
En 1805, de la
hacienda Chincheros obtuvieron 176 fanegas de cebada y 80 fanegas de trigo; de
Llocclla, cosecharon 12 fanegas de papa, 20 fanegas de maíz de primera calidad, 1
fanega de maíz de baja calidad, 4 fanegas y ½ de cebada; y de Venscha, 21 fanegas
de cebada y 3 fanegas de maíz. En total, de las tres haciendas obtuvieron 325 ½
fanegas de productos.
15
Para los grupos de poder económico, el inicio de la lucha
independentista hacía peligrar su riqueza, pero a pesar de ello, consideraron un
problema efímero que la administración española lograría derrotar como a la
rebelión de Túpac Amaru II y mantener el crecimiento económico.
16
13. AGI. Lima, 74, N° 67, 1810, f. 19.
14. El contrato indicaba que la entrega del monto referido era por tres años forzosos y dos años
voluntarios.
15. ARAY. Intendencia, Leg. 37, 1801-1805, fs. 4-4v.
16. En 1780, a pocos días de iniciada la rebelión de Túpac Amaru II, el cabildo de Huamanga respondió
inmediatamente a la carta de José Antonio de Arreche y con el objetivo de derrotar el levantamiento
50
El apoyo de los hacendados españoles, criollos, militares, eclesiásticos e indígenas,
que usufructuaban las tierras cocaleras de Huanta y el norte de Anco, fue por el
amparo especial que recibieron del rey. Como enfaticé líneas atrás, los referidos
hacendados inicialmente rechazaron a la administración borbónica, puesto
que dichas autoridades, encabezadas por el intendente Demetrio O´Higgins, al
pretender obtener mayores ganancias en benecio de la corona, determinaron
vender dichas tierras a 50 pesos la fanega. Los hacendados consideraron que las
referidas tierras fueron convertidas en cultivables a costa de mucho trabajo e inversión
y era injusto pagarla. En 1813, los diputados por Huamanga, don Pedro José Tello y
Martín José Mujica fueron enviados a España y al asistir a las legislaturas ordinarias
de 1814 expusieron los problemas por las tierras cocaleras y solicitaron que las
autoridades resuelvan con urgencia (Sala, 2014, pp. 254-216).
17
Desafortunadamente,
las autoridades liberales no resolvieron sus pedidos y recién dos años después fue
solucionado por el monarca. El rey Fernando VII en 1816 concedió una: «exención
de derechos por diez años a los descubridores y cultivadores de los terrenos de
las expresadas montañas a los quales prestarán los subdelegados y justicias los
auxilios con arreglos a las leyes» (Méndez, 2014, pp. 131). Mediante este amparo,
los hacendados restablecieron su identicación con la monarquía, incrementaron el
cultivo de la coca y su comercialización garantizó altos ingresos.
De la misma manera, los hacendados defendieron a la monarquía porque las
autoridades del cabildo de Huamanga, durante los años más difíciles de la guerra
independentista, mantuvieron a la coca exenta de contribuciones y se constituyó
en uno de los productos más rentables. En 1818, las autoridades del cabildo de
Huamanga, al establecer impuestos al tabaco, aguardiente, aceite, ají, frijoles,
entre otros productos, dejaron de lado a la coca. Dice: «Se reservó por esta junta
pensionar la coca del partido de Guanta de donde se extrae [y] se niegan sus
vecinos a qualquiera otra determinación».
18
Con este respaldo, la coca llegó a
comercializarse en las regiones más distantes del virreinato.
Las autoridades del cabildo no establecieron el impuesto a la coca porque muchos
de ellos, sus familiares y amigos usufructuaban dichas tierras y se beneciaban con
la comercialización de la coca. José Palomino era dueño de la hacienda Canónigo,
los alfalfares y tierras de Yanamilla; además, era coronel de las fuerzas realistas.
Don Gaspar Carrillo de Albornoz Vega Munive exhibía el título de «Marqués de
Feria y Valdelirios», disfrutaba de la producción de los fundos más fértiles, asumía
enviaron dinero, armas y hombres. De Andahuaylas mandaron 900 hombres, de Huanta 82 y en
Huamanga para contrarrestar cualquier levantamiento prepararon 200 hombres.
17. También solicitaron la restauración de los repartimientos forzosos, aumento del número de preben-
das a la catedral, la incorporación de los indígenas en las corporaciones municipales, disminución de
réditos de los censos consignativos del 5% al 3% y la rebaja de las alcabalas al 4% (Sala, 2014).
