Avituallamiento para las tropas realistas

en camino hacia la batalla de Ayacucho: Puno, setiembre, 1824.

 

 

Roberto G. Ramos Castillo

Universidad Nacional del Altiplano. Puno, Perú

https://orcid.org/0000-0002-1311-5793

rgramos@unap.edu.pe

 

 

doi: 10.46476/ra.v6i1.87

 

 

Recibido: 28-11-24

Aceptado: 17-07-25

 

 

Resumen

En los últimos días del mes de setiembre de 1824, determinados cuerpos de las «tropas del rey» o del «ejército del sud», como consignan los documentos, atravesaron por última vez la meseta del Collao con dirección al Cuzco y de allí hacia su destino final: la Batalla de Ayacucho. Gracias al archivo personal de Juan Antonio Larrauri, el último subdelegado del partido de Azángaro en el ocaso del periodo virreinal podemos identificar el desplazamiento de una parte del ejército que defendía las banderas españolas por aquella región. El objetivo central es identificar la procedencia, cantidad y tipo de alimentos y enseres que fueron proporcionados a las tropas realistas. Concluimos que los productos suministrados fueron de vital importancia para el bando español y se originan en el entorno ecológico y el esfuerzo laboral humano de los ayllus del Collao.

Palabras clave: Ayllus, Azángaro, portadores, productos, trasiego, realistas.

 

Provisioning for the Royalist troops on the Way to the Battle of Ayacucho. Puno, September 1824

Abstract

In the last days of September 1824, some corps of the «king’s troops» or of the «southern army», per the documents, crossed the Collao plateau towards Cuzco for the last time and from there headed to their final destination: The Battle of Ayacucho. Thanks to the personal archive of Juan Antonio Larrauri, the last subdelegate of the partido (province) of Azángaro by the end of the viceregal period, we can identify the movement of part of the army that defended the Spanish flags. The main objective is to identify and quantify the origin and type of food and equipment supplied to the royalist troops. We conclude that the products supplied were of vital importance to the Spanish side, and that they originated from the ecological environment and the human labor of the ayllus of the Collao.

Keywords: Ayllus, Azángaro, carriers, products, transfer, royalists.

 

Abastecimento para as tropas realistas a caminho da Batalha de Ayacucho. Puno, setembro de 1824.

Resumo

Nos últimos dias de setembro de 1824, alguns corpos das «tropas do rei» ou do «exército do sul», como afirman os documentos, atravessaram pela última vez o planalto de Collao rumo a Cusco e daí para o seu destino final: a Batalha de Ayacucho. Graças ao arquivo pessoal de Juan Antonio Larrauri, o último subdelegado do distrito de Azángaro no final do período do vice-reinado, podemos identificar deslocamento de parte do exército que defendeu as bandeiras espanholas. O objetivo principal é identificar e quantificar a origem e o tipo de alimentos e outros equipamentos que foram fornecidos às tropas monárquicas. Concluímos que os produtos fornecidos foram de vital importância para o lado espanhol e que tiveram origem no meio ecológico e no esforço humano dos ayllus do Collao.

Palavras-chave: Ayllus, Azángaro, transportadores, produtos, transferencia, realistas.

 

 

Introducción

La novísima República del Perú nació fragmentada. Mientras en Lima el 28 de julio de 1821 el general José de San Martin proclamaba la Independencia del Perú del reino español, en el altiplano puneño y parte de los Andes del sur, aparentemente no tenían la menor idea de aquel acontecimiento. En Puno, tres años después, el 30 de diciembre de 1824 recién se juraba la Independencia (Calcin, 2018; Romero, 1928; Torres, 1968).

El caso del territorio puneño es singular, su propia ubicación de frontera entre el Alto Perú y el Bajo Perú incidió para que su configuración geográfica, histórica y la gestión de la administración colonial estuviese ineludiblemente ligadas a lo que hoy es Bolivia. El momento más alto de la unidad de Bolivia con los departamentos del sur peruano y específicamente con los departamentos del sur peruano y específicamente el departamento de Puno sucedió en los primeros años de la formación republicana, cuando surgió la Confederación Perú-boliviana de 1835-1839 liderada por el Mariscal Andrés de Santa Cruz (Parkerson, 2019). Los vínculos, que potenciaban la confederación, tenían que ver con conexiones de antigua data y relaciones estrechas con el actual país de Bolivia y fundamentalmente con la continuidad de la geomorfología entre ambos países. En términos culturales y de etnicidad el altiplano peruano-boliviano goza de una tradición común, y está unido por redes económicas y de comunicación desde tiempos inmemoriales. Actualmente, en pleno 2024, a 200 años de la independencia, estos vínculos persisten; los rasgos culturales y étnicos de los puneños, como por ejemplo las expresiones de las danzas folclóricas de los trajes de luces que se bailan en la festividad de la Virgen de la Candelaria, tienen como referentes a las mismas tradiciones de Oruro, La Paz o Potosí. De igual modo, un considerable componente demográfico de puneños estableció y establece vínculos de residencia y familiares con el vecino país. Estas antiguas relaciones se evidencian también en los estudiantes del sur del Perú que cursan su formación universitaria en Bolivia. Finalmente, las actividades económicas contemporáneas son intensas, a través del comercio de preferencia informal, tanto de ida como de vuelta. Precisamente, las dinámicas socioculturales, económicas y geográficas que señalamos dispusieron del territorio de Puno y puntualmente de Desaguadero y su río como bisagra en las últimas acciones por las guerras de Independencia.

Con la gran rebelión de Túpac Amaru II entre 1780 y 1783, es decir, cuatro décadas antes de las gestas por la independencia de 1821, el sur andino fue el punto de origen de las movilizaciones contra el sistema colonial español, alcanzando sus repercusiones a todo el altiplano y valles bolivianos, y también secciones del virreinato del Río de la Plata. Mientras que, de Lima para el norte la rebelión de José Gabriel Condorcanqui prácticamente no tuvo mayor trascendencia y el área seguiría siendo un bastión realista. La historia cambió nuevamente y en los trances independistas, el sur andino fue un reducto realista, convirtiendo a la Intendencia de Puno en una de las últimas en reconocer la autonomía respecto a la corona española, mientras Lima y el norte, peruano cuatro a tres años antes, habían proclamado su independencia del reino español.

En el epílogo de las guerras de Independencia, el desplazamiento de ejércitos relativamente formales, milicianos, partidas y guerrilleros era intenso. En el caso del actual territorio peruano, en el espacio de la sierra central y la región macro sur, tanto los realistas como los independentistas se disputaban palmo a palmo el control de los pueblos, hombres para reclutar y logística. En una esfera mayor, el espacio de la Audiencia de Charcas —prácticamente la actual Bolivia— y la mitad del Perú hacia el rumbo sur se convirtió desde 1821 hasta 1824 en el escenario final por la independencia. Aquí se decidió la guerra.

Azángaro y Lampa, dos de las más antiguas provincias ubicadas en el septentrión del altiplano collavino, tienen vigorosa historia arqueológica, colonial y republicana. En el núcleo del distrito de Pucará, se ventiló el proceso de formación de las sociedades prehispánicas a través de la entidad o cultura Pukara marca realmente un punto crucial con la aparición de las sociedades complejas.1 Con la presencia española se constituyen ambos pueblos entre los primeros corregimientos de la zona, y sus áreas rurales en grandes productores y almacenes de insumos agrícolas y ganaderos, además de ofertar trabajadores mitayos para Potosí. Entre 1780 y 1782 ambas provincias fueron importantes centros de operaciones de la rebelión de Túpac Amaru. En la Independencia —como veremos en este artículo— un sector adhirió a la causa realista.

En las guerras por la independencia los estrategas de ambos bandos se orientaban deliberadamente, hacia los territorios por donde desplazarse y establecerse. Cecilia Méndez afirma: «Los soldados de las guerras más recientes pueden descansar en su propia infraestructura... En cambio, en el siglo XIX (y en alguna medida hasta inicios del XX), la subsistencia de las tropas requería del abastecimiento de los pueblos» (2013: 393). Todo indica que la provisión de alimentos para las tropas, como el forraje para los caballos, no fue aleatorio, sino que los ejércitos realistas eligieron al pueblo de Azángaro, conocedores de la ventajosa producción agrícola del suelo y algunos pueblos del partido de Lampa, por su ubicación ventajosa en tanto plataformas logísticas.

La Intendencia de Puno y los partidos de Azángaro y Lampa. Síntesis de su configuración histórica y geográfica.

En vísperas de la conquista española, los Inkas aproximadamente tenían influencia por toda la franja oeste de Sudamérica y, de acuerdo con Tom Zuidema (2010) del recinto del Korikacancha en la ciudad del Cuzco se proyectaban cuatro cuadrantes. El Tawantinsuyo estaba conformado por cuatro grandes espacios geomorfológicos y simbólicos que, prácticamente, coincidían con los cuatro puntos cardinales: Chinchaysuyo, Antisuyo, Collasuyo y Contisuyo. De acuerdo con la información que brindaron los últimos habitantes autóctonos a los conquistadores y las primeras crónicas españolas, no es posible señalar los límites exactos de cada inmenso suyo. Marti Parssinen (2002) citando varias fuentes históricas, establece los límites del Collasuyo de la siguiente manera: El Collasuyo confinaba al sur de Santiago de Chile, hasta el río Maule y por el este se extendía hasta los llanos de Grigotá en Santa Cruz (Bolivia) y Santiago de Estero (Argentina). En términos arqueológicos, áreas culturales y extensión geográfica, con algunas variaciones todos concuerdan que abarca los Andes sur centrales. En el mapa de Sudamérica, Luis Lumbreras (1981) lo denomina: «área centro sur o circum -Titicaca»;2 mientras que Roger Ravines (1982) lo denomina: «Altiplano Andino».

El altiplano del Titicaca, desde periodos prehispánicos, hasta mediados del periodo republicano, tuvo una fuerte conexión con los valles del noroeste boliviano y su altiplano meridional. El 95 % de la población común, es decir los kollas y los lupacas de la Intendencia de Puno, articulaban las dimensiones económicas, política y cultural de su vida con el actual país de Bolivia, el norte grande chileno y secciones del noroeste argentino; en desmedro de Lima y lo que constituye el norte del Perú actual. Sobre este territorio y sus distintas facetas diacrónicas de organización sociopolítica, como los repartimientos, encomiendas, parroquias, corregimientos, partidos, provincias, intendencias y finalmente los departamentos, se configuró la vida de las sociedades del sur andino. Se resaltan estas condiciones tempoespaciales para nuestro caso de estudio, ubicado en el altiplano norte en el año de 1824, en la medida en que dicha dinámica de vida con algunos cambios aún persistía. El desplazamiento y articulación de las autoridades civiles de la administración colonial, como los subdelegados (los encargados de cobrar los impuestos en un partido o provincia) o las autoridades originarias de los ayllus, los mandos y los ejércitos realistas, y la contribución y avituallamiento de todo tipo de bienes y personas al paso de las huestes del rey por la cuenca norte del Titicaca, recreaban también a esas viejas formas de organización y administración del territorio del sur andino.

Desde el arribo de los españoles, el ordenamiento territorial y administrativo de la hoy llamada macrorregión del sur andino, que comprende la actual región y departamento de Puno, no fue el mismo. Nicanor Domínguez (2017) asevera que este territorio, a partir del sistema colonial establecido por el virrey Toledo (1569-1581), forzó a la población indígena del sur andino a trabajar especialmente en la extracción, refinamiento y transporte de metales de plata, a través de la imposición de la mita minera de Potosí y en beneficio de la nueva elite colonial. De modo que el tiempo inexorable y la misma geografía cambiaron para siempre, marginando actividades como la agricultura y el pastoreo de camélidos que venían de siempre.

La historia geográfica del altiplano peruano desde la administración hispánica es singular. En un inicio, Francisco Pizarro envía desde el Cuzco en afán de prospección a Diego de Agüero y Pedro Martín de Moguer al Collao (Del Busto, 2011, p. 116). Posteriormente la región se incorpora al virreinato del Perú creado en 1542 y, dentro de él, pasó a formar parte de la audiencia de Charcas establecida en 1559.