18. ARAY. Libro de actas del cabildo de Huamanga desde 1817-1822, s/f.
51
el cargo de brigadier y general del ejército español. Asimismo, el presbítero Tadeo
Cordero usufructuaba en la ceja de selva la hacienda cocal La Merced y; Don
Martín Armendáriz, además de desenvolverse como coronel de las fuerzas reales,
era dueño de la hacienda cocal Paraíso, ubicada en la selva de Huanta, la cual
alquilaba al teniente de milicia, Joaquín Ozaeta.
El favoritismo del cabildo creó críticas de otros sectores que venían cumpliendo
con las contribuciones. El cura de Chincheros don Manuel Renteros, el 10 de
diciembre de 1818, hizo presente sus reproches y sostenía que mientras «la pleve
infeliz» cumple con las diferentes tributaciones para salvaguardar a las fuerzas
realistas, los del «partido de Guanta no contribuye hasta ahora con ninguna razón
y teniendo la coca que se expende en todo el vireynato».
19
A pesar de las críticas, la
coca se mantuvo libre de impuestos y los sectores beneciados no solo brindaron
su apoyo a la administración virreinal por las exacciones referidas, sino también
porque las movilizaciones independentistas fueron estableciendo cupos, robos,
apropiación de ganados y acémilas, perjudicando la producción, distribución,
comercialización de la coca y demás productos (Méndez, 2014, pp. 132).
La situación se hizo más perniciosa, pues la guerra independentista la ganaron
los patriotas. A seis días de la batalla de Ayacucho, por imposición de Sucre, los
pueblos de Huanta —por su apoyo brindado a los realistas y ataques ocasionados
frente a las fuerzas patriotas— pagarían la suma de 50 mil pesos. Del mismo modo,
en febrero de 1825, los curas del obispado de Huamanga pagarían 20 mil pesos por
encabezar y motivar a los indígenas «para que robasen los equipajes y matasen
esos enfermos del ejército patriota» (Méndez, 2014, pp. 133). Denitivamente, el
establecimiento de la República de Perú fue muy crítico para las poblaciones de
Huanta y motivó un levantamiento en nombre de la monarquía. En palabras de
José Antonio Navala Huachaca, líder de los iquichanos, el levantamiento fue por
los robos, abusos, desórdenes y elevadas contribuciones que venían cobrando los
militares de la naciente república
20.
La rebelión de los iquichanos, denominada como el primer levantamiento campesino
de la República (Méndez, 2014, pp. 77-104), es uno de los acontecimientos que ha
motivado varias investigaciones y, sobre las razones de su realismo, sostienen que fue
por la caída del comercio de la coca, los robos y altos impuestos que establecieron
las autoridades republicanas (Husson, 1992). Además de las referidas causas, el
problema de fondo que motivó el levantamiento de los indígenas, españoles, mestizos
y eclesiásticos fue el control y usufructo de las tierras cocaleras.
21
19. ARAY. Libro de actas del cabildo de Huamanga desde 1817-1822, s/f.
20. ARAY, Juzgado de 1ª Instancia, Causas Criminales, 1826. Véase: (Bonilla, 2001, pág. 155).
21. Además, si bien la investigación de Cecilia Méndez analiza la participación decidida de los iquicha-
nos en la formación de república peruana, es necesario tomar en cuenta el asunto de la tierra, debido
52
Al igual que en Huanta, en las provincias de Huamanga, Andahuaylas y Parinacochas
las disputas por el control de los predios, a nes de la administración virreinal y los
primeros años de la vida republicana, siguieron siendo asuntos contenciosos. En
Parinacochas, los indígenas del ayllu Anansaya y Urinsaya posesionaron las tierras
realengas; y en Vilcas Huamán muchos indígenas litigaron con la expansión de las
haciendas.
De igual manera, un sector de los indígenas defendió a la administración virreinal
porque algunos funcionarios encaminaron cambios signicativos en los pueblos:
promovieron la educación, mejoraron la salud, priorizaron la ornamentación
y encarcelaron a los abigeos. Esto se constata con la declaración de don Cosme
Echevarría, quien al desenvolverse en el cargo de Subdelegado de la provincia
de Vilcas Huamán sobresalió por las reformas que estableció en benecio de los
indígenas. Un documento de 1811 reere:
para perpetuo honor de el que suplica su compostura de caminos, la reedicación
a sus expensas de las casas de cabildo y cárceles de la capital y de otros pueblos;
la traslación viva a costa suya del uido vacuna en brazos de dos niños, para que
el vecindario disfrutara de este celestial preservativo; la erección de una escuela
de primeras letras en Cangallo que paga anualmente de su propio peculio con
220 pesos, la erogación continua de medicinas y socorros al vecindario pobre y
su dedicación al templo de la cabecera del partido donde elevó un Altar.