Mediante Cedula Real del 1° de agosto de 1776 se crea el Virreinato del Río de la Plata (Roca, 2011, p. 86), la Audiencia de Charcas pasó a constituir parte del mismo, de manera que el territorio de la región Puno igualmente conformó parte de este nuevo orden geoadministrativo. Consecuentemente, la intendencia de Puno fue creada cuando el actual departamento o región Puno pertenecía a dicho virreinato; según Luis Navarro, esta fue la última en proponerse en dicha jurisdicción: «Dicha Intendencia del Collao, que se llamó de Puno, fue, en efecto, creada-21 de junio de 1784-con los Partidos de Puno, Chucuito, Carabaya, Lampa y Azángaro, segregados de la Intendencia de La Paz» (Navarro, 1959, p. 42). Sin embargo, debido a los nuevos avatares políticos, 20 años después regresó al virreinato del Perú: «Esta situación se mantuvo hasta que, por Real Cédula del 1 de febrero de 1796, el territorio de la ya constituida intendencia de Puno fue reincorporado íntegramente al virreinato del Perú» (Luque, 1999, p. 221).

La intendencia de Puno, enmarcada sobre el entorno geográfico del Collao, configuró cinco partidos o subdelegaciones: Chucuito, Paucarcolla, Lampa, Azángaro y Carabaya. (Figura.1)

 

Figura 1. Plano de la Intendencia de Puno, según Benito Valencia.

Tomado de Alfonso Torres Luna (1968)

 

El actual departamento de Puno está ubicado en el extremo sureste del Perú. La provincia de Azángaro ocupa la parte central y norte de la región Puno. En la topografía azángarina se distinguen dos unidades geomorfológicas diferenciadas: área de ramales vinculados hacia la cordillera oriental, conformada por la unidad geomorfológica cerrera y otra área del altiplano, unidad geomorfológica cuya superficie es considerada como semiplano. En términos hidrográficos, parcialmente por la provincia nace y cruza la subcuenca más importante de la hoyada endorreica del Titicaca: El Ramis.

Puno en la Independencia

A doscientos años de la declaración de la Independencia del Perú, gran parte de la investigación histórica regional en Puno, se ha orientado hacia los héroes y los ejércitos independistas que alcanzaron los cimientos de la república. La historiografía contemporánea reclama también, conocer más sobre los habitantes de los pueblos del campo y la ciudad, quienes sumaron de forma anónima o declarada al esfuerzo de la guerra de Independencia americana o en contra de ella, hombres y mujeres del común: indígenas de los ayllus, mestizos, negros, criollos, etc., y también españoles, dueños de hacienda y oficiales de milicias locales que, de forma interesada o no, violenta o condescendiente, apoyaron al ejército realista al paso de las «Tropas del Rey» en la sección norte del altiplano del Titicaca en setiembre de 1824.

Desde que el virrey José de la Serna traslada la capital limeña del virreinato del Perú hacia el valle interandino de la ciudad del Cuzco, estaba apelando a una táctica de cambio de escenario que le permitía controlar y reducir un espacio con claro protagonismo fidelista hispánico. Robustecer sus redes de poder, a través de autoridades afines a sus intereses de diverso origen étnico, asegurar la logística necesaria para la vigencia del ejército real y agregar adrede en sus huestes, contingentes humanos, soldados y milicias locales. En suma, juntar todo tipo de provisiones que con mayor facilidad podía obtener en un área de influencia que incluía: los valles del centro-sur como el propio Vilcanota-Cuzco, Apurímac, Andahuaylas, Huancavelica, Huancayo, Ayacucho y las sierras y punas del altiplano circum Titicaca. También secciones del norte del virreinato del Río de la Plata, concretamente la audiencia de Charcas.3 Consecuentemente, en la última etapa de la guerra de la Independencia, las huestes realistas se trasladaron al polígono sur del virreinato del Perú e hicieron allí su último fortín. Algunos investigadores han anotado la poca importancia que se le ha brindado al entorno del Titicaca, a los habitantes de los ayllus y la logística reportada al proceso de emancipación de la parte meridional del subcontinente (Huanca y Pilco, 2020).

Nils Jacobsen en su libro: Ilusiones de la transición (2013), corrobora esta realidad:

Las campañas militares que llevaron a que el Perú se independizara de España entre 1820 y 1825 afectaron al comercio del sur peruano de diversos modos. Tras la ocupación de gran parte de la costa entre Arica y Paita por parte de los insurgentes en 1820, el ejército español comandado por el Virrey La Serna se retiró a la sierra sur, convirtiendo a las intendencias de Cusco y Puno en la plataforma desde donde efectuar repetidas incursiones en las regiones controladas por los insurgentes. El ejército realista contaba con las provisiones de las haciendas y obrajes de la región y la mayoría de sus soldados fueron reclutados allí, un patrón establecido desde las primeras campañas efectuadas contra las rebeliones en el Alto Perú y las invasiones de los insurgentes del Río de la Plata en 1808-1810 (pp. 98-99).

Las tropas del rey en los partidos de Azángaro y Lampa, y las «guerras de caciques»

Esta investigación es fruto de la revisión parcial del archivo personal inédito de la autoridad de mayor jerarquía en el pueblo de Azángaro entre 1820 y 1824, el «Sr. Don Juan Antonio Larrauri, teniente coronel del Ejército Juez Real, Gobernador subdelegado y comandante Militar del Partido de Azángaro».4

La documentación revisada del archivo Larrauri proporciona los nombres de los pueblos (parroquias) que conformaban el partido: Azángaro (capital), Asillo, Achaya, Arapa, Caminaca, Chupa, Muñani, Putina, Pusi, Potoni, Santiago, San José, San Taraco, Samán, San Antón y Villa Betanzos que es registrado como viceparroquia de Arapa.

El subdelegado Larrauri no era un administrador ni autoridad realista novata. Al contrario, desde fines de la primera década del siglo XIX, era un ferviente militante y autoridad en defensa del rey. Once años antes de ser subdelegado del partido de Azángaro, desempeñaba este mismo cargo en el partido de Carabaya y, de hecho, tenía experiencia en recaudación. En un manuscrito de 1809 del Archivo Regional Puno citado por Christine Hunefeldt (2018) Larrauri escribió:

Según se ve por mayor en las presentes partidas y por menor en el cuerpo de estas listas se han cobrado en este partido de Carabaya de mi mando dos mil veinte y un pesos uno y medio de Donativos voluntarios que han dado sus habitantes fuera de los Milicianos cuyo cobro ha corrido por mano del Coronel y se previene que todos los Yndibiduos han contribuido con mui buena voluntad a su erogación pero no puedo menos que hacer presente a la Superioridad en particular la Fidelidad a su legítimo Soberano de los Yndios Tomas Condori, Manuel Ticona, y Damian Cruz del Pueblo de Usicayos por haberse distinguido entre los demás (p. 45).

Hunefeldt explica que estas donaciones de más de 2000 pesos a la causa del rey, fueron transcritas por el subdelegado las transcribió en una lista fechada con el 11 de agosto de 1809 y que se dividieron de la esta manera: los españoles aportaron un total de 188.3 pesos, y los indios de las siguientes cinco doctrinas: Pará, Coasa, Macusani, Ayapata y Sandia auxiliaron con 1.832, 4 pesos. De lejos, las aportaciones de los pueblos originarios son 10 veces más que las de los vecinos españoles, consiguientemente las cargas fiscales, para la vigencia del sistema político en el altiplano norte y en este caso parte de la ceja de selva de Carabaya, recaían sobre los ayllus y sus pobladores.

Los manuscritos de la guerra independista que el subdelegado custodió, permiten identificar a los pueblos y comunidades indígenas de la sección norte de Puno. Las extensas nóminas de contribución a los ejércitos regulares y milicias defensores de la monarquía, denominadas «razón y cuentas», sugieren la existencia de una forma de articulación entre las autoridades proespañolas, encabezadas por la autoridad real: el subdelegado, los alcaldes de españoles, los españoles, los dueños de haciendas, algunos caciques y los indígenas azangarinos. ¿Cómo entender las contribuciones de los ayllus a las banderas realistas? ¿Cómo procesaban los campesinos desprenderse de sus bienes capitales? Es probable que los ayllus hayan estado «entre la espada y la pared»; entre el bando realista o independista. Todo indica que las exacciones tuvieron un carácter forzado, pero tal vez un mínimo de los donativos realizados por los comuneros fue de talante voluntario.

No está claro cuál era el tipo de relación entre la autoridad real, los caciques y la propia sociedad originaria para este momento de las luchas por la independencia en el partido de Azángaro y otros del altiplano peruano. Augusto Ramos (2009), a partir de la revisión de diversos archivos en los que incluye el de la familia Choqueguanca, presenta un cuadro con cada uno de los nombres de los caciques rebeldes y realistas en el contexto de la rebelión de Túpac Amaru. Considera fueron 15 los que abrazaron la causa rebelde repartidos en pequeños pueblos que conformaban los partidos de Azángaro, Carabaya y Lampa, y 29 defendieron la causa del rey, también repartidos en los pueblos de los partidos de Azángaro, Carabaya, Chucuito, Lampa y Puno. Posiblemente, cada uno de estos posicionamientos prorealistas obedecía a la necesidad de mantener el poder y los privilegios que ya venían ejerciendo; incluso en algunos caciques venían de largo tiempo y generaciones. Los rebeldes demostraban su descontento con el sistema imperante y reclamaban su cuota de poder, en algunos casos se dieron litigios para defender y ejercer como legítimos la autoridad del cacique. Estas autoridades andinas jugaron un rol importante en las militancias, decisiones y el apoyo logístico que brindaron tanto a los que impulsaban la continuidad del orden como a los que aspiraban el cambio.

El historiador Sinclair Thomson (2024) ha desarrollado la estructura y función de las autoridades políticas y comunitarias aimaras en la era de la insurgencia andina (segunda mitad del siglo XVIII), estableciendo cargos y funciones, cuyos orígenes persistían desde el periodo precolonial como es el caso de los caciques, segundas y jilacatas. De otro lado, también ha identificado nuevos cargos provenientes de la organización política traída de España: alcaldes, regidores y alguaciles. Thomson considera que, en el sistema de autoridades andinas durante la colonia, el más significativo era el cacique. Las funciones del cacique, como lo demuestra a través de documentos de archivo, tenían mucho que ver con las asociadas al ejercicio de ese cargo desde tiempos precoloniales. Durante la colonia, estos personajes sacaban a relucir los méritos y honores de su nobleza, además de los combates y hazañas que habían logrado sus ancestros en defensa del orden colonial, también mostraban sus escudos de armas concedidos por la corona española y óleos en que se representaban junto a los reyes de España. Asimismo, sugiere Thomson, la figura del cacique era para las comunidades una suerte de patriarca.

Desde el punto de vista español, el intermediario más importante-el cacique o gobernador comunal indígena-se identificaba legalmente con la república indígena, efectivamente subordinada, aunque a la vez era reconocido como noble, con los honores y privilegios correspondientes a su rango. Los miembros de la comunidad reconocían el respaldo gozado por el cacique por parte del estado colonial y, al mismo tiempo, esperaban que el cacique cumpliera con ciertas normas tradicionales de los señores aymaras o mallkus. (2024, p. 91)

La autoridad de los caciques o de los curacas fue clave; los españoles ajustaron sus funciones provenientes del pasado autónomo prehispánico al sistema colonial, ubicándolos como mediadores entre la nueva estructura española y las etnias originarias. Sin embargo, esta autoridad fue instrumentalizada para que conserven su poder, que provenía de antaño, pero con fines de explotación de los recursos naturales y el manejo de la fuerza laboral para beneficio de la corona española. Scarlett O’Phelan, citando la hipótesis de Vega, refiere que, de acuerdo con este autor, la rebelión de Túpac Amaru hay que comprenderla en el contexto de una guerra entre caciques. La propia investigadora argumenta que la rebelión provocó el recrudecimiento de antiguas rivalidades étnicas, y los caciques como líderes de cada grupo, estuvieron envueltos en la lucha. Asimismo, sugiere que estos acontecimientos explican la división que se creó entre los caciques rebeldes y leales (2012, p. 262).