22
La vacuna que hace referencia el documento era la antivariólica, que desde 1805
se fue difundiendo en el virreinato peruano (García, 2003, pp. 41-50) y Cangallo,
al nivel de la intendencia de Huamanga fue la primera provincia que dispuso de
dicha tecnología. Igualmente, la construcción y funcionamiento de una escuela se
constituyó en una de las obras signicativas de don Cosme Echevarría. Mediante
estos cambios, el subdelegado gozó de una representatividad en los pueblos, que fue
constatada y rearmada unánimemente por los españoles y mestizos que habitaban
en los pueblos de Vilcas Huamán y principalmente por los caciques. Sin embargo,
vale aclarar que las reformas de Cosme Echevarría crearon incomodidades en
otros sectores. Por ejemplo, el subdelegado terminó siendo odiado por los abigeos.
Asimismo, algunos grupos de los indígenas privilegiados mantuvieron su
identicación con la corona, debido a que las autoridades del virreinato determinaron
que dichos indígenas continúen desenvolviéndose en sus labores especializadas.
Tal es así, los indígenas de Vischongo, que no participaban en las mitas mineras y a
cambio de ello tenían la función de renovar el puente de Uranmarca en el curso del
que durante los primeros años de la naciente república el problema del control de las tierras cocaleras
siguió vigente y el apoyo o rechazo que brindaron los iquichanos a los caudillos dependió de las le-
gislaciones que fueron estableciendo sobre la tierra.
22. AGI. Lima, 74, N° 67, 1811, s/f.
53
río Pampas, conservaron dichas labores y en 1813 solicitaron al virrey un amparo
para seguir con el privilegio.
23
El pedido fue admitido y durante los últimos años
de la administración virreinal, a pesar que la constitución de 1812 prohibió todo
tipo de tributación indígena, los vischonguinos siguieron renovando el puente.
Con la restauración de la monarquía en 1814, los vischonguinos mantuvieron
sus privilegios y facilitaron las actividades administrativas, la distribución de
los correos, la movilización de las tropas e hizo posible la continuidad de la
administración virreinal, hasta la batalla de Ayacucho en 1824.
24
Los diferentes sectores identicados con la corona y la intendencia de Huamanga,
al mantenerse bajo la administración virreinal hasta las últimas consecuencias de
la prolongada guerra independentista, conllevaron todo el peso de la contienda,
abastecieron la guerra y sufrieron los mayores perjuicios.
El precio del realismo
Los españoles, mestizos e indígenas que defendieron a la Corona española y
apoyaron a las fuerzas realistas sufrieron los mayores daños de la guerra. Algunos
funcionarios fueron apedreados, otros ejecutados y los grupos de poder económico
sufrieron saqueos.
El incremento del impuesto de alcabala al 6% y el aguardiente al 12.5% desde 1776,
generaron rechazos de los comerciantes y los cobradores terminaron atacados. El
cobrador de alcabalas, don Gerónimo Rojas, durante su usual transcurso del pueblo
de Pacapausa al anexo de Opahuacho (Parinacochas), fue apedreado en 1805
por los hermanos José y Rudecindo Castañeda. Según el informe del agraviado,
le tendieron una emboscada, a punta de pedradas le hizo caer del caballo y le
arrebataron el padrón de la alcabala (Quichua, 2019, p. 58).
Durante la rebelión cusqueña de 1814, el grupo dirigido por el argentino Manuel
Hurtado de Mendoza, el cura José Gabriel Béjar y el criollo Mariano Angulo,
al controlar la ciudad de Huamanga, ocasionaron una turbación social y un
desequilibrio económico (Rojas, 2016, pp. 363-384).
25
Las autoridades y algunas
familias acomodados optaron por retirarse de la ciudad y, aquellos que hicieron
23. Por el contrario, los indígenas privilegiados de Huamanga y otras doctrinas que no tenían la función
de participar en las mitas y cumplir con las tributaciones, con la intensicación de las reformas bor-
bónicas desde las últimas décadas del siglo XVIII fueron perdiendo dichos privilegios y al ser em-
padronados bajo la condición de indígenas comunes, cumplieron con las tributaciones. Esto generó
mayores incomodidades, rechazaron rotundamente a la administración borbónica y posteriormente
levantaron armas a favor de la independencia. Véase: (Quichua, 2019).