Más cerca de la batalla de Ayacucho, algunos caciques del altiplano collavino siguieron aportando al bando del rey. Fue el caso del coronel Manuel Choqueguanca, que aparece en el archivo de Juan Antonio Larrauri como un ferviente realista, pues donó y recolectó productos alimenticios para las tropas del rey. Augusto Ramos asevera que este personaje era el cacique del pueblo de Azángaro desde 1810 (Ramos, 2009, p. 138), pero en la documentación de Larrauri, Choquehuanca antepone a su firma el grado militar de coronel. Otro cacique aportante que figura en estos archivos es Manuel Peres, cacique de Pusi. De igual modo, el cacique de Taraco, Manuel Chuquicallata, fue el primero en llevar vituallas a los ejércitos realistas que ingresan a la sección norte de la intendencia de Puno.5 El 27 de setiembre en el pueblo de Juliaca, que hizo de plataforma de recepción, Chuquicallata entregó cebada y papas provenientes de Taraco a las tropas que se dirigían al Cuzco.6

Scarlett O’Phelan (2013) asevera que en el gran levantamiento de Túpac Amaru cuatro décadas atrás, hubo curacas fidelistas que apoyaron resueltamente al contingente realista: como los Choqueguanca de Azángaro y Tomas Mango Turpo de Asillo e infiere que es muy probable que el apoyo brindado a las tropas del rey por los pueblos y ayllus de los partidos de Azángaro y Lampa a fines del siglo XVIII, se inscribieran en una lealtad hispánica, manipulada por los curacas de Asillo y Azángaro.

No obstante, no todos los caciques apostaron por la causa del rey. El pueblo de Azángaro, del partido del mismo nombre, durante la rebelión de Túpac Amaru, se constituyó en bastión de las huestes rebeldes lideradas por Diego Cristóbal Túpac Amaru y su comandante de origen azangarino Pedro Vilca Apaza; ambos continuaron en armas después de la muerte de José Gabriel Condorcanqui. Pero, el 29 de marzo de 1782 fue capturado y el 8 de abril del mismo año en la plaza del pueblo, los verdugos ataron sus brazos y piernas a cuatro caballos, solo lograron la dislocación de las extremidades sin llegar a matarlo, optaron por estrangularlo con una cuerda y lo apuñalaron (Walker, 2015, pp. 287, 288). Es probable que el recuerdo de este tormentoso caso se retuviera en la memoria colectiva de los indígenas azangarinos y que consecuentemente un sector de ellos se adhiriera a los españoles posteriormente por temor. En este mismo sentido, entre 1781 y 1783, Azángaro y otros pueblos del altiplano peruano, sopesaron el caos de la guerra, la anarquía, el desconcierto entre un bando y otro. En el propio Azángaro se presentaron diferencias entre familias de caciques: los Choquehuancas realistas versus los Vilcapazas rebeldes (O’Phelan, 2012, p. 262). Lo más complejo fue la devastación rural, el expolio de ganado y almacenes, la falta de recursos alimenticios. Además, en plena revuelta, los indígenas de Santa Rosa, pueblo ubicado en la frontera entre Puno y Cuzco, fueron castigados brutalmente por los españoles por su apoyo a Túpac Amaru (Walker, 2015, p. 278)

Las secuelas de la rebelión de Túpac Amaru sin duda fueron profundas. Un caso concreto se registra en la parroquia del pueblo de Lampa. Esta contaba con cinco fundos: Moquegachi, Livichaco, Muñani, Queñuani y Surpo. Moquegachi era la hacienda principal, en su máximo crecimiento albergó 13,000 cabezas de ovejas. El cura Martín de Zugasti y Foronda, en el libro de fábrica del año 1782 escribió: «... a estos quince meses que duro la rebelión...» y en el de 1783 anotaba, que los capitales de las obras pías y de sus fundadores estaban exterminados por la rebelión.7

Larrauri, el virrey, los aportes de Azángaro al ejército realista

La esfera de poder de Juan Antonio Larrauri comprendía los 15 pueblos del inmenso partido de Azángaro y un poco más allá coyunturalmente. Algunos pueblos del partido de Lampa, como Juliaca, Calapuja, Nicasio y Ayaviri, le sirvieron como plataforma logística en la concentración de suministros y su distribución de las especies para los miles de soldados de las tropas españolas. La ubicación geoestratégica de aquellos «puntos» como los denominan los manuscritos, acercaba a los demás pueblos y desde los ayllus más apartados, trasegaron ingentes cantidades de provisiones tipo borregos, papas, chuños, velas, maíz y forraje para los caballos. Los campesinos, desde siempre sabían cómo llegar a estos pueblos ubicados en el trayecto del antiguo camino real de los inkas.

Un año antes, a fines de agosto de 1823, el virrey José de la Serna en su camino del Cuzco, cruzó la divisoria de aguas natural del Vilcanota y el Titicaca ubicada en el sitio de la Raya y se constituye en la intendencia de Puno, prácticamente días antes de la Batalla de Zepita, el 25 de agosto de aquel año. La Serna ingresó con un contingente de 4 000 hombres y 1 000 caballos con destino a Desaguadero. En su recorrido por altiplano puneño levantó campamento en el pueblo de Ayaviri el 20 de agosto y de allí despachó correspondencia al subdelegado del partido de Guancane (Calcin, et al., 2021). De igual modo, remitió correspondencia al subdelegado de Azángaro, que a continuación explicamos.

Líneas arriba se evocaba la articulación que siempre existió entre los territorios del alto Perú y el altiplano puneño. En una sucinta carta enviada por el virrey José de la Serna al subdelegado Larrauri del Partido de Azángaro, fechada el 20 de agosto de 1823, dice: «He recibido los pliegos de los subdelegados de Omasuyos y Larecaja de que V.S. me habla en su oficio de hoy, y remito los adjuntos para dichos subdelegados que se los justifica sin tardanza».8

La misiva del virrey La Serna dirigida a Larrauri respondiéndole que recibió los pliegos de los partidos alto peruanos de Omasuyos y Larecaja, da cuenta de las conexiones con la región de la actual Bolivia y la importancia y jerarquía del subdelegado. También podemos ponderar la posición geográfica de Azángaro, pues los documentos coloniales la designan como parte de la banda del Omasuyos en la bipartición territorial prehispánica a partir del eje lacustre (Bouysee, 1987; Julien, 2004) 9. Por la carta firmada en Ayaviri por el virrey, no hay duda que pasó por dicho pueblo y otros con el afán de abastecerse de productos con destino al Alto Perú, alistando y alentando tropas para la batalla de Zepita (25 de agosto de 1823). La carta indirectamente nos remite a mensurar la importancia de Azángaro como plataforma de producción, centralización y distribución de insumos y eventualmente dinero, en el marco de una constelación de muchos pueblos del área. Azángaro era también nodo y control del oriente altiplánico extendiendo su influencia a los valles y la ceja de montaña del Larecaja, como receptor y proveedor de productos llegados de la ecología de bosque tropical.

En el mismo sentido, la meseta del Collao, por su posición nodal respecto al Cuzco, Arequipa y el Alto Perú, se convirtió en paso inevitable de las tropas en la guerra de la Independencia y centro de abastecimiento de alimentos como papas, quinua y carnes. Más de cincuenta recibos registran los reportes de entrega y recepción de estos productos de primera necesidad y vitales en un escenario de guerra e incertidumbre.

Si bien es cierto el virrey no participó directamente en la Batalla de Zepita, él y su contingente de guerra penetraron más allá de Desaguadero en territorio de la actual Bolivia, como lo demuestra en carta remitida al «Político Intendente de Puno», fechada en el Cuartel General en Santiago Machaca el 31 de agosto de 1823 (Núñez, 2004). De regreso a la intendencia de Puno, La Serna estableció su cuartel general estratégicamente en el centro y occidente de la intendencia, en el pueblo de Lampa. De este lugar mediante carta fechada el 2 de octubre de 1923, nuevamente dirigida al jefe Político Intendente de Puno, evidencia sus preocupaciones por los pueblos de la provincia de Puno y delega órdenes para dar viabilidad y tránsito a los correos hacia Potosí.

Disponga V.S. sin perdonar medio alguno que se establezcan todas las ordenansas de los pueblos de la Provincia de su mando que han sido invadidos por los enemigos a fin de [sic] la menor demora en su transito los correos a los cuales despachara V.S. En los días, y horas acostumbradas, haciendo que marche para Potosi el que se halla detenido en Puno, y previniendo de orden al Administrador de correos de Pucara, que haga salir los correos, cuya prevención haga V.S. por que aquel Administrador toma mis ordenes de detenerlos hasta que le avisase.

Dios Guie a VS. M. an. Cuartel General en Lampa y Octubre 2 de 1823

José de la Serna [Firmado]10

El desplazamiento de las tropas españolas y, trasiego de ingentes especies producidas en los ayllus y pueblos de Azángaro, están registrados en un conjunto de documentos de Larrauri, los que dan cuenta de sus actividades y la recolección logística para la subsistencia del imperio español. El trajín de bienes de todo tipo, portadores, órdenes, cartas, esquelas, dinero, recibos de batallones realistas de aquella coyuntura enmarca básicamente el ámbito jurisdiccional y geográfico del rico y famoso partido de Azángaro. Los manuscritos recorrieron las parroquias (distritos) de Azángaro y otros pueblos del partido de Lampa.11 (Figura.2)

 

Figura 2: Trazo de ruta de las tropas del rey por los partidos de Lampa y Azángaro en 1824.

Elaboración: Manuel Ramos Huamán.

 

Sin duda alguna, la riqueza agrícola y ganadera del generoso suelo azangarino prodigó ingentes cantidades de todo tipo de avituallamiento para los intereses realistas, de modo que Juan Antonio Larrauri adquiere un poder inusitado y de hecho es el personaje central que monopoliza toda clase de información y decisión. Varios recibos y algunas cartas dan cuenta de las colectas y tributos casi coaccionados que realizaban los recaudadores, alcaldes y segundas para auxiliar a las tropas del rey.

El subdelegado impartió órdenes a los alcaldes y recaudadores y estos a los caciques, segundas e hilacatas, para la colecta de todo tipo de suministros, principalmente alimenticios en grandes reuniones de acopio en el corazón de los ayllus puneños. Los habitantes de los ayllus, desconcertados en una coyuntura de conflagración, evocarían que, por estas mismas geografías cuatro décadas atrás en la rebelión de Túpac Amaru, o 10 años atrás en la insurrección del Cuzco, estuvieron en las mismas circunstancias (Jacobsen, 2013; Sala, 2018; Ramos, 2012; Walker, 2015). Es difícil saber si los comuneros entregaban corderos, papas, forraje o frazadas convencidos de la causa realista o por el contrario interiormente sentían que los expoliaban.

El archivo de Larrauri contiene más 1 000 nombres individualizados de indígenas con la contribución detallada por cada uno de ellos. Estos padrones ofrecen valiosa información etnohistórica.12 Destacan dos categorías importantes en el sistema de la organización sociopolítica de los ayllus. El «segunda» era la autoridad de mayor jerarquía en cada ayllu. Y, los hilacatas eran algunos miembros de apoyo al segunda.13 Uno de estos documentos, firmado en el pueblo Asillo en octubre de 1824 —después de haber cruzado las tropas realistas en setiembre— con clara intención de rendir cuentas y llevar el registro de los aportes de los ayllus que Larrauri guardó, corrobora la estructura de mando de los segundas e hilacatas. En él se escribió: «Aillo Collana a cargo del Segunda Antonio Pillco y sus Hilacatas... Ayllo Hila a cargo del Segunda Diego Challapa y sus hilacatas... Aillo Sillota a cargo del segunda Manuel Calloguanca y sus hilacatas... Aillo Anorahui a cargo del Segunda Jose Bustinza y sus Hilacatas».14 De otro lado, en todos los ayllus se contabilizaban los aportes de las mujeres en menor proporción frente a los de los varones. De los cinco ayllus de Asillo antes citados, están inscritos en las «cuentas y razones» las siguientes: Jacinta Chicchiapaza, Polonia Quiñones y Sebastiana Pillco, del ayllo Collana; Mauricia Soncco, Petrona Mamani, Catalina Apaza y Polonia Ñaupa del ayllu Anorahui; Maria Suaña, Paula Mamani, Manuela Turpo, Juliana Javier Calsina y su hermana María Javier Calsina del ayllu Sillota.15 Las mujeres nombradas eran miembros comunes del ayllu; sus nombres figuran al lado de muchos otros, sin especificar su condición.