24. La práctica del chaka tikray (renovación del puente) se mantuvo hasta a mediados del siglo XX.
25. Aunque no es objetivo de este artículo, es importante aclarar que la rebelión de 1814 tuvo un signi-
cativo apoyo por parte de los comerciantes, los gremios y los indígenas afectados por las reformas
borbónicas. Véase: (Quichua, 2019, pp. 25-53).
54
frente y continuaron en sus cargos terminaron ejecutados, entre ellos, el capitán
Vicente Moya, el intendente Tincopa y el subdelegado de Vilcas Huamán don
Cosme Echevarría (Pereyra, 2016, pp. 339-361).
Sobre las nefastas consecuencias económicas, el hacendado y diezmero don
Francisco Flores describía la crítica situación con estas palabras: «en la revolución
de 1814 empezaron mis ruinas»; pues la rebelión desarticuló el comercio de
diversos productos artesanales. Empezaron a pedir, forzosamente, a los hacendados
alfalfares, fanegas de cebada, cargas de paja para la manutención de los caballos,
vacunos para la alimentación de las tropas, mulas y caballos para el transporte.
Las casas de los vecinos principales fueron saqueadas, los granos vendidos
a un bajo precio y los diezmos se hicieron incobrables. Don Pedro Caminada,
comerciante, diezmero y hacendado, se quejaba: «en la insurrección de 1814 los
insurgentes saquearon mi casa por ser yo europeo sin dejarme ni colchón en que
dormir y degollaron más de 100 cabezas de ganado vacuno en una corta hacienda
que poseo…».
26
Del mismo modo, los morochucos, que apoyaron a la insurrección cuzqueña, a los
ganaderos y hacendados que se mantuvieron eles a la Corona, les causaron los
mayores estragos. Don José María Palomino testicó:
…en la insurrección de 1814 mi hacienda de vacas nombrada Sachabamba,
situada en partido de Cangallo fue el centro de las correrías de los insurgentes
y morochucos, quienes por castigar mi inequívoca delidad al señor nuestro se
robaron casi todo el ganado vacuno y caballar (…) de manera que de centenares
de vacas y caballada que en ella tenía, apenas recogí después cincuenta y tantas
cabezas de ambas especies y las casas todas incendiadas…
27
La ruta que atravesaron los insurgentes había quedado devastada, y esta situación
se agravó aún más.
A pesar de la derrota de una de las alas de la rebelión cusqueña de 1814, en los
campos de Huamanguilla, Macachacra y en las cercanías de Huanta, entre el 25
de setiembre y el 2 de octubre (Hamnett, 2011, pp. 191-192), las acciones rebeldes
continuaron (Ruiz, 1924, p. 101) y perjudicaron las actividades comerciales de las
familias potentadas de Huamanga (Zapata, Antonio, Pereyra Nelson y Rolando
Rojas, 2010, pp. 122). La exportación de los productos de la región, como las badanas
y los tocuyos destinados al centro minero de Cerro de Pasco, quedaron frustradas.
La comercialización del aguardiente —que se importaba desde Moquegua y
otras haciendas de la costa central y sureña— también fue interrumpida por los
26 ARAY. Intendencia, Leg. 42, Cuaderno 58, 1814, f. 29.
27 Ibíd., 1814, f. 78.
55
constantes ataques de los rebeldes y por la falta de las acémilas que fueron tomadas
para las revueltas. De tal manera que la mayoría de comerciantes se hallaba en
crisis. El 28 de febrero de 1817, el comerciante Bernardino Fernández informaba
que se hallaba en un lastimoso estado de quiebra y pedía a sus acreedores «se sirva
concederle el tiempo que permite la ley» para pagar sus deudas.
28
En la ciudad de
Huamanga, debía a 17 familias la suma total de 1.075 pesos (véase: cuadro 4).
Cuadro 4: Deuda de Bernardino Fernández, 1817.
Prestamistas Sumas en pesos
Don José María
Don Juan de Dios Muñoz
Don Juan Alarcón
Don Clemente Mendieta
Don Mariano Meneses
Don Teodoro Cabrera
Don Rafael Carrera
Don Pedro José Avilés
Don Juan Cantor
Doña Eusebia Guillén
Doña María Godoy
Don Francisco Rua
Don Agustín Barrera
Doña C. Castro
Don José Flores
Don Egidio Huamán
Don Atanasio Huamán
200
180
130
100
90
70
50
40
30
40
30
20
40
22
10
8
15
Total 1.075 pesos
Fuente. ARAY. Intendencia, Leg. 48, 1817, f. 1.
La incursión de los patriotas y la desarticulación de la economía huamanguina
indujeron a los sectores potentados adherirse con mayor razón al realismo porque
consideraron estos acontecimientos como pasajeros y creían que con el apoyo a la
corona se restablecería el orden.
Aportes económicos
Las ciudades de Huamanga, Huanta, Cangallo, entre otras, solo en ocasiones
pasaron al control de las fuerzas independentistas y, por el contrario, la intendencia
en general se mantuvo bajo la administración virreinal hasta las últimas etapas de
la guerra y constituyó un bastión económico para los bandos en conictos, siendo
esencialmente de las tropas de la corona.
28. ARAY. Intendencia, Leg. 48, 1817, f. 1.
56
Años después de la derrota de la rebelión de Túpac Amaru II, en las capitales
provinciales de Huamanga se establecieron las milicias con el afán de mantener la
seguridad interna y eliminar cualquier intento separatista. En 1788, el Regimiento
de Caballería de Milicias de Cangallo (Vilcas Huamán) estaba compuesto por
un coronel, un teniente coronel, un sargento mayor, dos ayudantes, cuatro
portaestandartes, diez capitanes, doce tenientes y la misma cantidad de alféreces.
29
El Regimiento de Milicias Provinciales Urbanas de Caballería de Huanta en 1798
se hallaba dirigido por el coronel don Felipe Días de la Torre, el teniente coronel
don Domingo Pérez, el sargento mayor don Antonio Beramendi, cuatro capitanes,
un ayudante mayor, siete tenientes, siete alféreces, nueve sargentos y tres cadetes.
30
Asimismo, la milicia «Leales Voluntarios de Guamanga» en agosto de 1820
estaba dirigido por el intendente Francisco José de Recabaren y conformado por
diez capitanes, once tenientes, diez subtenientes y ocho cadetes. Dichas milicias
se mantuvieron mediante la contribución de los diferentes sectores sociales,
colaboración de los grupos de poder económico, las instituciones religiosas y
administrativas. Por ejemplo, las autoridades del cabildo de Huamanga en 1820,
para la manutención de los soldados, entregaron la suma de 522 pesos.
31
Sin embargo, las milicias se caracterizaron por su debilidad y durante el arribo de
las rebeliones no pudieron detener y salvaguardar a la ciudad de Huamanga. Un
ala de la rebelión cuzqueña de 1814 tomó Huamanga con relativa facilidad y las
autoridades huyeron (Pereyra, 2016). Igualmente, en el momento de la llegada de
las fuerzas de Álvarez de Arenales, el intendente Francisco Recabaren y las tropas
decidieron huir, dejando el cargo al teniente asesor don Juan José Eguiluz. El ocio
de 28 de octubre de 1820 dice: «Tomadas todas las medidas posibles no encuentro
arbitrio para defender esta plaza del enemigo que se nos acerca y mucho menos
permite un empleo entregarla con las armas y poca tropa que guarnece, así que he
resuelto retirarme con ella y que usted queda en el mando».
32
Frente al abandono,
el cabildo decidió dejar el ingreso libre a las fuerzas de Arenales, cumplieron con
todos los requerimientos logísticos y económicos durante su estadía en Huamanga.
Paradójicamente, al retirarse las fuerzas de Arenales, la ciudad de Huamanga fue
inmediatamente retomada por las tropas realistas del general Mariano Ricafort y
posteriormente, José Carratalá encaminó la más brutal persecución a los rebeldes
y en ese contexto los habitantes de Huamanga brindaron un decidido aporte
económico. El 4 de diciembre de 1820, Carratalá ordenó al capitán Joaquín Rubin
pedir préstamos con un interés de un 5% a los grupos de poder de Huamanga;
29. AGS. Milicias de Cangallo, Empleo, Leg. 7119, 1788, f. 179.
30. AGS. Milicias de Caballería de Huanta, Leg. 7286, 17, 1798.
31. ARAY. Libro de actas del cabildo de Huamanga desde 1817-1822, s/f.
32. ARAY. Libro de actas del cabildo de Huamanga desde 1817-1822, s/f.
57
pues «las tropas carecían de todo auxilio y era importante y justo socorrerla».