No cabe duda de que la categoría denominada «segunda» era la autoridad de mayor escala en los ayllus acompañada de sus hilicatas en la dinámica del paso de las tropas realistas en setiembre de 1824. Y serán parcialmente estas autoridades los recaudadores de todo tipo de vituallas. En otros casos serán los alcaldes y, en el pueblo de Asillo, por ejemplo, esa tarea será asumida por el capitán Manuel Yañes de Montenegro. No obstante, en la mayoría de los documentos del archivo Larrauri, los dueños de haciendas son las personas con apellidos de origen español (o mestizos) y capitanes de milicias los que toman las decisiones finales en los procesos de recaudación y acopios forzados, probablemente en desmedro de los caciques, cuya autoridad aparentemente se veía menos protagonista. Investigaciones posteriores nos darán mayores luces al respecto.

La investigación permite identificar con precisión a los cuerpos militares y algunos oficiales de las «Las Tropas del Rey» en su paso por el partido de Lampa, rumbo al Cuzco y la batalla final de Ayacucho: 1er Regimiento, División de Caballería Granaderos de la Guardia, Dragones del Rey, Artillería, Batallón del Imperial, 2° Batallón Imperial, Regimiento de Gerona, Fernando Séptimo, General en Jefe, Estado Mayor y Tesorería del Ejército del Sud.16

Suministros de provisiones a las tropas del rey

En toda guerra, a lo largo de la historia el concurso de los liderazgos y de los hombres que conforman las tropas es indiscutible. Junto al contingente humano, de igual importancia es la logística que requieren los mismos para su propia existencia. En primer lugar, la alimentación se convierte en una necesidad suprema, paralelamente se requiere también de otro tipo de artículos como armamento, dinero, ropa, etc.

Méndez (2013) como se mencionó líneas atrás, asevera que, en las guerras por la independencia, los oficiales buscaban posicionarse estratégicamente en la geografía para ubicarse y avituallarse de productos vitales. A la par, aprovechaban también la organización de los pueblos y de los gobiernos locales, quienes establecieron redes de autoridad y de poder entre las élites de los pueblos y la población común. En el siguiente texto la historiadora parece reflejar lo que sucedió en los partidos de Azángaro y Lampa en septiembre de 1824:

Las autoridades locales, además de cumplir un rol central en la formación de guerrillas, eran un nexo esencial en la logística del ejército y su avituallamiento. Soldados que llegaban a acampar, de lugares lejanos, por cientos y a veces miles, necesitaban lugares para dormir, provisiones y comida; sus caballos querían agua y forraje. Si no hubiera sido por una población organizada, ello no podría haberse obtenido (2013, p. 392).

Varios recibos utilizan las categorías de «portadores» y «capataces», para referirse a las personas que trasegaron los suministros. Estos personajes trasladaban y entregaban distintas cantidades de borregos, papas, chuño, cebada en berza, en grano, en rama, en paja y maíz, etc. Los alcaldes de los pueblos concentraban las provisiones y mantenían una contabilidad detallada de cada una de las diversas remesas, posteriormente firmaban las recepciones, en algunos casos acompañados de las rúbricas de testigos y los nombres de los mandos militares. Esta información y registro de aportes, acopio y aprovisionamiento a las huestes realistas, eran remitidos rigurosamente al subdelegado Larrauri. El desplazamiento de las tropas rumbo al Cuzco no era uniforme, algunos regimientos y batallones venían en la vanguardia, otros al medio y otros al final. El suministro brindado por los ayllus y los pueblos capitales se adecuaba tanto a su ubicación y cercanía, como a los «puntos» por donde transitaban los ejércitos. Así podemos seguir día a día los suministros. El 27 de setiembre de 1824, en Juliaca, los regimientos recibieron apoyo en especies recabadas en los pueblos de Pusi y Taraco por parte del recaudador Manuel Peres. Al día siguiente, en los «puntos» de Calapuja y Nicasio, el alcalde de Achaya don José Mariano Cazorla encabeza los donativos de los pueblos de Arapa, Caminaca y Achaya. El 29 y 30 de setiembre en el pueblo de Pucará, que no pertenecía al partido de Azángaro sino al de Lampa, por su ubicación entre Puno y Cuzco sirvió de plataforma logística y concentración de muchos otros pueblos y ayllus que aportaron ingentes cantidades de todo tipo de productos. Sin embargo, el alcalde del mismo pueblo Pucará, Bernardo Ramos, hizo entrega por separado a las tropas españolas de 210 borregos, 12 cargas de papa y 40 velas.17

A continuación, presentamos de forma global, las especies otorgadas por cada uno de los pueblos que constituyeron el partido de Azángaro. No obstante, debemos aclarar que los diversos productos consignados en esta oportunidad están expresados de forma generalizada y por pueblos.

 

Tabla 1. Pueblos y contribuciones

Pueblo

Producto

Asillo

Arapa

Azángaro

Caminaca

Borregos

508 borregos

1150 borregos

Cebada

396 arrobas de cebada

528 quintales de cebada

Cebada en granos

99 quintales de cebada en grano

-20 fanegas de cebada en grano

-24 quintales de cebada en grano

Cebada en berza

96 quintales de cebada en berza

Cebada en rama y/o paja

90 quintales de cebada en pajas

-275 quintales de cebada en rama

-95 quintales de cebada en paja

Papas

43 quintales de papa

-24 arrobas de papas

-32 quintales de papas

-11 fanegas de papas

-45 quintales de papas

Chuño

16 quintales de chuño

-5 fanegas de chuño

-3 quintales de chuño

Sal

6 arrobas de sal

Velas

40 velas

82 velas

 

Fuente: AMRM

 

Tabla 2. Pueblos y contribuciones

>

Pueblo

Producto

Chupa

Muñani

Pusi

Putina

Borregos

504 borregos

141 borregos

Cebada

168 quintales de cebada

44 quintales de cebada

Cebada en granos

60 fanegas de cebada en grano

Cebada en berza

-77 cebada en berza de seis arrobas

-135 quintales de cebada en berza

Maíz

3 cargas de maíz

Cebada en rama y/o paja

119 cargas de cebada en paja con peso de seis arrobas

Papas

18 quintales de papas

-88 cargas de papas con peso de cuatro arrobas

-32 quintales de papas

Chuño

6 quintales de chuño

Sal

7 arrobas de sal

Harina

17 arrobas de harina

Frazadas

1115 frazadas

1000 frazadas

1500 frazadas

 

Fuente: AMRM

 