33
Con el objetivo de obtener la suma de 100,000 pesos, los encargados elaboraron
el padrón de los vecinos pudientes: el obispo y el clero entregarían la suma de
20,000 pesos, el Cabildo secular 5,500 pesos, los comerciantes la suma de 22,000
pesos, los hacendados 12,600 pesos y los demás vecinos 6,000 pesos. En total,
sumó 60,600 pesos. Asimismo, los vecinos ausentes brindarían la suma de 2,000
pesos, los hacendados de Andahuaylas 11,500 pesos y los de Cangallo 2,000 pesos,
que adicionarían un monto de 15,500 pesos. De tal manera, el grupo de poder
económico y político de Huamanga y sus provincias, debía entregar la suma total
de 76,100 pesos. Desafortunadamente, no alcanzó los 100,000 pesos requeridos.
34
Las principales familias, al recibir la noticación y los montos determinados
pidieron rebajas. Expresaron la difícil situación económica que había ocasionado
la rebelión de 1814, la decadencia de la actividad comercial y la imposibilidad del
cobro de los diezmos por las insurgencias. Melchor Arespi se negó a entregar los
1,000 pesos asignados, indicando que las insurgencias no le permitían transportar
y comercializar más de 300 tocuyos a Cerro de Pasco. Doña Paula Orosco, esposa
del subdelegado interino y cobrador de diezmos de Parinacochas don Ignacio
Montoya, indicó que no disponía del monto asignado; porque su esposo no
había podido cobrar los diezmos «por lo alborotado que se hallan las gentes».
35
Asimismo, el indígena Santiago Castro se negó a pagar los 1,000 pesos, por hallarse
en bancarrota y por la imposibilidad de continuar su actividad comercial por las
convulsiones. Otros se hallaban cargados de deudas y paralizados. Don Fermín
Felices se justicó con estas expresiones:
Yo fui señor en tiempos pasados viajero, más desde ahora años en que sufrí un
robo en el pueblo de Pausa, quedé asentado sin poder levantar la cabeza, mi edad
que es octogenaria no me permite ya trabajo alguno. Tengo varios acreedores
que me toleran por insolvencia, sin tener de donde echar mano, mendigo en
sustento y sobrevivo a expensas de la caridad y aunque poseo una casita en la
calle Santa Teresa esta se halla gravada con un censo a favor del monasterio de
Santa Clara que estoy también debiendo los réditos.
36
En una situación difícil, solo se comprometieron a brindar la mitad del monto
indicado; y otros a hacer donaciones voluntarias de acuerdo a sus posibilidades.
De tal manera, trascurridas las 48 horas, los realistas obtuvieron 22,750 pesos y
continuaron con la cobranza respectiva (Cuadro 5).
33. ARAY. Intendencia, Leg. 42, Cuaderno 58, 1820, f. 1.
34. Ibíd., 1820, fs. 2-4.
35. Ibíd., 1820, fs. 18-30.
36. Ibíd. 1820, f. 42.
58
Cuadro 5: Relación de los prestamistas y los montos, 1820.
Prestamistas Monto en pesos
Gregorio Ulloa (por parte de la Iglesia)
Gregorio Ulloa
Canónigo Penitenciario
Fernando Fernández (Regidor)
José Vicente de Egurrola
Mariano Soto (cura de Vizchongo)
Luis Aristizabal (prebendado)
Diego Balmaceda (Regidor)
Miguel de Irriarte
Josefa Palomino
José Soto
Pedro Bendezú
Dean de la Iglesia
José León (Prebendado)
Marcelo Castro
Juan de Dios Ronceros (Presbítero)
Simón Tueros
Francisca Larria (Larrea)
Melchor Quispe
Santiago Castro
Francisco García y Espinoza
Hermenegilda Cárdenas
Juan Frías
Cura de Querobamba (donativo)
Francisco Hernández (donativo)
María Alcibia (donativo)
1.000
1.000
1.000
3.000
1.000
1.000
500
500
5.000
1.000
500
500
500
200
500
150
1.000
300
500
500
600
1.000
800
300
300
100
Total 22.750
Fuente. ARAY. Intendencia, Leg. 42, Cuaderno 58, 1820, f. 1.
Como se puede observar en el cuadro anterior, la recaudación de los 22,750 pesos,
se logró gracias a la mayoría de los aportantes, los montos más signicativos
corresponden a las autoridades eclesiásticas y administrativas de la intendencia,
mientras que el aporte de las familias acomodadas disminuyó relativamente.
Durante los días siguientes, el pedido de los préstamos continuó y el 12 de enero
de 1821, las autoridades virreinales lograron reunir la considerable cantidad de
26,000 pesos en préstamo y 700 pesos en donativo, adicionando un total de 26,700
pesos para el auxilio de las tropas realistas.
37
37. Ibíd., 1821, f. 69.
59
El 19 de febrero de 1821, una vez más por la imposición de las autoridades de Lima,
los administradores de Huamanga elaboraron una lista de las familias para un
préstamo económico y así solventar los gastos de los dos mil soldados realistas que
iban a pasar por Huamanga. Fueron registradas 41 personalidades para otorgar
9,000 pesos de acuerdo con sus propiedades y actividades económicas.
38
Doña
Antonia Villaverde, Ignacia Argumedo y don Macario Galindo fueron designados
para brindar 1,000 pesos cada uno; cuatro familias la suma de 500 pesos; y otras
cuatro el monto mínimo de 25 pesos (Cuadro 6).
Cuadro 6: Relación de los prestamistas, 1821.
Familias Monto en pesos
Antonia Villaverde 1.000
Martina Guillén 100
Tomás Cárdenas 100
Celedonio Barbarán 100
Ignacia Argumedo 1.000
Macario Galindo 1.000
Eustaquia Nieto 500
Pablo Medina 100
Francisco Herrera 100
Diego Trillo 500
Fermín Peñalosa 500
Sebastián Cárdenas 300
Pablo Cárdenas 100
Antonio Manzo (Huanta) 300
Pablo Lazo 50
Marcos Pantoja 100
Manuel Sotomayor 25
Melchor Pavón 50
Dominga Guillén 50
Julio González 200
Juan Tamayo 100
Basilio González 25
Jacinto Infanzón 150
Nicolás Rospillosi 25
José Hipólito López 25
Paulino Chávez 200
Alberto García 100
Pedro Coronado y Castro
Cristóbal Choccña 50
José Eysaguirre 50
Alejo Pérez 250
38. ARAY. Intendencia. Leg. 42, cuaderno 59, 1821, fs. 1-1v.
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Familias Monto en pesos
María Luisa Barrientos 100
Justo Romero 50
Miguel Castillo 50
Gerónima Prado 50
Mariano Bellido 200
Capitán Manuel Narváez (Huanta) 200
Benavides (Huanta) 500
Luján Gil (Huanta) 300
E. Callañaupa 250
Manuel Mallma Hierro de Choccña 50
Total 9.000
Fuente. ARAY. Intendencia. Leg. 42, cuaderno 59, 1821, fs. 1-1v.
Las familias nuevamente se negaron a otorgar las sumas indicadas y consideraron
que se hallaban cortos de fondos para su préstamo. La señora Luisa Barrientos
sostuvo que, tras la muerte de su esposo en la ciudad de Ica y la crisis de su negocio
de aguardiente, le era imposible otorgar los 100 pesos asignados. Además, indicó
que apenas tenía una casa y huerta de frutales y alfalfa para pagar el censo de la
dicha propiedad. Del mismo modo, la señora Antonia Villaverde, comerciante y
esposa de Raymundo Enciso, indicó la imposibilidad de brindar los 1.000 pesos y
que «apenas había conseguido 100 pesos». Don Alejo Pérez, natural de Huamanga,
también se negó a prestar los 250 pesos y declaró donar 50 pesos; la señora
Eustaquia Nieto, viuda de don Martín Herrera Hidalgo, administrador de rentas,
indicó que no se hallaba en la posibilidad de pagar los 500 pesos asignados debido
a que ya no recibía ganancias de su hacienda Viñas, ubicada en Moquegua, por la
incomunicación hecha por los rebeldes y por la falta de mulas para el traslado y
venta del aguardiente.
39
Con la agudización de la guerra, las contribuciones se radicalizaron y fueron
de carácter obligatorio tanto para los sectores mediados, como para los pobres.
En febrero de 1817, el cabildo de Huamanga aprobó el cobro de impuesto a los
comerciantes de la siguiente manera: 4 reales a la libra de tabaco; 2 reales a la libra
de Copán; 1 peso a la libra de tabaco en polvo;1 peso a cada botija de aguardiente,
vino y vinagre; 1 peso sobre la arroba de aceite; 4 reales al cesto de ají amarillo; 1
real a otras especies de ají; 4 reales a la arroba de pescado seco; 4 reales sobre cada
arroba de garbanzo y de arroz y 2 reales a cada arroba de frijoles y pallares.
40
Hacia
1819, el cabildo huamanguino agravó impuestos a los cañaverales y el azúcar en el
partido de Andahuaylas; burros y llamas en Lucanas y Parinacochas; así también
39. ARAY. Intendencia. Leg. 42, cuaderno 59, 1821, fs. 6-9.
40. ARAY. Libro de actas del cabildo de Huamanga desde 1817-1822, s/f.
61
se asignó un impuesto al ganado vacuno en Vilcas Huamán. En 1822, el cabildo
estableció impuesto a los comerciantes de la plaza de Huamanga.