Tabla 3. Pueblos y contribuciones

Pueblo

Producto

Samán

San Antón

San José

Santiago de Pupuja

Taraco

Villa Betanzos

Cebada

40 quintales de cebada

Cebada en granos

73 quintales de cebada en grano

162 arrobas de cebada en grano

-25 quintales de cebada en grano

-2 arrobas de cebada en grano

Cebada en berza

185 quintales cebada en berza

Cebada en vainas

51 arrobas de cebada en vainas

Cebada en rama y/o paja

-184 quintales de cebada en paja

-68 quintales de cebada en rama

Cebada en rama y/o paja

4 quintales de cebada en paja

Cebada en chipas

20 quintales de cebada en chipas

30 quintales de cebada en chipas

Papas

4 fanegas de papas

 

Fuente: AMRM

 

 

A modo de conclusión

Desde el período prehispánico, hasta bien entrada la república en el sur del Perú y el Alto Perú, se estableció una red de intercambio, esta forma de articulación estuvo orientada a conectar ecosistemas de sierra, valles y cordillera con el litoral del pacífico y la amazonia, promoviendo la circulación de personas, de fauna, flora, objetos y materiales. Consiguientemente, existió y existe una suerte de identidad étnica y cultural entre el altiplano puneño y una gran sección del norte y oeste de Bolivia.

El subdelegado de Azángaro, Juan Antonio Larrauri, organizó una red logística para el avituallamiento de las tropas realistas a su paso por los partidos de Azángaro y Lampa, la estructura jerárquica la encabezaba él, los hacendados de origen español, coroneles de milicias, algunos caciques, las segundas e hilacatas que lideraban en cada ayllu. Las autoridades de origen ancestral de la sociedad andina jugaron un papel central en el suministro de alimentos y otros bienes.

Las fuentes documentales, revisadas del archivo personal del subdelegado Larrauri, no permiten definir categóricamente que los ayllus y los campesinos que los habitaban eran fervientes realistas. Posteriores investigaciones establecerán cuáles fueron las relaciones de poder y de autoridad entre las élites españolas y las comunidades andinas de Azángaro de aquel crítico momento.

Cuando las tropas realistas pasan por la sección norte del altiplano, por citar un ejemplo, en el lapso de 5 días se les entrega más de 3 500 cabezas de borregos y 3 800 frazadas, esa cantidad infiere que entre regimientos y batallones también eran miles. Las huestes realistas se las jugaban el todo por el todo y la provisión de otros productos como papas, chuño, cebada en grano y berza, sal, en cientos de arrobas, quintales, expresan acciones que reflejan un último esfuerzo, conocedores que marchaban hacia la batalla final.

Los víveres proporcionados a las tropas de las armas españolas por los ayllus y los pueblos del partido de Azángaro, los vinculan geográficamente a su entorno, es recurrente la provisión de papas, chuño, ovejas, cebada en grano y cebada como forraje para la manada caballares. Sin el subsidio de alimentos para los oficiales y soldados, impuestos a favor de la corona y concurso de soldados indígenas en las tropas realistas, no hubiera existido la estructura de confrontación procausa española. Los datos presentados nos permiten afirmar que el sostén material del ejercito realista cuando cruzó por el norte del altiplano, recaía en el poblador común, en nuestro caso en los ayllus puneños.

 

Referencias bibliográficas

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  1. 1 El sitio arqueológico ha sido nombrado desde el tiempo colonial y también por viajeros en los primeros años de la república y ha merecido estudios arqueológicos desde inicios del siglo pasado hasta la actualidad. Entre otros véase Chávez (2002), Mujica (1991, 1996), Klarich (2012), Oshige (2010), Tantalean (2008).

  2. 2 Normalmente el altiplano puneño se consideraba como un espacio marginal de los Andes centrales. Lumbreras «delimita» el espacio andino en seis áreas. Una de ellas son los Andes centro-sur o «circum-Titicaca», cuatro países comparten secciones del área: Bolivia, Perú, Chile y Argentina; en ella, el contorno del lago aparece como un verdadero centro nervioso de nuclearización e irradiación cultural. La macro área, incluye cinco regiones: 1) región circum-lacustre 2) región valluna 3) región de la puna 4) desierto costero 5) valles occidentales.

  3. 3 El Alto Perú ha sido considerado como el espacio donde se libró la verdadera guerra de la Independencia Mazzeo (2011), Roca (2007). El territorio que hoy constituye la república de Bolivia fue decisivo en el rumbo que tomaron las acciones militares y políticas desde 1808 hasta 1825.

  4. 4 Archivo Manuel Ramos Miranda [en adelante AMRM] Archivo privado familiar.

  5. 5 Sobre el cacique de Taraco Manuel Chuquicallata, proporciono más detalles en Ramos 2021.

  6. 6 AMRM

  7. 7 Archivo Parroquial de Lampa.

  8. 8 AMRM. Actualmente Omasuyos y Larecaja son provincias del departamento de la Paz. Parte de Larecaja se asienta sobre valles y pie de monte amazónico.

  9. 9 Bouysse (1987) afirma que, el eje lacustre estaba divido en dos macrosecciones, el Urcusuyo hacia el oeste y el Omasuyu hacia el este, el Titicaca era una zona intermedia y de encuentro el Taypi. Juilen, (2004, p. 5) también divide entre Qollas Urcosuyo y Qollas Umasuyo, para ambas investigadoras Azángaro se ubicaba en el Umasuyu.

  10. 10 Archivo Regional Puno. Fondo Intendencia.

  11. 11 He desarrollado estos temas a más profundidad en Ramos, 2022.

  12. 12 He detallado los nombres de indígenas, españoles, dueños de haciendas y de algunas autoridades civiles y militares en Ramos, 2022.

  13. 13 Hilacata, término de origen aimara, alude a las principales autoridades de alta jerarquía. Bertonio (2006, p. 540), define Hilacata: Principal del ayllo. En la provincia de San Pedro de Moho en la ribera sureste del Titicaca aimara, la categoría Jilacata o Jiliri hace referencia a la máxima autoridad del ayllu prehispánico, colonial y temprano republicano y actualmente es pronunciado para señalar al teniente gobernador de las comunidades campesinas.

  14. 14 AMRM.

  15. 15 AMRM.

  16. 16 AMRM

  17. 17 Se ha desarrollado más detalladamente este tema en Ramos, 2022.