41
Los españoles, mestizos e indígenas de Huamanga, en los últimos años de la guerra,
atravesaron un empobrecimiento generalizado. Antes de la batalla de Ayacucho,
en noviembre de 1824, proporcionaron dinero y subsistencia a las fuerzas realistas.
En diciembre del mismo año, pasó a ser la despensa inagotable del ejército de
Sucre. Entregaron reses y cientos de fanegas de cebada, maíz y papa. Asimismo,
dispusieron cordellates y pañetes para la vestimenta de los soldados, camisas,
zapatos, fornituras, morriones, morrales y herrajes (Pozo M. J., 1949, pp. 20-21).
Soportaron la última fase y decisiva de la guerra independentista.
Por ende, se produjo la paralización de actividades productivas y la migración de
las familias más potentadas. Tras la derrota en la batalla de Ayacucho, los últimos
españoles que emigraron de Huamanga fueron: Gaspar Carrillo de Albornoz,
Vicente Egurola, Raymundo Gómez, Fernando Fernández, Briandes Cabrera,
Pedro Zorraquín, Nicolás Olano, Mariano Chaveguren, Vicente Ruiz, Cayetano
del Hierro, José del Pozo, Ignacio Alcázar, Francisco Rodríguez, Julián González,
el presbítero Justo Gálvez, Miguel Iriarte, Bernardino Cevallos, José Martínez,
María del Carmen Ochoa, Ramón Rodríguez, Pedro Romero y Manuel Mariano
Pacheco.
42
Unos dejaron sus tierras alquiladas, otros al cuidado de sus esposas o
familiares. Pero, aun así, sufrieron secuestros y usurpaciones de sus bienes por
parte de las autoridades republicanas.
43
Asimismo, los abusos mediante las contribuciones crearon en todos los sectores un
rechazo a la guerra, descontento de la administración virreinal y muchas familias
preferían el cese urgente de las contiendas y la implantación de un gobierno que
brinde la estabilidad.
Reexiones nales
El bando realista en Huamanga se caracterizó por su heterogeneidad y estaba
conformado por un sector de españoles, mestizos e indígenas establecidos en
las diferentes provincias de la intendencia. En su mayoría, ocuparon cargos
administrativos, militares y religiosos; dirigían las actividades hacendarias,
ganaderas, mineras y comerciales más solventes de la región. Aunque también,
otros eran de condición humilde.
41. ARAY. Libro de actas del cabildo de Huamanga desde 1817-1822, s/f.
42. ARAY. Juzgado de Primera Instancia, Leg. 1, 182, f. 6v.
43. Los españoles más afectados con los secuestros de bienes y que después de la Independencia
recuperaron sus bienes fueron: don Gaspar de Carrillo de Albornoz, Vicente Ruiz, Marcelo Castro,
Raymundo Gómez y Vicente Egurrola (Quichua, 2019, pp. 126-131).
62
Cada sector defendió a la administración virreinal dependiendo de sus benecios
y sus proyectos. Pretendían permanecer en las altas esferas administrativas;
continuar desarrollando las actividades económicas que brindaban los mejores
ingresos; y conservar los privilegios que les brindó la corona.
Los hacendados de los valles de Huamanga, Andahuaylas, Huanta y el norte
de Anco, en pleno proceso de la guerra independentista a pesar de los saqueos,
cupos de guerra, disminución de la producción y sus ganancias, lucharon por
el control y dominio de sus tierras. Un asunto contencioso que continuó en el
período republicano. Igualmente, muchos pueblos indígenas defendieron la causa
realista por mantener sus posesiones económicos, privilegios dados por el rey y
porque algunas autoridades locales establecieron reformas de salud, educación y
seguridad.
La intendencia de Huamanga se mantuvo bajo el gobierno virreinal hasta 1824
y destacó por sus aportes económicos, gracias al predominio de las propiedades
hacendarias, las actividades ganaderas y comerciales más ostentosas dirigidas por
los españoles, mestizos, curas, militares e indígenas.
Con la derrota en la batalla de Ayacucho, las personalidades y familias del bando
realista sufrieron la conscación de sus propiedades, la decadencia comercial y el
abandono de la región.
63
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Documentos
Archivo Arzobispal de Ayacucho (AAA)
Archivo Regional de Ayacucho (ARAY)
Archivo General de la Nación (AGN-Lima)
Archivo General de Simancas (AGS)
Archivo General de Indias (AGI)